LOURDES, jueves 25 de septiembre de 2008 (ZENIT.org).- La devoción a la Virgen María tiene un papel fundamental en el diálogo ecuménico, en el camino hacia la unidad plena y visible entre los cristianos, afirmó el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos.
El purpurado presidió este miércoles una celebración en la Gruta de las Apariciones de Lourdes, en una peregrinación conjunta entre anglicanos y católicos, que había partido desde el santuario de Nuestra Señora de Walsingham (Inglaterra). La homilía la pronunció el arzobispo de Canterbury, reverendo Rowan Williams, que es publicada este 26 de septiembre en "L'Osservatore Romano".
De hecho, admitió el cardenal Kasper, "Lourdes es conocida por sus milagros. ¿Quién habría podido imaginar, sólo hace 20 ó 30 años, que católicos y anglicanos habrían peregrinado y rezado juntos?"
"Para quienes conocen los debates y las polémicas del pasado sobre María entre los católicos y los cristianos de las Iglesias no católicas, para cuantos conocen las reservas del mundo no católico hacia los lugares marianos de peregrinación, para todas esas personas, el acontecimiento de hoy, sin precedentes, es un milagro", subrayó.
Según el cardenal Kasper, María es una pieza fundamental del movimiento ecuménico, aunque este tema "no es ni común ni obvio entre los ecumenistas".
La devoción a María es, recordó el purpurado, una cuestión plenamente compartida con los ortodoxos, "pero también existía devoción mariana en el tiempo de la Reforma".
"Lutero veneró con fervor a María durante toda su vida, a la que profesaba , con los Credos antiguos y los concilios de la Iglesia del primer milenio, como Virgen y Madre de Dios. Era crítico sólo respecto a algunas prácticas, que consideraba abusos y exageraciones", añadió. "Lo mismo sucedió con los reformistas ingleses".
El rechazo a la doctrina sobre la Virgen María se produjo, más bien, durante la Ilustración, "en un espíritu conocido como 'minimalismo mariológico'", explicó el cardenal Kasper.
Sin embargo, gracias a "una lectura y una meditación renovada de la Sagrada Escritura, observamos un cambio lento pero decisivo", aclaró, y citó al respecto varias declaraciones conjuntas entre católicos y luteranos, que van en esta dirección.
"María no está ausente, sino que está presente en el diálogo ecuménico. Las Iglesias han llevado a cabo progresos en el acercamiento sobre la doctrina de Nuestra Señora. Nuestra Señora ya no nos divide, sino que nos reconcilia y nos une en Cristo su Hijo", añadió.
Especialmente se refirió a las dificultades que atraviesa actualmente el diálogo con la Comunión Anglicana, y afirmó que esta peregrinación "puede ser considerada como un signo positivo y alentador de esperanza, incluso un pequeño milagro".
"Hay motivo para esperar que Nuestra Señora nos ayude a superar las dificultades actuales de nuestras relaciones, para que con la ayuda de Dios podamos continuar nuestra peregrinación ecuménica común", añadió.
El purpurado se refirió a María como modelo de la Iglesia, "elegida por Dios desde la eternidad", y se refirió a la cuestión de la salvación por la gracia divina y no por los méritos o esfuerzos propios, un punto que "ya no divide" a los cristianos, añadió.
Por otro lado, habló de la fidelidad de María a los pies de la cruz. "María es un ejemplo de discípulo. Dio pide nuestro sí en respuesta a su sí, que colaboremos con su obra salvadora", añadió.
Si los cristianos siguen divididos, afirmó el cardenal Kasper, es "porque nuestro amor y nuestra fe se han debilitado. Cada vez que el pensamiento del mundo y sus parámetros manchan a la Iglesia, la unidad de la Iglesia se encuentra en peligro".
"María no nos guía hacia lo que agrada a todos, sino a los pies de la cruz. Por tanto, tomémosla como ejemplo, y de esa forma daremos pasos adelante en nuestra peregrinación ecuménica", añadió.
Por último, se refirió a la cuestión de la veneración a la Virgen y a los santos, cuestión que "provoca aún dificultades" entre los protestantes y anglicanos. "Pero como cualquier madre intercedería por sus hijos, y como toda madre, tras su muerte intercedería en el cielo y desde el cielo, también María acompaña a la Iglesia en su peregrinación", también "en el camino hacia la unidad".
Por Inma Álvarez