ROMA, miércoles 24 de septiembre de 2008 (ZENIT.org).- "La Sagrada Escritura es esencial para conocer a Cristo", explica en esta entrevista el cardenal Albert Vanhoye, uno de los biblistas contemporáneos más reconocidos en el mundo, cuando faltan pocos días para el próximo Sínodo de los Obispos.
El cardenal Vanhoye, jesuita, antiguo rector del Instituto Bíblico Pontificio y antiguo secretario de la Comisión Bíblica Pontificia, fue creado cardenal por Benedicto XVI en el Consistorio del 24 de marzo de 2006 como reconocimiento a una vida de servicio a la Iglesia en el campo de la exégesis bíblica.
El mismo Papa lo nombró miembro del próximo Sínodo de los Obispos del mundo, que se celebrará en Roma en octubre sobre "La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia".
En esta entrevista concedida a Zenit, explica lo que es para él la Biblia y lo que espera de la citada asamblea mundial de obispos. La primera parte se publicó en el servicio de ayer.
--El Sínodo se ocupará también del tema de la predicación de la Palabra de Dios, sobre todo en la liturgia. Según su experiencia, ¿cuáles son los elementos esenciales a tener en cuenta en las homilías?
--Cardenal Vanhoye: Las homilías deben ser fruto de la Lectio Divina, cuya práctica puede variar, pero las homilías deben verdaderamente dar a los fieles un contacto concreto con la Palabra de Dios, por tanto explicar bien claramente su alcance inmediato y luego seguir con la aplicación a la vida. Una homilía no puede nunca ser sólo teórica. Debe tener una fuerza penetrante en la vida. Por tanto, hay que partir bien del texto y luego aplicarlo a la vida espiritual.
Hay que decir que, para la predicación, es útil también usar los ejemplos de los santos. Porque los santos ayudan a la gente a acoger algunos aspectos de los textos bíblicos que podrían quedar un poco lejanos. Los santos, en cambio, ponen los textos bíblicos más al alcance de los fieles.
Está claro que el espíritu de infancia espiritual, por ejemplo, que pide Jesús en los Evangelios -"Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos (Mat 18, 3)"--, lo comprende mejor la gente si toma a santa Teresa del Niño Jesús como modelo. O, por lo que se refiere a la caridad hacia los pobres, la madre Teresa de Calcuta es un ejemplo que estimula a la gente a comprender que verdaderamente la caridad se dirige a los más necesitados, que no podemos estar unidos a Cristo si no estamos abiertos a esta caridad.
Por otra parte, la madre Teresa puso muy bien en conexión la oración, la unión con Cristo y la caridad. Su vida estaba alimentada por una oración muy profunda, una vida espiritual exigente, a veces incluso dolorosa. Por tanto, los ejemplos son útiles pero deben usarse unidos a los textos bíblicos porque los santos lo son para dar testimonio de esos textos.
--El Sínodo está suscitando y suscitará un renovado interés por la Biblia. ¿Qué itinerario sugeriría a un fiel que quiere conocer mejor la Palabra de Dios?
--Cardenal Vanhoye: Para un cristiano, está claro que debe empezar por el Evangelio. Tomar un Evangelio, profundizar en él con la meditación, la oración, aplicarlo a la propia vida. Esto es lo primero y esencial.
Pero el Evangelio mismo remite al Antiguo Testamento. Jesús es el mesías prometido. Por tanto, es útil leer los textos proféticos, especialmente los que son mesiánicos. Los salmos son útiles para la oración pero hay que decir que no siempre tienen el espíritu evangélico. Por tanto, hay que hacer una distinción. Algunos salmos llenos de imprecaciones contra los enemigos están muy lejos del precepto de Jesús de amar a los enemigos y de rezar por ellos. Está claro que un fiel necesita ayudas que le presenten los textos y los pongan al alcance de su inteligencia, de su capacidad de comprender y vivir.
Luego, en los Evangelios naturalmente hay una diferencia entre los sinópticos y el Evangelio de Juan. El Evangelio más interesante a primera vista para un fiel es el de Marcos, que es muy vivaz, cuenta los milagros de modo detallado, etc. El Evangelio de Mateo nos da una enseñanza más rica y, por tanto, hay que volver siempre a él para estar llenos de espíritu evangélico. Por otra parte, el Evangelio de Juan ahonda la fe de modo maravilloso. Hay que meditar verdaderamente el Evangelio de Juan, acogerlo con espíritu de fe y de amor por el Señor.
También Lucas es muy interesante. Es el Evangelio del discípulo. Sería posible empezar también con el Evangelio de Lucas que se interesa más en la relación del discípulo con el Señor Jesús. Los grandes discursos de Mateo, en el Evangelio de Lucas, están divididos. Las bienaventuranzas, en lugar de estar expresadas en tercera persona, se dirigen directamente a los discípulos: "Bienaventurados vosotros los pobres...". Este es un ejemplo. Lucas se relaciona con Jesús de una manera muy delicada, especialmente en el relato de la Pasión. Allí se ve muy bien su amor delicado por el Señor; por el modo en que atenúa las cosas más crueles, más ofensivas.
--Los salmos pueden parecer a los jóvenes sacerdotes un poco lejanos de su realidad concreta. ¿Qué consejo podría darles para obtener mayor provecho de la oración de la Liturgia de las Horas?
--Cardenal Vanhoye: Aconsejaría buscar un comentario apropiado, es decir en profundidad, no sólo filológico o histórico-crítico, sino un comentario que destaque el contenido espiritual de los salmos. Porque está claro que los salmos contienen una riqueza maravillosa desde el punto de vista espiritual: el sentido de adoración, de confianza en Dios, de unión con Dios en la oración, en la vida. Hay en los salmos aspiraciones espirituales muy bellas y muy fuertes.
Por otra parte, San Ambrosio decía que el salterio es como el resumen de todo el Antiguo Testamento porque hay también salmos históricos, sapienciales, de acogida de la ley del Señor, etc.
Tras el Concilio, se ha facilitado la aplicación de los salmos a la vida cristiana con la omisión de las cosas más lejanas al Evangelio. Algo necesario, me parece, porque un cristiano, por ejemplo, no puede desear que los hijos de sus perseguidores sean aplastados, como dice el salmo de los exiliados. Este salmo expresa un afecto muy profundo y tierno por Jerusalén pero acaba con un augurio muy cruel contra los enemigos. Me parece oportuno y útil, desde el punto de vista de la palabra de Dios, omitir cosas que han sido corregidas por Jesús.
--El Sínodo se ocupará también de la Sagrada Escritura en el contexto del ecumenismo. ¿Usted ha tenido alguna experiencia de trabajo, estudio, oración en este campo?
--Cardenal Vanhoye: Colaboré en la traducción ecuménica francesa, un proyecto suscitado por el Concilio muy fecundo desde el punto de vista ecuménico. Se ha constatado que la Biblia es verdaderamente un terreno de unidad. Naturalmente, hay textos bíblicos que han dado motivo a diferencias de opinión muy fuertes. Pero tenemos muchas cosas en común y debemos aprovecharlas.
El Sínodo tendrá también este aspecto de apertura ecuménica. Está claro que si el protestante sigue el ‘Sola Scriptura' de Lutero no está en la corriente de la Tradición. Hay una dificultad. Pero, por otra parte, los católicos tenían tendencia a no meditar mucho la Biblia y estar más atentos a los dogmas y las devociones. Por tanto, la atención dada a la Palabra de Dios escrita es ciertamente un lazo muy fuerte que nos acerca unos a otros en una acogida común.
--Usted ha conocido y enseñado a muchos exegetas. ¿Cómo es posible evitar que la Biblia se convierta en un mero objeto de estudio, separado de la propia vida espiritual, del que se pueden extraer conclusiones que pueden poner en duda las verdades de la fe?
--Cardenal Vanhoye: Me parece que el remedio principal es la meditación de los textos bíblicos, con una actitud de fe y de oración. Los exegetas no se pueden contentar con estudiar los textos. Deben meditarlos en un ambiente de búsqueda del Señor y de unión con El, y conscientes siempre de que sólo Cristo da toda la riqueza de la Escritura inspirada; que es El quien abre plenamente nuestras mentes a la inteligencia de la Escritura, como dice el Evangelio de Lucas al final.
Por tanto, el remedio es, diría, la oración, entendida como meditación que busca la unión con el Señor, la acogida de su luz, la acogida de su amor. Sólo esto puede preservar del peligro de una actitud racionalista y esterilizadora, que puede convertirse en un obstáculo para la vida de los fieles.
--¿Cuáles son sus expectativas sobre el Sínodo? ¿Tendrá alguna influencia también en los estudios bíblicos?
--Cardenal Vanhoye: No estoy seguro de que el Sínodo pueda influir mucho en los estudios exegéticos en el sentido de que tenga una perspectiva pastoral. Es una perspectiva que ciertamente entra también en la explicación de los textos bíblicos, pero la exégesis es una investigación científica en profundidad, desde un punto de vista que no es directamente pastoral. Del Sínodo podemos seguramente esperar indicaciones muy fecundas para un mayor conocimiento de la Biblia, una mayor acogida de la Biblia en la vida de las comunidades cristianas y en la vida espiritual de las personas.
Por otra parte, hay también un interés ecuménico, que está directamente expresado en el ‘Instrumentum laboris'. Se puede esperar un acercamiento aún mayor de las diversas confesiones cristianas, gracias a esta acogida de la Palabra de Dios escrita.
El ‘Instrumentum laboris' deja entender que el Sínodo se interesará especialmente por la Palabra de Dios escrita, aunque amplíe su perspectiva. Dice que la Palabra de Dios es Cristo y, por tanto, dice que el fin del Sínodo es dar a conocer mejor a Cristo. Esto me parece verdad como fin último pero el fin más directo será evidentemente atraer la atención sobre la necesidad de un contacto más fuerte y más profundo de todos los componentes de la Iglesia con la Palabra de Dios escrita.
Naturalmente, la Palabra escrita debe volver a ser viva, y no un texto muerto; y para que vuelva a ser viva tiene que inscribirse en la corriente viva de la Tradición, y también de la predicación y de la vida de la Iglesia.
Por Lucas Teixeira L.C., traducido del italiano por Nieves San Martín