CIUDAD DEL VATICANO, lunes 9 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- La concesión de indulgencias con motivo del año paulino puede ser un momento oportuno para clarificar la doctrina católica en este punto, que aún sigue dividiendo a los cristianos, y ayudar así al diálogo ecuménico, según el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos.
El purpurado explica, en un artículo publicado por L'Osservatore Romano el pasado jueves, que no existe contradicción entre la doctrina católica sobre las indulgencias y el diálogo ecuménico, e invita a una “correcta comprensión” sobre este tema.
El cardenal Kasper responde así a las críticas recibidas por algunos representantes de las comunidades de la Reforma, que han criticado el Decreto de la Penitenciaría Apostólica en que anuncia la concesión de indulgencias para quienes peregrinen a la basílica de San Pablo Extramuros.
En el artículo, el presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos reconoce que este tema sigue siendo motivo de desencuentro entre ambas confesiones, como ya sucedió con motivo de las celebraciones ecuménicas del Año Santo.
Sin embargo, aunque reconoce que las críticas de los protestantes son “comprensibles” por el “trauma” que esto supuso en la época de Lutero, recuerda que las indulgencias hoy, “al menos en la práctica, no son las del siglo XVI”.
“Hoy ni siquiera los historiadores católicos discuten sobre el hecho de que en la Edad Media de habían creado graves inconvenientes que eran causa de controversia sobre la práctica de las indulgencias”, afirma.
Sin embargo, recuerda, esta práctica “ha existido en la Iglesia desde el principio”, ligada a la “expiación por los pecados a través de las penas temporales” y al valor de la intercesión de los mártires, que se practicaba en la Iglesia primitiva.
Tras la degeneración de esta práctica durante la baja Edad Media y la Reforma, el Concilio de Trento “reformó de modo radical” las indulgencias, volviendo “al uso antiguo y probado de la Iglesia”, como una “oferta pastoral válida aunque no vinculante”.
El cardenal recuerda también la importancia de la constitución apostólica Indulgentiarum doctrina de Pablo VI (1967), “aún hoy casi desconocida”, y cuyo conocimiento “podría poner el diálogo ecuménico en este tema sobre una nueva base”.
Al respecto, subraya la importancia del simposio celebrado en febrero de 2001, al que se invitó a los protestantes, sobre las indulgencias, para explicar que éstas no contradicen la “declaración conjunta” sobre la justificación firmada con los luteranos en 1999.
Tema de gran importancia
El purpurado señala que la cuestión de las indulgencias, lejos de ser una cuestión secundaria, supone un tema fundamental pues está ligado a la doctrina sobre los sacramentos, especialmente al de la penitencia, y a cuestiones eclesiológicas.
De hecho, explica, “el hecho de que surjan continuamente malinterpretaciones y polémicas se debe al estrecho lazo entre teología de la penitencia y de la indulgencia y cuestiones eclesiológicas, en las que persisten entre las confesiones diferencias aún no superadas”.
La principal objeción de los protestantes, la de hasta qué punto el Papa o un obispo pueda conceder indulgencias, se dirige “no sólo a la indulgencia sino a la interpretación católica del ministerio en general”, que afirma que el ministro actúa “in persona Christi”, cosa que no admiten las comunidades de la Reforma.
Por otro lado, el cardenal Kasper recuerda que las indulgencias “no perdonan los pecados”, sino que “atenúan las penas temporales del pecado”, y está ligada a la penitencia y a la Eucaristía.
Las heridas provocadas por el pecado, afirma, sólo pueden curarse con un proceso de penitencia y lucha espiritual constante, y ahí es donde intervienen las indulgencias: “en la penitencia cotidiana nadie está solo. A cada cristiano le ayudan Jesucristo y la communio sanctorum”, explica.
Por tanto, añade, los “antiguos estereotipos no corresponden ya a la realidad de hoy. La interpretación actual de la indulgencia np corresponde a la de la justificación. Se trata de una oferta de ayuda pastoral y misericordiosa de la Iglesia para la penitencia de todo cristiano”.
“Cuando se habla del tesoro de la gracia de la Iglesia, no se entiende una realidad material ni una especie de depósito”, afirma. “El tesoro de la gracia es en definitiva Jesucristo mismo, su inconmensurable misericordia y la satisfacción infinita, en la que podemos participar en la Iglesia como cuerpo suyo”.
Esta idea de la penitencia resulta incluso difícil de aceptar “para muchos católicos”, pues contrasta “con el aburguesamiento del ser cristianos, con una vida cristiana soft que no se toma en serio la realidad del pecado y sus consecuencias”, así como “con el error individualista tan difundido de pensar que los cristianos pueden vérselas a solas con Dios”, y para quienes “la salvación ya no es un problema”, afirma el cardenal Kasper.
Si se entiende bien la doctrina de las indulgencias, ésta pone de manifiesto entre los cristianos separados “mas elementos comunes de los que parece”, afirma el purpurado, y pidió “no banalizar la cuestión”.