OMA, jueves, 13 enero 2005 (ZENIT.org).- Según el filósofo personalista Paul Ricoeur, las alternativas que se plantean a la humanidad hoy día son la lógica «del intercambio de dones» y la de la «guerra de todos contra todos», y sólo con la primera se puede evitar la segunda. Ricoeur, de 94 años, considerado como uno de los pensadores contemporáneos más influyentes, intervino por videoconferencia en la primera jornada del Congreso Internacional dedicado a Emmanuel Mounier en el centenario de su nacimiento (1 de abril de 1905), que tiene lugar del 12 al 14 de enero en la Universidad Pontificia Salesiana (UPS) de Roma. Según informa la Agencia Internacional Salesiana de Información (ANS), en su intervención, Ricoeur consideró que si se niega «el carácter moral de los lazos sociales», se desencadena «la lucha por el reconocimiento recíproco», en la que prevalecen comportamientos negativos como la «humillación, el desprecio, la violencia en todas sus formas físicas y psicológicas» y la discriminación de las minorías.
Para evitar estas amenazas, el filósofo francés propuso «la experiencia del reconocimiento efectivo en un mundo pacificado». La creación de lazos políticos que hagan a los hombres ciudadanos de una comunidad, afirmó Ricoeur, no sólo debe ser provocada por la preocupación por la seguridad y la defensa de los intereses particulares, sino por «algo parecido a una "amistad política", esencialmente pacífica».
Esta amistad, añadió, no se basa en las lógicas del mercado, «sino en la gratuidad del don, pues loa donación sigue siendo un gesto espontáneo que se escapa al cálculo interesado».
Además de Ricoeur, en la primera jornada intervino don Pascual Chávez, rector mayor de los salesianos y gran canciller de la UPS, ante un público de más de 450 auditores.
Don Chávez presentó la figura de Emmanuel Mounier (1905-1950) como «valiente pensador, robusto constructor de la historia, auténtico empresario del pensamiento comprometido [«pensée engagée»]», quien dio una contribución decisiva para «replantear la relación entre fe e historia».
El superior salesiano subrayó la coherencia del filósofo francés, cuyo «programa de dinamismo social y político» se basaba «en su fidelidad al don bautismal». «Mounier es el ombre de la Pascua?, capaz de comunicar a su alrededor las razones de la esperanza. El suyo es un personalismo comunitario vivido, antes que proclamado», reconoció.
«El ancla de la fe en él es garantía de solidez personal y de solidaridad social», características que tanto necesita nuestra sociedad, reconoció don Chávez. «La revolución o será moral o no lo será», continuó citando al mismo Mounier. «Sólo quien se deja revolucionar por Dios será capaz de revolucionar al mundo. El mal oscuro de la incomunicación de hoy, que genera violencia, opresión y disgregación, sólo será superado por comunidades de personas maduras que transformen la historia en una cantera en la que se preparen los materiales precioso para la construcción del Reino».
En el contexto mundial caracterizado por motivos de angustia, como el terrorismo y las guerras, el Congreso «Persona y humanismo relacional: herencia y desafíos de Emmanuel Mounier» quiere estudiar las estrategias que hay que favorecer para que el desarrollo del planeta esté a la medida del hombre y respete su dignidad, afirman los organizadores.
En este contexto, el encuentro está repasando la vida y el pensamiento de Mounier «sobre las categorías de personas, comunidad y diálogo». En el congreso está participando el cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura.
El personalismo considera la noción de persona como la categoría filosófica esencial y estima que su dignidad es un valor absoluto y los derechos humanos son principios irrenunciables del orden social y político.
También concede especial relevancia, entre otras, a las siguientes dimensiones de la persona: la afectividad, las relaciones interpersonales, la corporalidad, la diferenciación, dentro de una igualdad radical, en varón y mujer, el carácter social, ético y solidario de la persona y su apertura intrínseca a la trascendencia.