aticano, jueves, 27 enero 2005 (ZENIT.org).- Monseñor André-Mutien Léonard, obispo de Namur, reconocido filósofo y teólogo belga, fue llamado este jueves a Roma para presentar a la prensa el mensaje papal para esta Cuaresma en el que lanza un llamamiento al amor por la vida de los ancianos.
En esta entrevista concedida a Zenit, monseñor Léonard, quien en una ocasión predicó los ejercicios espirituales a Juan Pablo II y a la Curia Romana, explica que el tema elegido --«En Él está tu vida, así como la prolongación de tus días» (Deuteronomio 30,20)-- tiene particular fuerza, pues quien escribe es un anciano que muestra al mundo todos los días que toda vida es digna de ser vivida.
--Usted acaba de presentar, junto al arzobispo Josef Cordes, el mensaje de Cuaresma 2005 de Juan Pablo II. El Consejo Pontificio «Cor Unum» llama la atención de los católicos todos los años sobre la dimensión caritativa de la Cuaresma. Este año, Juan Pablo II le ha llamado a usted, que es filósofo, teólogo y pastor, para presentar este mensaje. ¿Cuál es la novedad?
--Monseñor Léonard: Lo característico de este mensaje es que llama la atención sobre la condición de las personas ancianas. En los países de occidente, en los que la demografía es generalmente catastrófica y que experimentarán un envejecimiento de la población muy marcado, esta cuestión va a ser de gran actualidad. Es importante, por tanto, tener en cuenta algunos puntos de referencia.
Además, este Mensaje tiene otra característica sorprendente, está escrito por un Papa anciano, profundamente marcado por el sufrimiento y la enfermedad. Cuando Juan Pablo II recuerda que no se puede decir que una persona debilitada por la enfermedad o la edad es inútil y no es más que un peso para la sociedad, su palabra se encarna en el testimonio que ofrece al mundo.
Su reciente peregrinación a Lourdes fue, desde este punto de vista, de una elocuencia excepcional. Enfermo entre los enfermos, al límite de sus fuerzas, testimonió en nombre de todas las personas erosionadas por la edad o la enfermedad, que siempre tienen un lugar importante en la sociedad. El testimonio de la debilidad del Papa es quizá el más fuerte de todo su pontificado. Ya decía san Pablo «mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza» (2 Corintios 12, 9).
--¿A quién se dirige el mensaje? ¿A especialistas? ¿A personas con capacidad de decisión?
--Monseñor Léonard: Este mensaje, claro está, se dirige implícitamente a los políticos y a los responsables de salud pública, alentándoles ante las tentaciones que sugieren que la vida humana entrada en años, discapacitada o terminal no merece verdaderamente todo el respeto debido a una persona humana. Al mismo tiempo, al ver los lados positivos de la sociedad actual, el Papa promueve con fuerza el progreso realizado en el acompañamiento de las personas muy ancianas o enfermas, especialmente gracias al desarrollo de los cuidados paliativos.
Pero, más allá de los responsables públicos o de los especialistas de la salud, Juan Pablo II se dirige a cada uno de nosotros para que, allí donde estemos, y ante todo en el ámbito familiar, testimoniemos el respeto y la estima hacia las personas mayores.
--Juan Pablo II ha escrito la encíclica «Evangelium Vitae» (25 de marzo de 1995) y antes se publicó la instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe «Donum Vitae» (22 de febrero de 1987). ¿Han sido «recibidas» estas enseñanzas por las comunidades cristianas? ¿Qué hay que hacer para que sean transmitidas a las generaciones jóvenes? ¿Y vividas?
--Monseñor Léonard: «Evangelium Vitae» et «Donum Vitae» son tesoros demasiado desconocidos y poco utilizados. A los pastores, obispos y sacerdotes, les corresponde particularmente movilizarse para que sean conocidos, para que pasen a través de los medios de comunicación y puedan llegar al corazón de los jóvenes. Con frecuencia, estos textos son dejados a un lado porque son presentados ante todo como una serie de prohibiciones.
De este modo se da la impresión de que la Iglesia siempre dice «no» a todo. Ahora bien, la Iglesia dice «sí» ante todo a la dignidad de la persona humana, lo que implica a continuación, claro está, decir «no» a todo lo que la daña. Quien dice «no» a la dictadura, dice ante todo «sí» a las libertades democráticas. Quien dice «no» al antisemitismo o al racismo dice ante todo «sí» al respeto de la persona humana, independientemente de su raza o religión. Del mismo modo, cuando la Iglesia dice «no» al aborto o a la eutanasia, está diciendo «sí» a la dignidad personal de lo que antes hemos sido todos, un embrión y un feto humano, y de lo que seremos quizás un día, es decir, una persona económicamente no rentable y biológicamente poco dotada, pero en todo momento es una persona humana digna de infinito respeto.
--Este mensaje sobre la vida es publicado en el aniversario de la conmemoración del descubrimiento del campo de exterminio de Auschwitz, a donde el Papa ha enviado como legado al cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París. Puede que sea una casualidad, pero, ¿no se trata en definitiva de aprender a amar y respetar la vida humana para que esto no vuelva a repetirse? ¿No cree que al defender la vida estamos luchando contra los «demonios» heredados del pasado?
--Monseñor Léonard: No creo que esta casualidad haya sido querida, y no sería conveniente aprovecharla, asimilando problemáticas que son sumamente diferentes, aunque tienen en común la cuestión crucial del respeto absoluto de la persona humana inocente. De todos modos, es históricamente cierto que el nacional socialismo se valió de tesis como las de Karl Binding y Alfred Hoche quienes, en 1922, y sin ninguna relación con el antisemitismo de Hitler, legitimaban jurídica y médicamente «la destrucción de vidas que no valen la pena de ser vividas». Quien abre la puerta a la eutanasia, debería saber cuáles son los demonios a los que corre el riesgo de dar la bienvenida.
--Se trata de un mensaje de Cuaresma, ¿que consecuencias puede tener para la vida de los creyentes en estos cuarenta días?
--Monseñor Léonard: En su mensaje, el Papa recuerda que las personas ancianas tienen en general más tiempo para prestar más atención a las cuestiones más profundas de la vida, de la muerte y de la eternidad. Es verdad. Pero sin necesidad de esperar a que seamos ancianos o estemos enfermos (aunque puede ser que nos encontremos ya en esta situación) podemos aprender de ellos. Pensar en la vejez y en el fin de la vida sobre la tierra no es pensar en algo lúgubre y macabro. Al contrario, arroja una luz resplandeciente sobre nuestra existencia presente y nos lleva a valorar mejor cada instante de nuestra vida presente. Desde este punto de vista, el mensaje de Juan Pablo II también es estimulante.