CIUDAD DEL VATICANO, martes 23 marzo 2010 (ZENIT.org).-Publicamos el análisis que ha escrito sobre la visita de Benedicto XVI a la iglesia evangélica luterana de Roma, el 14 de marzo, el director del diario vaticano "L'Osservatore Romano", Giovanni Maria Vian.
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La visita de Benedicto XVI a la comunidad luterana de Roma ha confirmado una vez más lo que Joseph Ratzinger, jovencísimo profesor en Freising, había descubierto leyendo los textos del tiempo de la Reforma con sus estudiantes: que el patrimonio común entre los cristianos divididos desde hace casi cinco siglos es muy importante. Hasta el punto de que representa una base que, profundizada y compartida, puede acercarlos todavía más. El cardenal Ratzinger ya lo había dicho en 1998 durante un encuentro con la misma comunidad evangélica de Roma, y desde entonces el acercamiento ha proseguido. Tanto que el Papa ahora ha repetido que el primer punto no es la división, sino la alegría y la esperanza, porque la unidad ya existente puede y debe reforzarse.
Alegría y esperanza que se sintieron con evidencia en la conmovedora celebración común del domingo Laetare, la "pequeña Pascua" (Klein-Ostern) recordada por el pastor Jens-Martin Kruse en su homilía sobre el exordio de la segunda carta a los Corintios; con acentos que en algunos momentos se cruzaron con la homilía que pronunció el Obispo de Roma -acogido y saludado con gran cordialidad por la presidenta de la comunidad Doris Esch y por toda la asamblea- sobre el pasaje del Evangelio en el que san Juan narra el deseo de algunos griegos de ver a Jesús. Durante una liturgia ordenada y al mismo tiempo muy participada, en la que la oración del pastor hacia la cruz se alternó con la proclamación del Credo, los cantos y las invocaciones.
Precisamente el tiempo litúrgico que prepara a la Pascua y los pasajes de la Sagrada Escritura leídos recuerdan a los cristianos que alegría, esperanza y cruz -dijeron el pastor Kruse y Benedicto XVI- son realidades que siempre van juntas. Como deben caminar juntos los cristianos, y no uno al lado del otro, sosteniéndose mutuamente en las tribulaciones, subrayó significativamente el pastor. Incluso en una situación de pecado como la de la división, una herida que sólo el Señor puede curar: sólo mirando a Cristo se puede llegar a la unidad, porque únicamente él puede realizarla, repitió el Papa en una explicación ejemplar y conmovedora del Evangelio.
Del mismo modo que los griegos querían ver a Jesús, también hoy -afirmó Benedicto XVI- todo ser humano busca a Dios. Y también hoy Cristo resucitado puede venir para todos "los griegos", es decir, para toda persona humana, en la Iglesia y fuera de sus fronteras visibles. Testimoniar esta realidad, frente a la cual muchos quizá son inconscientes, y abrir así espacios a Dios en las sociedades que quieren olvidarlo o eliminarlo, es hoy la tarea principal de los cristianos. Una tarea que el Papa ha sido el primero en asumir y a la cual sigue exhortando con firme afabilidad, a pesar de las incomprensiones y ataques.