EEDS, lunes, 4 octubre 2004 (ZENIT.org).- Cardenales y obispos de 34 países europeos se han encontrado por primera vez en Inglaterra para discutir sobre el papel del cristianismo en ese continente.
El encuentro, una asamblea de cuatro días del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) en Leeds ha sido la reunión más grande de obispos católicos en Gran Bretaña desde el Sínodo de Whitby, en 664, hace más de 1.300
años.
El obispo suizo Amédée Grab, presidente del CCEE y obispo de Chur, estableció el ritmo de las discusiones con dos preguntas: «¿Cómo nos ven los demás?». «¿Cómo nos vemos a nosotros mismos?».
Si las repuestas son muy diferentes, añadió, esto planteará serios desafíos de comunicación a la Iglesia. Con frecuencia, la Iglesia es percibida en competencia con la cultura secular, indicó. La Iglesia es vista como un elemento espiritual más. Tiene una concepción de vida opuesta a los valores éticos que impregnan hoy la investigación médica y se da la tendencia a encerrar la fe en la esfera privada.
«Somos a pleno título --aunque no exclusivamente-- ciudadanos de este mundo», constató el prelado. «Los valores de este mundo no son suficientes para nosotros, aunque no los despreciamos. Nuestra cultura es el contexto de nuestra misión, y cuanto más la entendamos y la respetemos, menos se dará el problema de entender a los que viven en ella».
«Nuestro desafío --concluyó--: pertenecer a dos realidades al mismo tiempo».
En un mensaje dirigido a la asamblea, Juan Pablo II aseguró a los obispos que rezaría para que «guiéis a vuestros respectivos fieles a redescubrir sus raíces espirituales comunes y la perdurable sabiduría de su herencia cristiana».
«Con vuestro testimonio --aseguraba el Papa a los prelados--, los creyentes serán fortalecidos en su identidad específica y así construirán juntos una cultura cristiana capaz de evangelizar la más extensa cultura en la que viven».
Los delegados de las conferencias episcopales respondieron a la pregunta sobre a dónde está caminando la Iglesia.
Al afrontar la realidad europea, y en papel el papel desempeñado por el Reino Unido, el cardenal Cormac Murphy-O?Connor, presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, y vicepresidente del CCEE, recordó: «Provenimos de algunos países que han vivido confortablemente junto al Estado; otros han sido oprimidos durante años por él. Testimoniamos la misma fe, pero tenemos diferentes antecedentes, experiencias y testimonios».
Arzobispo de Jean Pierre Ricard, arzobispo de Burdeos, consideró que en Europa hay toxinas ante las que hay que estar precavidos para lograr un desarrollo armonioso: el fenómeno de la secularización, con la agudización del individualismo y la masificación; la tendencia a considerar la religión como un estorbo; y el crecimiento del fundamentalismo y del terrorismo.
Monseñor Ricard, presidente de la Conferencia Episcopal de Francia, ilustró también las sendas que llevan a una presencia más rica de la Iglesia en la sociedad europea.
Mencionó en primer lugar la defensa de la dignidad de cada persona y familia, en especial de los más necesitados, como los pobres; la creación de una auténtica relación entre política y religión; el establecimiento de un auténtico diálogo ecuménico e interreligioso; la promoción de la cultura de la solidaridad en una Europa auténticamente abierta al mundo.
En este sentido, el prelado formuló tres compromisos: el reforzamiento del diálogo con la cultura contemporánea; promover un diálogo más intenso con las comunidades islámicas en Europa, especialmente en las universidades; y defender el domingo como día dedicado a Dios.
Uno de los momentos más significativos del encuentro tuvo lugar con la visita del arzobispo de Canterbury, el doctor Rowan Williams, primado de la Comunión Anglicana
El líder anglicano mencionó avances en el diálogo teológico con los católicos, en argumentos como la Eucaristía, los ministerios en la Iglesia y la autoridad. «No hay marcha atrás», afirmó hablando del camino ecuménico.
Obispos de países de mayoría ortodoxa hablaron de las «luces y sombras» de su realidad. Por una parte se mantienen las divisiones, entre católicos y ortodoxos, causadas por la mutua ignorancia, proselitismo, e incomprensión, explica el comunicado distribuido al final del encuentro.
Pero, por otro lado, se da un nuevo sentido de la unidad concebida como don de Dios; se ha creado una comisión ecuménica en Rusia; se da la conciencia de compartir desafíos comunes, como la violencia y el terrorismo, y están celebrándose encuentros de las conferencias episcopales católicas con los sínodos ortodoxos, en países como Serbia.
En este contexto, los obispos analizaron la propuesta de convocar una nueva asamblea ecuménica de todas las Iglesias y comunidades cristianas del viejo continente. Se analizará la invitación que han presentado las Iglesias en Rumanía para que se celebre en ese país. Ya se han celebrado dos encuentros de estas características, en Basilea (Suiza), en 1989, y en Graz (Austria).