ROMA, lunes 11 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos durante esta semana un breve recorrido histórico sobre cada una de las cinco grandes tradiciones orientales: la caldea, la armenia, la copta, la antioquena y la bizantina.
La Iglesia católica de tradición caldea o siro-oriental, una de las cinco grandes tradiciones orientales, fue fundada, según la tradición, por el apóstol santo Tomás en Babilonia, y por sus discípulos Addai y Mari, que evangelizaron a las comunidades judías que existían en el imperio Persa desde los tiempos bíblicos del exilio.
Dentro de esta tradición se encuentran la Iglesia caldea, mayoritaria en Iraq, y la Iglesia siro-malabar, fruto de una floreciente expansión de los nestorianos hacia la India y China, en los siglos VII y VIII.
La tradición caldea o siro-oriental procede de la Iglesia asiria precalcedonense, una de las que primero se separó de la comunión con Roma (en el año 410, durante el Concilio de Éfeso), por seguir las doctrinas del monje Nestorio.
El nestorianismo es una herejía cristológica, que consiste básicamente en afirmar que en Cristo no hay dos naturalezas en una única persona, sino dos personas, una divina y una humana. Por ello, los nestorianos niegan a la Virgen María el título de Theotokos, Madre de Dios.
Además, los expertos hablan también de cuestiones políticas y sociales que habrían influido en esta separación, entre ellas, la hostilidad de los persas hacia los bizantinos.
La Iglesia siro-oriental o caldea vivió posteriormente varios siglos de esplendor, entre otras cosas gracias a la escuela teológica de Nisibe, de donde procede san Efrén.
Siglos después de esta escisión, una parte de la Iglesia nestoriana volvió a la comunión con Roma, en gran parte debido también a un cambio en la forma de sucesión del katholicos, el cabeza de la Iglesia siro-oriental, que pasó a ser hereditaria, lo que produjo una fuerte ruptura interna.
El acercamiento se produjo ya en tiempos del papa Eugenio IV (1445), con la bula Benedictus sit Deus, aunque el restablecimiento de la comunión tuvo que esperar más de un siglo, cuando Julio III, en 1553, consagró obispo al abad Juan Sulaqa, dándole el título de Patriarca de los caldeos.
Hubo posteriormente dos nuevas rupturas de los caldeos con Roma, hasta la unión definitiva con la Sede Apostólica, en 1830, cuando Pío VIII confirmó a Juan Hormizdas como cabeza de los católicos caldeos.
Los caldeos, tanto ortodoxos como católicos, sufrieron varias persecuciones a manos de los otomanos y de los curdos a principios del siglo XX, a causa de los cuales la población se redujo drásticamente.
Actualmente, esta Iglesia sufre persecuciones en la actual Iraq de manos de los fundamentalistas musulmanes, que han provocado una segunda diáspora. Uno de los momentos más dramáticos vividos recientemente por la Iglesia caldea católica fue el secuestro y asesinato de monseñor Paulos Faraj Rahho, arzobispo de Mosul, el 12 de marzo de 2008.
La característica principal del rito caldeo es su antigüedad: se trata, según el experto Juan Nadal Cañellas, de la liturgia más arcaica de la cristiandad, con un “fuerte sabor hebraico”, que se observa en la forma de la asamblea litúrgica, parecida a la de una sinagoga, o en la casi total ausencia de imágenes.
La liturgia es casi toda cantada. La lengua litúrgica es el siriaco o arameo y el árabe, y en el caso de la iglesia siro-malabar, el siriaco y el malayalan.
Iglesia caldea
La Iglesia caldea cuenta actualmente con unos 340.000 miembros, según las estadísticas más recientes del Anuario Pontificio. Su cabeza es el Patriarca de Babilonia de los Caldeos, cardenal Emmanuel Delly, que reside en Bagdad.
Cuenta con 3 archieparquías metropolitanas y 5 archieparquías, que se extienden por el territorio de la antigua Mesopotamia (actual Iraq e Irán). Debido a las duras condiciones en las que viven las minorías cristianas, una parte importante de los fieles caldeos reside en Estados Unidos, vinculados a las eparquías de San Diego y Detroit, y en Australia (eparquía de Sydney).
Actualmente, la Iglesia caldea está llevando a cabo un importante papel de mediación ecuménica entre la Iglesia siro-oriental ortodoxa que permaneció separada, y Roma, según explica Pier Giorgio Gianazza, uno de los expertos del sínodo que se celebra estos días en el Vaticano.
De hecho, el diálogo con los cristianos ortodoxos de tradición caldea ha avanzado mucho en las últimas décadas. Los católicos caldeos han recuperado en los últimos años muchas de las fuentes originales arameas relativas a las disputas cristológicas, revisando especialmente las obras de Nestorio.
Según algunos expertos, la cuestión cristológica que llevó al cisma tuvo más que ver con problemas de entendimiento entre dos culturas lejanas conceptualmente, la griega y la asiria, que con una ruptura real con el depósito de la fe.
Sobre esta base, e1 11 de noviembre de 1994, el papa Juan Pablo II y el katholikos caldeo ortodoxo Mar Dinkha firmaron una declaración cristológica y mariológica en la que se afirma que, aún con términos teológicos distintos, la fe de ambas Iglesias es la misma.
En 1996, ambos patriarcas caldeos, el ortodoxo Mar Dinkha y el católico Raphael Bidawid firmaban un acuerdo de cooperación, y en 1997, ambas iglesias levantaban sus excomuniones mutuas.
Iglesia siro-malabar
Esta iglesia de tradición caldea cuenta con alrededor de 3,4 millones de fieles, y se extiende sobre todo por el norte de la India. Su actual cabeza es el arzobispo mayor Varkey Vithayathil, y tiene la sede en Ernakulam, en el estado de Kerala (India).
El origen de esta Iglesia se remonta a la época de gran esplendor cultural de la tradición siria, entre los siglos VII y XIII, cuando los caldeos evangelizaron prácticamente toda el Asia Central, hasta llegar a China.
Se les conoce también como “cristianos de santo Tomás”, nombre que les dieron los sorprendidos portugueses en el siglo XV al llegar a la India.
Su unión con Roma se produjo en 1599, tras el sínodo de Diamper (los expertos sostienen que fue en parte forzada por los portugueses), tras lo cual comenzó un proceso de “latinización” de su liturgia y ritos, así como de su disciplina.
En 1934, el papa Pío XI ordenó que se iniciase un proceso de reforma litúrgica que eliminase las imposiciones latinas a la liturgia. En 1957, el papa Pío XII aprobó el ritual siro-malabar. En 1998, Juan Pablo II dio a los obispos siro-malabares autoridad para resolver conflictos litúrgicos.
[Por Inma Álvarez]