CIUDAD DEL VATICANO, lunes 31 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el Mensaje del presidente del Consejo Pontificio para los Operadores Sanitarios, monseñor Zygmunt Zimowski, hecho público el sábado 29 de enero, con motivo de la celebración, ayer domingo, de la Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra.
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"Unir nuestros esfuerzos para expresar mejor la Justicia y el Amor hacia los enfermos de lepra"
1) Su Santidad el Papa Benedicto XVI, en su mensaje a la XXV Conferencia Internacional del Consejo Pontificio para los Operadores Sanitarios del pasado mes de noviembre, titulado "Caritas in veritate. Por una atención sanitaria justa y humana", subrayó que “en nuestra época” se asiste “por una parte a una atención sanitaria que corre el riesgo de transformarse en consumismo farmacológico, médico y quirúrgico, convirtiéndose casi en un culto al cuerpo, y por otra parte, a la dificultad de millones de personas para acceder a condiciones mínimas de subsistencia y a fármacos indispensables para curarse”. Este es un problema que afecta de modo vivo y especial al mundo de los leprosos, y esta 58ª Jornada Internacional de lucha contra la Lepra es en efecto la ocasión para expresar la “cercanía y la solidaridad hacia todos los que sufren este mal y otras enfermedades que desfiguran el cuerpo llevando a un casi incurable estado de marginación".
La Jornada Mundial de lucha contra la Lepra es una celebración que constituye al mismo tiempo un momento de reflexión para subrayar y expresar agradecimiento por el compromiso de los millones, entre agentes, profesionales y voluntarios, del mundo de la salud, de la sociedad, de la política y de la información que han ayudado y ayudan a los leprosos. Empezando por ofrecer la posibilidad de un diagnóstico precoz y después, como el Buen Samaritano, dando las posibilidades de curación, pero también los medios de supervivencia y de sustento a quien se encuentra con un futuro fuertemente comprometido por las discapacidades y las desfiguraciones que la enfermedad inflige. Por tanto, proseguía el Santo Padre en el Mensaje, inclinándose “hacia el hombre herido, abandonado en la cuneta del camino”, realizando esa “justicia más grande" que Jesús pide a sus discípulos y realiza en su vida, porque el cumplimiento de la Ley es el amor”. Entre las personas y las instituciones a las que deseamos dirigir un particular agradecimiento, por su compromiso hacia los enfermos de lepra, está la Fundación Raoul Follereau. Una realidad que, surgida de la sensibilidad, caridad y capacidad de su fundador, ha continuado su obra, también apoyando la celebración de esta Jornada Mundial que, dentro de dos años, celebrará el 60º aniversario de su propia institución.
2) La lepra, de hecho, después de la puesta en marcha de eficacias terapias farmacológicas, ha visto reducirse notablemente su propia carga letal, pero sigue provocando sufrimiento, lesiones físicas y exclusión social. En torno a ella prosperan la ignorancia, la desigualdad y la discriminación que, a su vez, alimentan su difusión. Esto por la incapacidad de comprender la importancia de un diagnóstico clínico a tiempo y de acceder a los servicios sanitarios eventualmente presentes; la imposibilidad absoluta para algunas poblaciones o comunidades de gozar de un sostema sanitario aunque sea mínimo, la marginación y el consiguiente drástico empobrecimiento de los núcleos familiares donde se ha verificado un primer caso de contagio. Desde el punto de vista sanitario y social sigue siendo dramática la carencia de estructuras tanto para el diagnóstico precoz de la infección como para la reinserción social y laboral de las personas curadas pero que han quedado mutiladas por el Bacilo de Hansen. Debe promoverse de forma más difundida y capilar la educación de las comunidades y de las poblaciones para que se comprenda que quien está curado no representa ya amenaza alguna de infección para los demás y que debe ser ayudado a reinsertarse.
Por ello os pedimos también a vosotros, que anteriormente fuisteis víctimas de la lepra, que os comprometais a ser solidarios, que recéis por el bien de quien está cerca de vosotros, de quien intenta llevaros alivio, pero también por la salvación de quienes “banquetean” cerrando la puerta ante las necesidades de los demás. De aquellos que se alejan de vosotros llamándoos “¡leprosos!”, sin conocer ni querer conocer vuestro nombre, reconocer vuestra dignidad y vuestra historia. Y sin embargo, “también en el campo de la salud, parte integrante de la existencia de cada uno y del bien común, es importante instaurar una verdadera justicia distributiva que garantice a todos, sobre la base de las necesidades objetivas, cuidados adecuados. En consecuencia, el mundo de la salud no puede sustraerse a las reglas morales que deben gobernarlo para que no se convierta en inhumano" subrayó también Su Santidad el Papa Benedicto XVI. Como subraya la Encíclica Caritas in veritate, "la Doctrina Social de la Iglesia ha puesto siempre de manifiesto la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social en los diversos sectores de las relaciones humanas. Se promueve la justicia cuando se acoge la vida del otro y de asume su responsabilidad hacia él, respondiendo a sus esperanzas, porque en él se capta el propio rostro del Hijo de Dios, que se hizo hombre por nosotros. La imagen divina impresa en nuestro hermano funda la altísima dignidad de cada persona y suscita en cada uno la exigencia del respeto, del cuidado y del servicio”.
3) De nuevo con ocasión de esta 58ª Jornada Mundial es justo recordar que en la Historia de la Iglesia ha habido siempre personas que se ha comprometido hasta, en muchos casos, sacrificar la propia vida en favor de las víctimas del Morbo de Hansen. Uno de los más recientes, en términos temporales, es el cardenal canadiense Paul-Émile Léger. "Un signo fuerte de la acción humanizadora del mensaje de Cristo es sin duda el Centro Cardenal Léger de Yaoundé (Camerún)”, subrayó el Papa Benedicto XVI durante la audiencia general del 1 de abril de 2009 en la Plaza de San Pedro. “Su fundador fue el cardenal canadiense Paul-Émil Léger, que quiso retirarse allí después del Concilio, en 1968 –, manifestó el Santo Padre – para trabajar” entre los pobres, los leprosos y los discapacitados.
Permaneciendo entre el siglo XIX y XX, queremos también recordar al belga san Damián de Veuster de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María, que trabajó en Molokai (archipiélago de las Hawaii, EE.UU.). "Su actividad misionera – subrayó Su Santidad el Papa Benedicto XVI con ocasión de la canonización de Damián de Veuster, celebrada en 2009 – le dio mucha alegría” alcanzando “su culmen en la caridad... El servidor de la Palabra se convirtió así en un siervo sufriente, leproso entre los leprosos, durante los últimos años de su vida”.
También el beato polaco Jan Beyzym de la Compañía de Jesús que, beatificado en 2002 por el venerable papa Juan Pablo II, se dedicó a las víctimas de la lepra, en su caso en Madagascar, e incluso consiguió construir en la isla un hospital especializado aún activo y capaz de hospedar a 150 pacientes. Su vida se distinguió por su profunda fe, su solicitud samaritana por los más pobres entre los pobres. En su existencia la evangelización se conjugaba con la defensa de la dignidad del ser humano hijo de Dios. De prtofunda fe mariana, dedicó el hospital que había fundado a la Virgen de Częstochowa. "La obra caritativa del beato Jan Beyzym – afirmó el venerable Juan Pablo II durante la ceremonia de beatificación del padre jesuita, celebrada en Cracovia en 2002 – estaba inscrita en su misión fundamental: llevar el Evangelio a quienes no lo conoces. Este es el más grande don de misericordia: llevar a los hombres a Cristo y permitirles conocer y gustar su amor".
A la Virgen Santísima, Salud de los Enfermos y Consoladora de los Afligidos confiamos todos los enfermos de Lepra y todos aquellos que cuidan de ellos.
+ Zygmunt Zimowski
Presidente del Consejo Pontificio para los Operadores Sanitarios