MESTRE, domingo 8 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció este domingo Benedicto XVI antes de rezar el Regina Caeli, tras haber presidido la misa en el parque San Julián de Mestre para los fieles del Nordeste de Italia.
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Queridos hermanos y hermanas:
Al concluir esta solemne celebración eucarística, dirijamos nuestra mirada a María, Regina Caeli [Reina del Cielo, ndt.]. En el alba de la Pascua, se convierte en la Madre del Resucitado y su unión con él es tan profunda que allí donde el Hijo está no puede faltar la presencia de la Madre. En vuestros espléndidos lugares, don y signo de la belleza de Dios, ¡cuántos santuarios, iglesias y capillas están dedicados a María! En ella se refleja el rostro luminoso de Cristo. Si la seguimos dócilmente, la Virgen nos conduce a Él.
En estos días de tiempo pascual, dejémonos conquistar por Cristo resucitado. En Él tiene inicio el nuevo mundo del amor y de la paz que constituye la profunda aspiración de cada corazón humano. Que el Señor os conceda, a quienes habitáis en estas tierras, ricas de una larga historia cristiana, vivir el Evangelio siguiendo el modelo de la Iglesia naciente, en la cual "la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma" (Hechos 4, 32).
Invoquemos a María Santísima, que sostuvo a los primeros testigos de su Hijo en la predicación de la Buena Noticia, para que sostenga también hoy los esfuerzos apostólicos de los sacerdotes; haga fecundo el testimonio de los religiosos y de las religiosas; anime la obra diaria de los padres en la primera transmisión de la fe a sus hijos; ilumine el camino de los jóvenes para que avancen confiados por la senda trazada por la fe de sus padres; colme de firme esperanza los corazones de los ancianos; consuele con su cercanía a los enfermos y a todos los que sufren; refuerce la obra de los numerosos laicos que colaboran activamente en la nueva evangelización, en la parroquias, en las asociaciones, como la Acción Católica --tan enraizada y presente en estas tierras--, en los movimientos que, con la variedad de sus carismas, y de sus acciones, son un signo de la riqueza del tejido eclesial --pienso en realidades como la del movimiento de los Focolares, Comunión y Liberación o el Camino Neocatecumenal, sólo por mencionar algunas--.
Aliento a todos a trabajar con verdadero espíritu de comunión en esta gran viña a la que el Señor nos ha llamado a trabajar.
María, Madre del Resucitado y de la Iglesia, ¡ruega por nosotros!