ROMA, domingo 18 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).– Un informe sobre el bienestar de los niños australianos, hecho público la semana pasada, descubría que, aunque la generación actual crece más sana y más rica, existen varios problemas graves que afectan a algunos grupos de niños.
El informe, Por el bien de los niños: Reparar el entorno social para los niños y jóvenes australianos, fue encargado por el Australian Christian Lobby. El autor, Patrick Parkinson, es profesor de derecho en la Universidad de Sydney y ha escrito libros sobre derecho de familia y sobre maltrato infantil.
El informe comenzaba señalando que Australia ocupa un lugar destacado en el mundo de acuerdo a sus índices de desarrollo social, nivel educativo y bienestar económico. Aun así, estos niveles generales ocultan problemas cada vez más graves para muchos niños.
Ha habido lo que el informe denomina "un aumento dramático" de casos de maltrato y abandono infantil, además de un incremento significativo del número de niños puestos bajo protección de menores a cargo del Estado en los últimos 15 años. El crecimiento demográfico y el aumento de información disponible sobre malos tratos no son suficientes para explicar el incremento de estos casos.
Estos niveles tan altos de maltrato y abandono infantil afectan a todas las clases socio económicas, pero son especialmente evidentes entre la población indígena, con un porcentaje de niños bajo protección de menores diez veces mayor que los niños no indígenas.
Los trastornos de salud mental en los niños también han aumentado de modo notable, con un gran aumento den el número de niños con medicación antidepresiva. "La velocidad de deterioro de la salud mental de los niños y de los jóvenes es muy preocupante", comentaba el informe.
Lesiones autoinfringidas, abuso de alcohol, delincuencia juvenil, comportamiento sexual de riesgo y embarazos de adolescentes son otras áreas en las que los niños de hoy están en peor situación comparados con los niños de mediados de los noventa.
Salud mental
El informe observa que estos problemas de los niños actuales no se limitan a Australia. Los estudios internacionales muestran un grave deterioro de la salud mental de los jóvenes de los países occidentales.
El informe cita un estudio citado publicado en Estados Unidos en el 2010. Comparaba a los estudiantes universitarios entre 1938 y 2007. Los investigadores descubrieron que cada generación tiene una salud mental peor que la anterior. En el año 2007, los estudiantes habían multiplicado por cinco las posibilidades de sufrir problemas respecto a los de 1938. Según el estudio, una postura más abierta a reconocer los problemas de salud mental en los últimos tiempos no sería una explicación suficiente para este dramático aumento.
¿Cómo se puede explicar este deterioro de su bienestar? El informe reconocía que resulta problemático encontrar las causas de estas situaciones y que la correlación no es causalidad. Otros estudios sobre esta tendencia apuntaban a cambios en las estructuras familiares, desempleo juvenil, y un materialismo e individualismo mayores.
Parkinson, no obstante, señalaba uno de los factores, los conflictos y las rupturas familiares, como una causa especialmente importante. Está suficientemente documentado que vivir en una familia distinta de la de los dos padres biológicos antes de los 16 años se asocia a una amplia serie de resultados negativos para el bienestar de los niños.
Algunas personas consideran que esto se debe a que los adultos que forman matrimonios estables tienden a ser más equilibrados y a tener una mejor situación económica, por lo que no es tanto una cuestión de estructuras familiares, sino que el factor decisivo se encuentra más bien en las características personales de los padres.
Aunque hasta cierto punto esto pueda ser cierto, el informe citaba investigaciones que afirman que estudios que han utilizado controles estadísticos sofisticados, incluyendo factores genéticos, apuntan en la dirección de que la ruptura familiar es una causa importante de problemas para los niños, en vez de serlo la calidad de los adultos.
Impacto negativo
En Escocia, un estudio encontró que los jóvenes en el 2006 declaraban tener unas relaciones familiares peores que los de 1987. Este estudio se llevó a cabo para encontrar la causa de un aumento notable de los trastornos psicológicos en chicos de quince años.
Otro estudio, en Estados Unidos, siguió las experiencias de 2.000 personas casadas durante más de 15 años. Descubrió que en matrimonios con altos niveles de conflictividad había más problemas en las relaciones entre los padres y los hijos. La infelicidad conyugal tenía un impacto negativo en el bienestar de los niños. El divorcio también tenía un efecto perjudicial.
Otros estudios muestran que el divorcio es un notable factor de riesgo para el estado emocional de los niños y para su rendimiento académico. Un estudio norteamericano encontraba también una conexión entre el divorcio de los padres y la duración de la vida de sus hijos. Los niños de familias divorciadas morían casi cinco años antes que los de los matrimonios no rotos.
Además, señalaba Parkinson, los conflictos y tensiones de los padres no terminan necesariamente con la separación y puede que en ocasiones aumenten, con temas como la división de bienes, los acuerdos de custodia y la manutención de los hijos.
Al tratar las familias monoparentales, Parkinson hacía referencia a un estudio a gran escala realizado en Australia que encontró un mayor grado de conflictos en las familias con un padrastro o una madrastra, y en las familias monoparentales, que en las que seguían intactas. Sobre todo las familias con un padrastro o una madrastra suelen ser fuente de tensiones.
Otro estudio australiano analizaba las consecuencias del divorcio en la vida adulta de los niños cuyos padres se habían separado. En todas las medidas de resultados negativos, los niños que habían sufrido el divorcio tenían las peores puntuaciones. Esto implicaba desde la actividad sexual precoz, a cohabitar con la pareja y tener hijos antes de los 20 años, y en el rendimiento educativo.
Una de las consecuencias del divorcio, con mucho impacto en los niños, es que muchos de ellos tienen poco contacto con su padre tras la separación. Un estudio llevado a cabo en el 2001 señalaba que el 36% de los padres no habían visto a sus hijos menores en los últimos 12 meses.
No obstante, la depresión y los malos resultados escolares se asocian a los adolescentes que tienen un contacto frecuente con su padre divorciado, independientemente de lo cercanos que estén a sus madres.
Abusos
Gran cantidad de estudios internacionales han demostrado que el abuso y abandono infantil es mucho más común en niños cuyos padres se han separado. Según el Australian Institute of Family Studies,el abuso en las familias monoparentales es de dos a tres veces mayor que el habitual. Sólo una cuarta parte de los abusos infantiles tienen lugar en familias intactas, una proporción mucho menor que la que se debería esperar, dado que tres cuartas partes de los niños viven en ellas.
Cuando una nueva pareja entra en el hogar de niños con un solo progenitor, sobre todo las chicas corren un mayor riesgo de abusos sexuales. Un estudio en San Francisco encontró que una de cada seis niñas que habían crecido con un padrastro habían sufrido abusos, en comparación con una de cada 40 que lo habían sufrido de sus padres biológicos.
Aunque la madre se quede sola, los niños siguen sufriendo. A menudo la situación económica es difícil, y la familia tendrá que trasladarse a un barrio más pobre. Cambiar de colegio y perder a sus amigos somete a los niños a una gran tensión.
"Los esfuerzos de prevención del abuso y abandono infantil, y afrontar el creciente problema de la salud mental de los adolescentes, pueden tener una eficacia limitada, a no ser que, como sociedad, podamos invertir el deterioro del entorno social en que crecen los niños", concluía Parkinson.
No es el único en señalar los problemas que causa la inestabilidad familiar. Poco después de publicar su informe, la London School of Economicsanunciaba los resultados de un estudio sobre 9.500 varones nacidos en 1958. Los niños que crecieron sin un padre tuvieron entre un 4% y un 5% más probabilidades de engendrar un hijo antes de cumplir los 23 años que quienes siguieron viviendo con sus padres, informaba el 7 de septiembre el periódicoTelegraph.
El informe de Parkinson incluía algunas recomendaciones para fortalecer a las familias. Entre ellas estaban una mejor preparación para el matrimonio, programas para ayudar a los padres a cuidar mejor de sus hijos, y un mayor apoyo a los grupos comunitarios que ayudan a las familias. Sólo cabe esperar que se preste más atención a este informe, y a muchos que, como él, muestran lo vital que es para la sociedad trabajar por ayudar a las familias.
Por el padre John Flynn, L. C.