ROMA, viernes 28 octubre 2011 (ZENIT.org).- “El encuentro de nuestras diversidades aquí, en Asís, atestigua que la hipótesis de la destrucción no es la única posible”, observó la señora Julia Kristeva que propuso una “apuesta” por la capacidad de la humanidad para renovarse de modo creativo.
La filósofa y psicoanalista francesa, de origen búlgaro, Julia Kristeva, intervino ayer por la mañana en Asís, en la basílica de Santa María de los Ángeles. Era una de los invitados de Benedicto XVI que no están adscritos a ningún credo religioso. Habló en nombre del “humanismo”.
Señaló el poder de destrucción del hombre de hoy: “Por primera vez, el homo sapiens es capaz de destruir la tierra y a sí mismo en nombre de sus creencias, religiones o ideologías”.
Pero subrayó al mismo tiempo la capacidad actual de purificación de las creencias: “Por primera vez, también los hombres y las mujeres son capaces de volver a evaluar con toda transparencia la religiosidad constitutiva del ser humano”.
“El encuentro de nuestras diversidades aquí, en Asís, atestigua que la hipótesis de la destrucción no es la única posible”, señaló la filósofa antes de proponer esta “apuesta”: “La era de la sospecha no es ya suficiente” y “frente a la crisis y a las amenazas que se agravan, ha llegado la era de la apuesta: osemos apostar por la renovación perpetua de las capacidades de los hombres y de las mujeres para creer, a fin de que la humanidad pueda proseguir todavía durante largo tiempo sus destino creativo”.
Recordó el poder de la libertad humana: “Tras la Shoah y el Goulag, el humanismo tiene el deber de recordar a los hombres y a las mujeres que, si nos consideramos los únicos legisladores es sólo por la puesta en cuestión continua de nuestra situación personal, histórica y social, por lo que podemos decidir sobre la sociedad y la historia”.
La señora Kristeva afirmó la necesidad de hacer algo nuevo con la herencia de las diferentes tradiciones: “La memoria no es algo pasado: la Biblia, los Evangelios, el Corán, el Rigveda, el Tao nos habitan hoy. Para que el humanismo pueda desarrollarse y refundarse, ha llegado el momento de retomar los códigos morales, construidos en el curso de la historia, sin debilitarlos, para problematizarlos, renovándolos de acuerdo a las nuevas singularidades”.
Hizo un llamamiento a dar un lugar a la maternidad en la sociedad: “Las luchas por una equiparación económica, jurídica y política, necesitan una nueva reflexión sobre la opción y la responsabilidad de la maternidad. La secularización es todavía la única civilización que adolece del discurso sobre lo materno. Este lazo pasional entre la madre y el niño, por el cual la biología se convierte en sentido, alteridad y palabra, es una 'religación' que, diferente de la función paterna y de la religiosidad, las completa y participa totalmente en la ética humanista”.
La psicoanalista evocó la importancia del “cuidado” del otro en la sociedad: “La solicitud amorosa hacia el otro, el cuidado de la tierra, de los jóvenes, de los enfermos, de los minusválidos, de los envejecidos dependientes son experiencias interiores que crean proximidades nuevas y solidaridades inauditas”.
Por Anita S. Bourdin