El papa se dirigió a los presentes expresando su alegría por este tradicional encuentro con el Almo Colegio Capranica, que, desde hace más de cinco siglos es uno de los seminarios de la diócesis de Roma. Saludó “con afecto” a los miembros de la comunidad estudiantil y en especial al cardenal Martino y al rector Ermenegildo Manicardi.
Dió las gracias al cardenal por sus “corteses palabras” y comentó el significado de la figura de santa Inés, patrona del Colegio.
Santa Inés, explicó Benedicto XVI, “es una de las conocidas adolescentes romanas, que muestran la belleza auténtica de la fe en Cristo y de la amistad con Él. Su doble condición de virgen y mártir recuerda la dimensión total de la santidad. Es una santidad integral que se les pide también a ustedes por su fe cristiana y por la especial vocación sacerdotal con la que el Señor les ha llamado y les une a sí mismo”.
El martirio --para Santa Inés--, añadió el papa, “significó la generosa y libre aceptación de gastar la propia joven vida, en su totalidad y sin reservas, a fin de que el Evangelio fuese predicado como verdad y belleza que iluminan la existencia”.
En el martirio de Inés, recibido con coraje en el estadio de Domiciano, dijo el pontífice, “brilla por siempre la belleza de pertenecer a Cristo sin titubeos, confiándose a Él. Incluso hoy, para cualquiera que pasa por la plaza Navona, la efigie de la santa ubicada en el frontis de Iglesia de Santa Inés en Agone, recuerda que nuestra ciudad está fundada también sobre la amistad de muchos de sus hijos e hijas con Cristo, y del testimonio de su Evangelio. Su generosa entrega a Él y en beneficio de los hermanos, es un componente fundamental de la fisonomía espiritual de Roma”.
En el martirio, subrayó el papa, “Inés sella también otro elemento crucial de su vida, la virginidad por Cristo y por la Iglesia. La entrega total al martirio se prepara, de hecho, por la decisión consciente, libre y madura de la virginidad, testimonio de la voluntad de ser totalmente de Cristo. Si el martirio al final es un acto heroico, la virginidad es el resultado de una larga amistad con Jesús en la escucha constante de su palabra, en el diálogo de la oración, en el encuentro eucarístico”.
“Inés, aún joven, había entendido que ser discípulos del Señor quiere decir amarlo, involucrando toda la existencia. Esta doble titulación --Virgen y Mártir--, trae a nuestra reflexión que un testigo creíble de la fe debe ser una persona que vive para Cristo, con Cristo y en Cristo, transformando la propia vida según las exigencias más altas de la gratuidad”, señaló el papa.
Afirmó que también la formación del sacerdote requiere integridad, plenitud, ejercicio ascético, constancia y fidelidad heroica en todos sus aspectos: “en el fondo –dijo- debe haber una sólida vida espiritual animada por una relación intensa con Dios a nivel personal y comunitario, con especial atención a las celebraciones litúrgicas y en la frecuencia de los sacramentos.
La vida sacerdotal, dijo Benedicto XVI, “exige un creciente anhelo de santidad, un claro sensus Ecclesiae y una apertura a la fraternidad sin exclusiones ni parcialidad. Del camino de santidad del sacerdote forma parte también su decisión de elaborar --con la ayuda de Dios, de su inteligencia y empeño--, una verdadera y sólida cultura personal, fruto de un estudio apasionado y constante”.
“La fe –explicó el papa- tiene su propia dimensión racional e intelectual que le es esencial. Para un seminarista y para un sacerdote joven que se esfuerza en el estudio académico, se trata de asimilar la síntesis entre fe y razón que es propia del cristianismo”.
“La Palabra de Dios se hizo carne --añadió--, y el presbítero, verdadero sacerdote del Verbo Encarnado, de ser cada vez más transparencia luminosa y profunda, de la Palabra eterna que nos ha sido dada”.
“Quién es maduro, incluso en esta formación cultural global, puede ser un eficaz educador y promotor de aquella adoración 'en Espíritu y verdad' de la que habla Jesús a la samaritana (cf. Jn 4,23)”, subrayó Benedicto XVI.
Tal adoración, que se forma por la escucha de la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo, señaló el santo padre, “está llamada a ser, sobre todo en la liturgia, el rationabile obsequium, del cual habla el apóstol Pablo, un culto en el cual el hombre mismo, en su totalidad de un ser dotado de razón, se vuelve adoración, glorificación del Dios vivo, y que puede ser alcanzada no adecuándose a este mundo, sino dejándose transformar por Cristo, renovando nuestra forma de pensar, para poder discernir la voluntad de Dios, lo bueno, lo agradable, lo perfecto (Rom 12,1-2)”.
Concluyó el papa asegurando a los estudiantes presentes que “la Iglesia espera mucho de los jóvenes sacerdotes en la obra de evangelización y de nueva evangelización”.
Y les animó a que “en la fatiga cotidiana, enraizados en la belleza de la tradición auténtica, unidos profundamente a Cristo”, sean capaces de llevarlo a sus comunidades “con verdad y alegría”.