OMA, lunes, 28 febrero 2005 (ZENIT.org).- El estado vegetativo es un «término despectivo» que implica falta de humanidad, advierte en esta entrevista concedida a Zenit el doctor Gian Luigi Gigli, presidente de la Federación Mundial de Asociaciones Médicas Católicas.
Este médico es coautor con el doctor judío Nathan D. Zasler
del libro «Tratamientos de mantenimiento de la vida en el estado vegetativo: avances científicos y dilemas éticos» («Life-sustaining treatments in vegetative state: scientific advances and ethical dilemas»), publicado en un número especial de la revista
«Neurorehabilitación», editada por Iospress. El volumen es el resultado de un congreso sobre el mismo tema.
--¿Qué se entiende por estado vegetativo y cual es la visión de la Iglesia?
--Gigli: El estado vegetativo se verifica en algunos pacientes al salir del coma, y se caracteriza por una condición prolongada de vigilancia sin aparente conciencia por parte del paciente de sí mismo o del entorno circunstante. La fisiopatología de esta molestia no está todavía clara, y las lesiones cerebrales que pueden provocarlo son de diferente tipo y en muchas zonas.
El paciente, incluso alternando el sueño con el estado de vela, no manifiesta respuestas dotadas de aparente sentido. No es una enfermedad terminal y no necesita máquinas para garantizar las funciones vitales. Sin embargo, necesita atención, en particular ser hidratado y alimentado, a veces con paciencia por la boca, más a menudo con una sonda o una cánula en la pared abdominal, el PEG (Percutaneous Endoscopio Gastrostomy).
Para la Iglesia el paciente en estado vegetativo es una persona humana, necesitada de curas cariñosas. La discusión que se ha dado entre moralistas e instituciones sanitarias católicas en los años pasados ha versado sobre la continuación indefinida de la hidratación y nutrición, aunque parezcan disminuir las esperanzas de una reanudación, aunque parcial, de la conciencia.
Algunos han visto la prolongación de la hidratación y la nutrición como un ensañamiento terapéutico, otros la han interpretado como eutanasia por omisión de la suspensión de las curas, considerando las consecuencias mortales que derivan inevitablemente.
Desde fuera de la Iglesia, las presiones de sociedades científicas, magistrados y algunos familiares son muy fuertes, como sucede con el caso de Terri Schiavo en los Estados Unidos, a favor de la suspensión de la hidratación y la nutrición. Son presiones basadas en la atribución de un escaso valor a la vida, cuando se reduce fuertemente su «calidad».
Sin embargo, también son muy fuertes las resistencias de quien ve en tales procedimientos un método subrepticio para autorizar de hecho la eutanasia en los países en los que está prohibida, extendiéndola luego, como ya está ocurriendo, a otras condiciones como las demencias, el retraso mental o el grave ictus.
--¿Hasta qué punto es «vegetativo» el estado vegetativo?
--Gigli: Más allá del término, que debería ser reformado por su carácter despectivo --parece aludir a una condición de falta de humanidad del paciente--, hay que reconocer que no se puede excluir una rudimentaria percepción del dolor, pues hay estudios que constatan la persistencia de procesos rudimentarios de reconocimiento y discriminación de los estímulos.
Una prueba indirecta de que existen dudas de orden neuroanatómico y neurofisiológico sobre la falta total de percepción del dolor en estos pacientes es la práctica común de someterles a sedación farmacológica durante los quince días en qué se realiza la muerte del paciente después de la suspensión de hidratación y nutrición.
El estado vegetativo se diagnostica demasiado a menudo con excesiva ligereza, con un alto porcentaje de diagnósticos equivocados, incluso dentro de instituciones sanitarias calificadas. En particular no hay que confundirlo con otras condiciones neurológicas en las que se da un estado de prolongada reducción de los niveles de conciencia.
--¿Qué dijo de nuevo Juan Pablo II sobre los tratamientos a los enfermos en estado vegetativo en su histórico discurso del pasado 20 de marzo?
--Gigli: El San Padre, en su como usted dice «histórico», pronunció palabras que sirven para aclarar malentendidos entre los católicos, evitando --por ejemplo-- suspender la hidratación y la nutrición en casos en los que no debería hacerse, como desafortunadamente ha ocurrido en algunos hospitales católicos norteamericanos.
A pesar de que se den muchos intentos de moralistas e instituciones sanitarias católicas para redimensionar el alcance de las palabras del Papa, su mensaje fue muy claro. Para el Papa el juicio sobre la calidad de la vida y sobre los costes de la asistencia no pueden prevalecer sobre el respeto debido a la vida del paciente.
La hidratación y la nutrición tienen que ser considerados medios ordinarios y proporcionados al objetivo que se proponen, el de de nutrir al paciente. Como tales son moralmente obligatorios, aunque sean suministrados a través de una cánula.
Para el Papa, el hecho de que se dé una elevada probabilidad de que el paciente no recobre la conciencia no puede justificar la interrupción de las atenciones básicas, comprendida la hidratación y la nutrición. De lo contrario, se da una eutanasia por omisión.
Además el Papa invitó también a elevar el nivel de civilización de nuestras sociedades apoyando con atenta solidaridad a las familias de los pacientes en estado vegetativo.
Tras las palabras del Papa, yo creo que para un médico, un enfermero o una institución sanitaria católica la nutrición y la hidratación pueden ser sólo interrumpidas si ya no logran su efecto, o si imponen graves cargas al paciente --que por otra parte parece tolerarlas de modo admirable durante años-- o a los familiares, algo que no debería ocurrir en países civiles, en los que la asistencia básica no debería ser un lujo.
--Usted escribe el libro junto al doctor Nathan Zasler, médico judío. ¿Hay un punto de encuentro entre católicos y judíos en el tema de la alimentación e hidratación en el estado vegetativo?
--Gigli: El mundo judío está muy diversificado. El artículo del rabino E. N. Dorff, que forma parte de la obra, aclara adecuadamente que para la mayoría de los rabinos ortodoxos y para muchos rabinos conservadores el médico tiene la obligación de hacer todo lo posible para mantener la vida del paciente en estado vegetativo.
Otros rabinos permiten el que no se establezcan los tratamientos, pero prohíben suspenderlos una vez encaminados.
En cambio, los judíos reformados y los secularizados tienden a decidir según la conciencia.
En líneas generales, sin embargo, parece que podríamos decir que la tradición judía es titubeante a la hora de suspender tratamientos como el de la hidratación y la alimentación, de las que depende la vida del paciente en estado vegetativo.
El Congreso y el volumen que ha derivado de éste demuestran ciertamente un gran respeto por las posiciones católicas por parte de ilustres estudiosos judíos.