Partes de esta serie: Juan Pablo II imparte en silencio la bendición del Domingo de Resurrección ·
Benito, abad IUDAD DEL VATICANO, domingo, 27 marzo 2005 (ZENIT.org).- Juan Pablo II impartió este Domingo de Resurrección la bendición «Urbi et Orbi» (a la ciudad y al mundo) en silencio, desde la ventana de su estudio, a pesar de que con todas sus energías trató de pronunciar las palabras de la fórmula trinitaria latina.
El Santo Padre, quien había pedido que le acercaran el micrófono, intentó en varias ocasiones hacer escuchar su voz sin lograrlo, sin importarle mostrar su frágil estado de salud ante 104 canales de televisión de 74 países, de los cuales 8 de mayoría musulmana.
El tremendo esfuerzo del Papa fue correspondido por los aplausos de las decenas de miles de peregrinos que llenaban la plaza de San Pedro del Vaticano, y que en muchos casos no pudieron contener las lágrimas.
Con gestos sinceros, el obispo de Roma, que se repone de la traqueotomía del 24 de febrero, pidió perdón en varias ocasiones por no poder pronunciar su saludo tan esperado y, sin esconder su tristeza, bendijo en varias ocasiones con la mano derecha.
El pontífice se asomó durante un casi un cuarto de hora, exponiéndose abiertamente al viento que azotaba el palacio apostólico en una mañana de inicios de primavera con el cielo cubierto.
Poco antes, en su Mensaje de Pascua, leído en su nombre por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, imploró la presencia de Cristo en la Eucaristía para un mundo flagelado por guerras, por catástrofes, por la miseria, y por el materialismo.
«Paz para la tierra consagrada por tu sangre y empapada con la sangre de tantas víctimas inocentes --exclamaba el texto--; paz para los Países de Oriente Medio y África, donde también se sigue derramando mucha sangre; paz para toda la humanidad, sobre la cual se cierne siempre el peligro de guerras fratricidas».
«Danos también a nosotros la fuerza de una solidaridad generosa con las multitudes que, aun hoy, sufren y mueren de miseria y de hambre, diezmadas por epidemias mortíferas o arruinadas por enormes catástrofes naturales», pidió el Papa en su mensaje a Jesús.
«Haz que el progreso material de los pueblos nunca oscurezca los valores espirituales que son el alma de su civilización», rogó antes de concluir.
En la misa de clausura de los ritos de la Semana Sana, Juan Pablo II fue sustituido por el cardenal Sodano, que presidió desde el atrio de la basílica vaticana, convertido en un auténtico jardín de flores amarillas y blancas, regalo al Papa de floricultores holandeses.
En las celebraciones de los días precedentes, el Santo Padre había sido sustituido por diferentes cardenales y sólo pudo aparecer en televisión (sin que se le viera el rostro) para participar desde su capilla privada en el Vía Crucis de la noche del Viernes Santo que se celebró en el Coliseo.
Ha sido la primera vez en sus más de 26 años de pontificado que el Papa no ha podido dirigir en decenas de idiomas (en torno a los sesenta) su felicitación por las Pascuas de Resurrección.
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Benito, abad