Entre los obispos de Jerusalén del siglo IV sólo uno alcanzó fama como escritor eclesiástico, Cirilo, el famoso autor de las célebres series de instrucciones catequéticas. No conocemos ni el lugar ni la fecha de su nacimiento, aunque se supone generalmente que nació en Jerusalén hacia el 315. De todos modos, fue nombrado obispo de aquella ciudad el año 348. Como le consagró el metropolitano de Cesarea, el obispo arriano Acacio, se despertó muy pronto la sospecha de que obtuvo su nombramiento por concesiones hechas al arrianismo. Sócrates (Hist. eccl. 2.38) y Sozomeno (Hist. eccl. 4,20) van aún más allá y afirman que el predecesor de Cirilo, Máximo, fue expulsado por su ortodoxia y que Cirilo se introdujo de manera intrusa como arrianizante. Pero contra estas afirmaciones están las de Teodoreto (Hist. eccl. 2,22) y de la carta sinodal del concilio de Constantinopla del año 382 (ibid., 5,9). El hecho es que poco después de su consagración sobrevino un conflicto entre Cirilo y Acacio, y los arrianos empezaron a atacar al obispo de Jerusalén como confesor y defensor de la fe nicena. Fue arrojado de su sede por tres veces. Primeramente le depusieron en un concilio de Jerusalén, el año 357, y se refugió en Tarso. Después que el concilio de Seleucia le restableció al año siguiente, Acacio le desterró nuevamente el 360; pero, cuando subió al trono Juliano, le permitieron volver a sede·. Aunque Acacio murió el año 366, el destierro más largo de Cirilo no había ocurrido aún. El año 367, el emperador Valente le privó una vez más de su sede; no pudo volver a ella hasta once años más tarde (378), después de la muerte del príncipe. Tomó parte, el 381, en el segundo concilio ecuménico de Constantinopla. Probablemente murió el 18 de marzo del 387, el mismo día en que celebran su fiesta los calendarios litúrgicos del Oriente y del Occidente. (Quasten).
En su conjunto, la obra de Cirilo constituye uno de los documentos catequéticos más importantes de la época patrística. Dada la importancia que tuvo el desarrollo de los distintos Credos, pero que fueron idénticos en lo esencial, es muy lógica la estructura general de las Catequesis. Por otra parte, es sorprendente el detalle con que se cita la Escritura. La excelente trabazón del desarrollo argumental, aunque a veces lleve a Cirilo a ciertas digresiones quizá no necesarias, permite percibir una extraordinaria agilidad en el manejo de la Escritura. Tal vez un lector que conozca a fondo la teología de Pablo y sus ejes centrales: el cristocentrismo, la antropología cristiana, el pecado y la gracia, fe y justificación, etc., eche de menos una mayor influencia del Apóstol en las exposiciones de Cirilo. Pero es que Cirilo es más bien un testigo de hasta dónde había llegado la conciencia dogmática de la Iglesia, en la cual había sido necesario consumir demasiadas energías en las disputas cristológicas y trinitarias.