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El Testigo Fiel
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Documentación: La escuela de Alejandría
Cuando, a fines del siglo I, el cristianismo se estableció en la ciudad de Alejandria, entró en contacto estrecho con los desarrollos ya existentes de relación entre la religión, especialmente la religión judía, y el mundo helenístico. Como consecuencia, se suscitó un vivo interés por problemas de tipo teórico, que condujo a la fundación de una escuela teológica. La escuela de Alejandría es el centro más antiguo de ciencias sagradas en la historia del cristianismo. El medio ambiente en que se desarrolló le imprimió sus rasgos característicos: marcado interés por la investigación metafísica del contenido de la fe, preferencia por la filosofía de Platón y la interpretación alegórica de las Sagradas Escrituras. Entre sus alumnos y profesores se cuentan teólogos famosos como Clemente, Orígenes, Dionisio, Pierio, Pedro, Atanasio, Dídimo y Cirilo.
Grupo: temas
Año de referencia: 200
Introducción:

Hacia el año 200, la literatura eclesiástica da muestras de un desarrollo extraordinario y toma, además, una orientación totalmente nueva. La producción literaria del siglo II estuvo condicionada por la lucha que sostuvo la Iglesia con sus perseguidores. Por eso los escritos de este período se caracterizan por la defensa y el ataque; son escritos apologéticos y antiheréticos. Sin embargo, el valor permanente de estos autores primitivos está en los servicios que prestaron a la teología poniendo sus primeras bases. Al defender la fe con las armas de la razón, prepararon el camino al estudio científico de la revelación.

 

Ningún escritor cristiano había intentado todavía considerar el conjunto de la doctrina cristiana como un todo, ni presentarlo de una manera sistemática. Ni siquiera la obra de San Ireneo, a pesar de sus grandes méritos, permite decidir la cuestión de si la literatura cristiana ha de limitarse a ser un arma contra el enemigo o bien convertirse en instrumento de trabajo pacífico en el interior de la Iglesia. A medida que la nueva religión iba penetrando en el mundo antiguo, cada vez se iba sintiendo más la necesidad de exponer sus creencias de una manera ordenada, completa y exacta. Cuanto más crecía el número de los conversos en las clases cultas, tanto más imperiosa se hacía la necesidad de dar a estos catecúmenos una instrucción a la altura de su medio ambiente y de formar maestros para este fin. Así fue como se crearon las escuelas teológicas, cuna de la ciencia sagrada. Surgieron primeramente en Oriente, donde había nacido y se había difundido mayormente el cristianismo. La más famosa de todas y la que mejor conocemos es la de Alejandría, en Egipto. Esta ciudad, fundada por Alejandro Magno el año 331 antes de Cristo, era centro de una brillante vida intelectual mucho antes de que el cristianismo hiciera su aparición. Allí fue donde nació el helenismo: la fusión de las culturas oriental, egipcia y griega dio origen a una nueva civilización. La cultura judía encontró también allí terreno propicio. Fue en Alejandría donde el pensamiento griego influyó más profundamente sobre la mentalidad hebrea. Allí se compuso la obra que constituye el principio de la literatura judío-helenística, los Setenta. Fue también en Alejandría donde vivió el escritor que llevó esta literatura a su apogeo: Filón; firmemente convencido de que las enseñanzas del Antiguo Testamento podían combinarse con las especulaciones griegas, elaboró una filosofía religiosa en la que realiza esta síntesis.

El método alegórico había sido utilizado desde hacía mucho tiempo por los filósofos griegos en la interpretación de los mitos y fábulas de los dioses, que aparecen en Homero y Hesíodo. De esta manera, Jenófanes, Pitágoras, Platón, Antístenes y otros trataron de encontrar un significado profundo en esas historias, cuyo sentido literal ofendía a los oídos. Este sistema fue adoptado principalmente por los estoicos. El primer representante judío de la exégesis alegórica es el alejandrino Aristóbulo, hacia la mitad del siglo II antes de Cristo. Su formación helenística le indujo a aplicar este sistema al Antiguo Testamento igual que se hacía en la interpretación de la poesía griega. La Epístola de Aristeas recurre al mismo procedimiento para justificar las prescripciones de la Ley Antigua sobre los alimentos. Pero fue, sobre todo, Filón de Alejandría quien se sirvió de la alegoría para la explicación de la Biblia. Según él, el sentido literal de la Sagrada Escritura es tan sólo lo que la sombra con respecto al cuerpo. La verdad auténtica está en el sentido alegórico más profundo. Los pensadores cristianos de Alejandría adoptaron este método, porque estaban convencidos de que la interpretación literal es, a menudo, indigna de Dios. Y si Clemente lo usó con frecuencia, Orígenes lo erigió en sistema. Sin alegoría, ni la teología ni la exégesis habrían realizado al principio los enormes adelantos que hicieron. En la época de Clemente y de Orígenes, y en el corazón mismo de la cultura helenística, tuvo la gran ventaja de abrir un vasto campo a la teología incipiente y permitir que la revelación entrara en contacto fecundo con la filosofía griega. Contribuyó, además, a resolver el problema más importante que se le había planteado a la Iglesia primitiva, a saber, la interpretación del Antiguo Testamento. La autoridad de San Pablo le aseguraba un origen legítimo (Gal. 4,24; 1 Cor. 9,9).

(Quasten: Patrología, tomo I)

 

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