El «A Diogneto» es un escrito breve que ha motivado comentarios entusiastas por su elegancia y sencillez lingüística y el arte con que utiliza los recursos de la retórica tradicional. Tiene expresiones muy logradas y afirmaciones capitales sobre el papel de los cristianos en la obra cósmica y en la historia. Más que una carta (añadidura del primer editor) es un discurso o tratado. Su contenido se desarrolla en una apología contra los paganos y judíos, seguida por el famoso pasaje sobre el papel de los cristianos en el mundo y una catequesis somera, como contrapartida positiva de la apología. Culmina en una exhortación. La fecha del documento ha sido muy controvertida; pero los contactos con los otros escritos de los apologistas del s. II permiten colocarlo con mayor probabilidad en el s. II que en el III. Los capítulos apologéticos ofrecen semejanzas con Predicación de Pedro y Arístides. Los capítulos catequéticos y la exhortación muestran más analogías con Hipólito y Clemente Alejandrino. Todo esto permite fechar el documento entre el 190 y el 200. (Trevijano)
El llamado «Anónimo antimontanista» es un escrito conservado por Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica (V, 16,1-17,4) dirigido contra el montanismo, herejía nacida en el año 170, y que estaba a fines del siglo II en plena expansión. Una de las características del Montanismo era depender de los éxtasis de sus profetisas. Pero la Iglesia oficial también tenía profetas, por lo que la distinción no era sencilla.
«Obispo de Asia, autor de una obra contra Montano, Prisca y Maximila. Jerónimo lo menciona» (Vidal)
Primer apologista cristiano que redactó una apología completa del cristianismo frente al judaísmo, la «Discusión entre Jasón y Papisco acerca de Cristo». Desgraciadamente la obra, en la que conversa el judeo-cristiano Jasón con el judío alejandrino Papisco, se ha perdido. Debió ser redactada en torno al 140, y el uso de la exégesis alegórica que, al parecer, se daba en la misma, apunta a un origen alejandrino. (Vidal)
Uno de los apologistas griegos. Aunque contemporáneo de Taciano, no sabemos nada de su vida y las identificaciones que se han hecho con otros personajes de este mismo nombre operan en el terreno de la conjetura.
Sus obras son:
1. Súplica (o legación) en favor de los cristianos, escrita en el 177, dirigida a Marco Aurelio y a Cómodo; en ella niega las acusaciones de canibalismo, ateísmo e incesto dirigidas contra los cristianos.
2. Acerca de la resurrección de los mártires, destinada a probar con argumentos de la razón la doctrina de la resurrección. (Vidal)
Cayo fue un escritor de finales del siglo II y comienzos del III, escribió un «Diálogo contra Proclo» (escritor montanista), en el que, a las pretensiones de éste, que se basaba en la autoridad de las hijas de Felipe el evangelista (quizás Felipe el diacono), opone él la incomparable autoridad de los apóstoles Pedro y Pablo.
Clemente de Alejandría nació probablemente en Atenas hacia el año 150, de padres paganos. Recibió una buena educación literaria y filosófica al gusto de la época. No tenemos información alguna acerca de su conversión al cristianismo; sólo sabemos que su aceptación de la fe no disminuyó en nada su infatigable curiosidad intelectual, y que, siendo ya cristiano, viajó por Italia, Siria y Palestina, para instruirse de los maestros cristianos más renombrados. Finalmente pasó a Alejandría donde encontró al maestro que deseaba en la persona del filósofo cristiano Panteno, de quien dice Clemente que “como abeja recogía el néctar de las flores que esmaltan el campo de los profetas y los apóstoles, engendrando en el alma de sus oyentes una ciencia inmortal.” De discípulo pasó pronto a ser asociado y colaborador de Panteno, a quien sucedió en su muerte como mentor intelectual de los círculos cristianos cultos de Alejandría. Murió en 215/16. (J. Vives)
La edad de oro de la literatura patrística se abre con la espléndida producción del «Padre de la Historia Eclesiástica», Eusebio de Pánfilo, obispo de Cesarea de Palestina. Combina el máximo interés por el pasado con una participación muy activa en la tarea de dar forma al presente. Es, a la vez, historiador y controversista, una figura sobresaliente en las luchas religiosas de su tiempo, uno de los últimos apologistas y primer cronista y archivero de la Iglesia. Refleja con más fidelidad que ningún otro autor los cambios radicales que se estaban realizando en la historia del mundo en esta época. Es un representante típico de la era que vio aparecer al primer emperador cristiano.
Nació en Oriente de familia muy posiblemente judía. Convertido al cristianismo, preocupado por la difusión del gnosticismo visitó Roma durante el episcopado de Aniceto (154-165) y siguió allí hasta el de Eleuterio (174-189). Aprovechó asimismo aquella visita para compilar información sobre la enseñanza de las iglesias principales y de manera destacada la de Roma. Sus escritos sólo nos han llegado de manera fragmentaria. (Vidal)
Escrito clasificado entre los denominados Padres Apostólicos, otros autores, como Quasten, prefieren considerarlo un apocalipsis apócrifo, lo que no deja de ser discutible. El autor era posiblemente judío convertido al cristianismo y de vida familiar desdichada. La obra narra diversas visiones experimentadas por Hermas en Roma, posiblemente en la época de Clemente, pero cuya redacción final tuvo lugar en el pontificado de Pío I.
Ireneo, Tertuliano -en su período montanista- y Orígenes consideraron la obra inspirada y formando parte de la Sagrada Escritura. En Occidente, no obstante, no fue muy conocida. El Fragmento Muratoriano habla de que sólo podía leerse en privado, pero Orígenes nos ha dejado noticia de que también se leía en público en algunas iglesias. (Vidal)
Apologeta desconocido, autor de una sátira sobre los filósofos, con escasa evidencia interna y externa que permita fecharla. Siquiendo a Quasten la colocamos hacia el 200.
El año 177, se levantó en Lyon, en las Galias, una terrible persecución en la que sufrieron martirio el obispo de aquella sede, Potino, con 47 compañeros de ambos sexos.
De esta gesta se conserva, por haberla transmitido Eusebio en su Historia Eclesiástica, una carta que la Iglesia de Lyon escribe a las iglesias de Asia y Frigia, dando cuenta de los hechos.
La Didajé o Doctrina de los Doce Apóstoles -el término griego Didajé significa doctrina- constituye, sin lugar a dudas, uno de los descubrimientos literarios más importantes de los tiempos modernos. Olvidada durante siglos en antiguas bibliotecas, esta obra fue descubierta en Constantinopla en el año 1873 por el arzobispo Filoteo Briennios.
Además de este texto griego descubierto por Briennios, se conservan fragmentos de traducciones al latín, árabe, copto, georgiano y siríaco. Desde su publicación diez años más tarde, esta obra ha sido objeto de numerosos estudios y motivo de largas controversias. Su fecha de composición es del todo insegura, y algunos piensan que fue escrita aún antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70 (Audet) mientras que otros opinan que pertenece al siglo tercero (Colson). De hecho, parece haber sido escrita a fines del siglo primero o principios del segundo, aunque utilizando algunos materiales anteriores. Su lugar de composición sería entonces alguna pequeña comunidad de Siria o Palestina, apartada de las corrientes centrales del pensamiento cristiano. (J. González)
De Melitón, obispo de Sardes, en el Asia Menor, casi no se sabía hasta hace poco más que el testimonio que nos había transmitido la posteridad, según el cual había vivido santamente en virginidad y lleno del Espíritu Santo, dejando más de una veintena de escritos llenos de sabiduría. Tales escritos se habían dado por perdidos y no se conocía de ellos más que los títulos que habían conservado los historiógrafos antiguos, y algunas breves citas. Pero en 1940 se han descubierto dos códices papiráceos procedentes de las arenas de Egipto que contienen un discurso sobre la Pascua que ha sido atribuido casi con general consentimiento a Melitón. (J. Vives)
La liturgia de las horas de Jueves Santo y de la octava pascual utiliza este texto.
El retórico Milcíades nació en el Asia Menor. Fue contemporáneo de Taciano y, probablemente, al igual que él, discípulo de Justino. Desgraciadamente, todos sus escritos se han perdido. Tertuliano (Adv. Valent. 5) e Hipólito (Eusebio, HE V 28,4) atestiguan que defendió el cristianismo contra los paganos y herejes. (Quasten)
La escuela de Alejandría llegó a su apogeo bajo el sucesor de Clemente, Orígenes, doctor y sabio eminente de la Iglesia antigua, hombre de conducta intachable y de erudición enciclopédica, uno de los pensadores más originales de lodos los tiempos.
Gracias al interés particular que le dedicó el historiador Eusebio, poseemos más datos biográficos de su persona que de ningún otro teólogo anterior. Eusebio consagra a Orígenes una gran parte del libro sexto de su Historia Eclesiástica.
El primer director de la escuela de Alejandría de quien se tienen noticias es Panteno.
Obispo de Hierápolis en el Asia Menor. Según Ireneo fue amigo de Policarpo de Esmirna y llegó a escuchar la predicación de san Juan. Con todo, el hecho de que hable de un Juan apóstol y de otro discípulo no permite discernir realmente a cuál escuchó. Obras: Fue autor de una Explicación de los dichos del Señor hacia el 130 si bien nos han llegado escasísimos fragmentos de esta obra. Poco sabemos de la teología de este autor aun cuando resulta evidente que mantuvo una postura en escatología favorable al milenarismo. (Vidal)
Sobre Polícrates, obispo de Éfeso, apenas tenemos las noticias que se desprenden del fragmento conservado por Eusebio en su Historia Eclesiástica, de la carta al papa Víctor en torno al conflicto cuartodecimano (del que ya se ha hecho mención en otros Padres contemporáneos).
Esta carta, respuesta a una de Víctor, fue escrita hacia el año 191; no se conocen otros escritos del autor.
En la obra de Ireneo «Contra las Herejías» se cita a un presbítero (literalmente "anciano", pero es difícil deducir del contexto si se refiere al significado literal o al ministerio eclesiástico) anónimo (de nombre desconocido para el propio Ireneo), que escribió un poema contra el hereje Marcos. Ireneo transcribe el poema en el contexto de su presentación de esta herejía.
Naturalmente, no hay ninguna fecha de referencia, como no sea ser anterior a Ireneo. Lo ubicamos tentativamente hacia el 180.
Los «Oráculos de Sexto» son una colección de máximas morales atribuidas al filósofo pitagórico Sexto. Al parecer, un autor cristiano —quizá de Alejandría— las revisó a finales del s. II. Dado el parecido de algunas de las máximas con el pensamiento de Clemente de Alejandría, se ha pensado en la posibilidad de que él hubiera sido el revisor de las sentencias. (Vidal)
Escrito del grupo denominado Padres Apostólicos. La obra gozó de un enorme predicamento, y algunos autores, como Orígenes, llegaron a considerarla canónica. Escrita en torno al 131 (menciona la destrucción de Jerusalén por Adriano), desconocemos quién fue su autor -desde luego no el Bernabé bíblico- pero parece existir un cúmulo de argumentos favorables a la redacción por parte de un judeocristiano, quizá alejandrino, en todo caso con elementos helenizantes. La posible atribución a un discípulo del apóstol Pablo explica el que algunos autores la consideren como una epístola apócrifa. (Vidal)
En los dos manuscritos que contienen el texto griego de la epístola auténtica de Clemente, lo mismo que en la versión siríaca, hallamos adjunta una segunda epístola dirigida igualmente a los corintios. Pero este documento ni es una carta ni la escribio Clemente. Son prueba suficiente su forma literaria y su estilo. Sin embargo, la obra ofrece gran interés. Es el más antiguo sermón cristiano que existe. (Quasten)
Hay dos cartas sobre la virginidad, dirigidas a personas célibes de ambos sexos, que han llegado hasta nosotros bajo el nombre de Clemente de Roma. De hecho, pertenecen a la primera mitad del siglo III y se hace mención de ellas, por primera vez en la literatura, en los escritos de Epifanio (Haer. 30,15) y de Jerónimo (Adv. Jovin. 1,12). (Quasten)
Rodón vivió a fines del siglo II; era originario de Asia, pero parece haber desarrollado su actividad en Roma, como discípulo de Taciano, y polemista contra distintas tendencias marcionitas. En particular se evoca su disputa con el marcionita Apeles, de la que A. Harnack, según señala Quasten, decía que había sido «la más importante disputa religiosa de la historia.»
Obispo de Hierápolis en la época de Marco Aurelio (161- 180). Eusebio le atribuye un Discurso al emperador Marco Aurelio, cinco libros Contra los griegos, dos libros Acerca de la verdad, dos libros Contra los judíos y algunos tratados Contra los montanistas (HE IV, 27) pero no nos ha llegado ninguna de sus obras. Asimismo, a juzgar por los datos contenidos en el Cronicón Pascual, escribió una obra, también perdida, Acerca de la Pascua, de la que sobreviven algunas citas. (Vidal)
La apología de Arístides de Atenas es la más antigua que se conserva. Eusebio en su Historia eclesiástica, después de sus observaciones acerca de Cuadrato, prosigue: “También Arístides, varón fiel en la profesión de nuestra religión, dejó, igual que Cuadrato, una apología de la fe, dirigida a Adriano. Su escrito está también en manos de muchos.” Eusebio nos dice en otro lugar que Arístides fue un filósofo de la ciudad de Atenas. (Quasten)
Cirilo de Jerusalén, declarado doctor de la Iglesia en 1882, fue obispo de la ciudad durante un largo período. Nació hacia el año 314 en Jerusalén o en sus alrededores. Fue hombre de amplia cultura, como manifiesta el uso que hace del lenguaje, de la filosofía y de sus conocimientos—en los moldes de la época—de ciencias naturales. Debió estar muy bien dotado para la oratoria. La obra más conocida suya son las Catequesis, pronunciadas en Jerusalén el año 347 o 348. Entre estas fechas y el año 351 debe colocarse su ordenación como obispo de Jerusalén, de modo que no se sabe con certeza si las catequesis las impartió siendo ya obispo o sólo presbítero.
«Tercer sucesor de Pedro en Roma a juzgar por la lista de obispos romanos citada por Ireneo. Eusebio fija el inicio de su pontificado en el año doce de Dominicano (92) y su final en el tercero de Trajano (101). Algunas fuentes afirman que fue consagrado por el mismo apóstol Pedro pero que, por razones de convivencia, habría renunciado en favor de Lino y retomado el puesto tras Anacleto. Los intentos de historiar su vida han resultado vanos hasta la fecha.» (Vidal)
El apologista cristiano más antiguo. Los únicos datos que tenemos sobre él se hallan en Eusebio. Dirigió una Apología a Adriano donde defiende a los cristianos a partir de las obras portentosas realizadas por Cristo, antes y después de la resurrección, de las cuales había aún testigos en la época de la redacción de la obra. La apología pudo ser presentada al emperador hacia el 123-124 o el 129 coincidiendo con un viaje de éste a Asia Menor. (Vidal)
El más célebre entre los discípulos de Orígenes fue Dionisio, de Alejandría. Cuando Orígenes abandonó Alejandría, le sucedió Heracles como jefe de la escuela catequística y, a la muerte de Demetrio, subió a la cátedra episcopal de Alejandría. Su sucesor en ambos cargos fue Dionisio (248-265). Sus padres eran paganos en buena posición económica. A la fe cristiana le llevaron, al parecer, su afán de lectura y su amor a la verdad. (Quasten)
Obispo en la segunda mitad del s. II cuya correspondencia, a juzgar por los datos proporcionados por Eusebio, debió de gozar de gran predicamento en su época, hasta el punto de que diversos herejes intentaron falsificarla. (Vidal)
Entre los obispos no romanos, Dionisio de Corinto es un escritor prominente. Escribió una carta al papa Sotero hacia el año 170. Eusebio (Hist. eccl. 4,23) da un resumen de ocho cartas suyas. Como no queda ningún escrito de Dionisio, la relación de Eusebio es de sumo interés. (Quasten)
Gregorio de Nisa no fue un extraordinario administrador y un legislador monástico como Basilio, ni un predicador y poeta atrayente como Gregorio de Nacianzo. Pero como teólogo especulativo y místico fue, sin duda, el mejor dotado de los tres grandes Capadocios.
Clasificado dentro de los Padres apostólicos, Ignacio fue obispo de Antioquía, siendo condenado durante el reinado de Trajano (98-117) al suplicio de las fieras.
De camino a Roma desde Siria redactó siete epístolas dirigidas a las comunidades cristianas de Efeso, Magnesia, Tralia, Filadelfia, Esmirna, Roma y a Policarpo de Esmirna. (Vidal)
Ireneo era oriundo de Asia Menor, y hubo de nacer por los alrededores del año 140. Pasó su infancia en Esmirna, donde aprendió la doctrina cristiana de labios del santo obispo Policarpo, discípulo de Juan el apóstol.
Sin que sepamos cuándo ni cómo, Ireneo pasó a occidente, y se estableció en Lyón de las Galias, donde era presbítero cuando, el año 177, se levantó una terrible persecución en la que sufrieron martirio el obispo de aquella sede, Potino, con muchos de sus fieles. Poco después fue elegido Ireneo para suceder a Potino. La actividad de Ireneo se dirigió principalmente a combatir distintas formas de desviación de la doctrina cristiana, que se presentaban bajo la forma de gnosis o sabiduría superior de los misterios de la fe. (J. Vives)
Se desconoce la fecha de su muerte; el año 195 es el último del que hay referencias.
Era Justino natural de la región de Samaria, de la antigua ciudad de Siquem, que llevaba por entonces el nombre de Flavia Neápolis. Filósofo por vocación, llegó al cristianismo tras una peregrinación intelectual que él mismo narra en su Diálogo con Trifón. Murió mártir, probablemente hacia el año 165. (J. González)
Policarpo fue discípulo de San Juan. A principios del siglo primero, cuando Ignacio pasó por Esmirna camino al martirio, Policarpo era obispo de la iglesia en aquella ciudad. En el año 155, Policarpo fue a Roma a entrevistarse con el obispo Aniceto con motivo de la controversia pascual. Poco después de su regreso a Esmirna, posiblemente en febrero del año 156, Policarpo sufrió el martirio en la ciudad donde por tantos años había dirigido la grey cristiana. San Ireneo, quien algunos años más tarde llegó a ser obispo de Lyón en las Galias, fue su discípulo. (J. González)
Se conservan una Epístola de San Policarpo a los Filipenses, escrita en conexión con el martirio de Ignacio. Además, Eusebio ha hecho llegar hasta nosotros una carta de Ireneo al obispo romano Víctor en la que nos narra la entrevista que por el año 155 sostuvo Policarpo con Aniceto en ocasión de la controversia pascual. Finalmente, se conserva una carta de la iglesia de Esmirna que relata el martirio de Policarpo.
Fue el octavo obispo de Antioquía. Su episcopado coincide, más o menos, con el reinado de Septimio Severo (193 a 211). las obras cuyos nombres han llegado a nosotros son: la Carta a Poncio y Carico, sobre la herejía montanista, y la Carta a la comunidad de Rhossos, en Cilicia, sobre el docetismo del evangelio apócrifo de Pedro.
Teófilo fue, según la tradición, el sexto obispo de Antioquía de Siria. Había recibido una buena formación literaria en el paganismo, y se convirtió, según él mismo explica, por el estudio de las Escrituras sagradas. De él se conserva un escrito apologético dirigido a su amigo Autólíco y dividido en tres libros. En él da muestras de su conocimiento tanto de los autores paganos como de las Escrituras. (J. Vives)
Taciano, de origen sirio, se convirtió, al parecer, en Roma, y fue discípulo de san Justino. Se conserva de él un Discurso contra los griegos en el que se lanza a atacar el politeísmo y la filosofía pagana de una manera vehemente y extremosa que muestra bien su radicalismo y virulencia de carácter. Llevado de este radicalismo llegó a abandonar la doctrina común de la Iglesia y fundó una especie de secta puritana de tendencias gnósticas, que fue llamada de los encratitas o continentes, en la que se practicaba una total abstención de carnes, y de bebidas alcohólicas, se condenaba absolutamente el matrimonio y hasta se llegó a sustituir el vino por el agua en la celebración de la eucaristía. Son de particular interés, para el desarrollo teológico, sus ideas acerca de la generación del Verbo — que preanuncian los desarrollos ulteriores de Tertuliano y san Agustín — así como su elaboración de la doctrina de la inmortalidad y de la resurrección. (J. Vives)
El fragmento muratoriano es uno de los importantes testimonios de la formación del canon del NT; la lista más antigua de este canon que poseemos. Un aspecto valioso es que estuvo perdido durante siglos, hasta que fue descubierto por Ludovico Antonio Muratori (1672-1750), padre de la historiografía italiana, y publicado en 1740. Es decir que ha influido escasamente en la formación de las listas canónicas, pero muestra una gran coincidencia con los listados posteriores.
San Agustín es, sin duda, el más grande de los Padres y uno de los genios más eminentes de la humanidad. Su influencia sobre la posteridad ha sido continua y profunda Es importante conocer con exactitud los datos de la vida de Agustín, sobre todo los relativos a su vuelta a la fe católica. Agustín mismo se ha «confesado» a menudo y además de él nos ha dejado una biografía de gran valor su discípulo y amigo Posidio. (Agostino Trape)
«Obispo muy esclarecido en santidad y doctrina, que gobernó sabiamente la Iglesia en tiempos difíciles, consolidó la fe de los cristianos en medio de tribulaciones, y, en tiempo del emperador Galieno, después de sufrir un penoso exilio, consumó su fe en el martirio, decapitado por orden del procónsul ante gran concurrencia de pueblo.» (Martirologio Romano)
«Por sus capacidades, por el papel que desempeñó en su tiempo y, sobre todo, por el influjo ejercido posteriormente, Isidoro de Sevilla aparece como el más grande escritor y organizador de todo el Occidente en los siglos VI y VII». Es considerado habitualmente como el último de los Padres latinos, y con él tenemos el «terminus ad quem» de nuestra colección patrística.
Quinto Septimio Florencio Tertuliano, natural de Cartago, nació hacia el año 155. Su padre era un centurión de la cohorte proconsular. Eran paganos tanto el padre como la madre. Tertuliano tenía una sólida formación jurídica y adquirió gran fama como abogado en Roma. Con toda probabilidad hay que identificarle con el jurista Tertuliano, de quien citan varios pasajes los digestos del Corpus Iuris Civilis. Después de su conversión, ocurrida hacia el 193, se estableció en Cartago, e inmediatamente puso toda su cultura jurídica, literaria y filosófica al servicio de la fe cristiana. Por Jerónimo (De vir. ill. 53) sabemos que fue ordenado sacerdote. El no hace mención nunca de su estado clerical, pero su posición única y su preponderante papel de maestro difícilmente se podrían explicar si hubiera permanecido siempre en el laicado. Fue entre los años 195-220 cuando desplegó su actividad literaria. El gran número de escritos que compuso durante este tiempo han ejercido una influencia duradera sobre la teología. Hacia el año 207 pasó abiertamente a la herejía montanista, y llegó a ser jefe de una de sus sectas, llamada de los tertulianistas, que perduró en Cartago hasta la época de San Agustín. Se desconoce el año de su muerte, que debió de ocurrir después del 220.
Excepción hecha de San Agustín, Tertuliano es el más importante y el más original de los autores eclesiásticos latinos. Combina un profundo conocimiento de la filosofía, de las leyes y de las letras latinas y griegas con un vigor inagotable, con una retórica inflamada y una sátira mordaz. Su actitud no admite compromisos. Luchador empedernido, no concede tregua a sus enemigos, sean paganos, judíos, herejes o, más tarde, católicos. (Quasten)
Se trata de un autor cuya identidad precisa es difícil de determinar; por una parte nos encontramos con una gran cantidad de textos puestos bajo su nombre -casi un centenar entre cartas, comentarios bíblicos, tratados, exhortaciones-, y por otra parte carecemos de información precisa acerca de su persona, pues Juan el Solitario es un autor cuyas obras no nos permiten recabar casi ninguna información biográfica ni cronológica.
Recogemos en un mismo título la lista propuesta por Quasten de los obispos que comienzan la lucha contra las grandes corrientes heréticas que se abren paso en al segunda mitad del siglo II, principalmente montanistas y gnósticos. Esta lucha episcopal se continuará con la lucha teológica llevada adelante ante todo por Ireneo.
Se trata de los santos Sotero (obispo de Roma, 166-174), Eleuterio (obispo de Roma, 174-189), Víctor I (obispo de Roma, 189-198), Ceferino (obispo de Roma, 198-217) y Pinito (obispo de Cnosos, segunda mitad del siglo II),
Cuando, a fines del siglo I, el cristianismo se estableció en la ciudad de Alejandria, entró en contacto estrecho con los desarrollos ya existentes de relación entre la religión, especialmente la religión judía, y el mundo helenístico. Como consecuencia, se suscitó un vivo interés por problemas de tipo teórico, que condujo a la fundación de una escuela teológica. La escuela de Alejandría es el centro más antiguo de ciencias sagradas en la historia del cristianismo. El medio ambiente en que se desarrolló le imprimió sus rasgos característicos: marcado interés por la investigación metafísica del contenido de la fe, preferencia por la filosofía de Platón y la interpretación alegórica de las Sagradas Escrituras. Entre sus alumnos y profesores se cuentan teólogos famosos como Clemente, Orígenes, Dionisio, Pierio, Pedro, Atanasio, Dídimo y Cirilo.
Hasta mediados del siglo IV, la provincia de Capadocia no produjo a los tres grandes teólogos, Basilio de Cesarea, su amigo Gregorio de Nacianzo y su hermano Gregorio de Nisa, a quienes llamamos «los tres grandes Capadocios». En esta espléndida tríada, la obra teológica de Atanasio encontró su continuación y llegó a su cumbre. A su muerte, la derrota del arrianismo y la victoria gloriosa de la fe nicena estaban ya a la vista. Su contribución al progreso de la teología, a la solución del problema «helenismo y cristianismo», al restablecimiento de la paz y a la expansión del monaquismo tuvieron una influencia duradera en la Iglesia universal. (Quasten)
Se llama Padres Apostólicos a los escritores cristianos del siglo I o principios del II, cuyas enseñanzas pueden considerarse como eco bastante directo de la predicación de los Apóstoles, a quienes conocieron personalmente o a través de las instrucciones de sus discípulos.