Toda nuestra fe está fundamentada en dogmas, podríamos ampliar y decir que -en principio- toda fe está fundada en dogmas. Los católicos recitamos los principales dogmas en el "Credo". A veces nos detenemos a pensar en lo que estamos diciendo, a veces lo repetimos al pasar, casi con descuido. Hasta no hace mucho se los recitaba en latín, y muy pocos entendían. No obstante son dogmas.
Se dice además que los creyentes creen saber de cosas que nadie puede saber, que son dogmáticos.
Lo cierto es que la palabra "dogma" no proviene -principal ni exclusivamente- del ámbito religioso; ni siquiera es una palabra de origen cristiano. Se podrá leer muchas veces en escritos antiguos (Pirrón, Diógenes Laercio, etc.) que cuando se refieren a lo que nosotros llamamos la "filosofía platónica", la denominan "los dogmas platónicos". Ya en la modernidad, Kant utiliza el término "dogmáticos" para, junto a "escépticos", definir las dos actitudes contrarias (por motivos opuestos) a la filosofía, cuya labor auténtica la llama "crítica". Por fin, en el habla cotidiana, utilizamos el término "dogmático" para referirnos a una persona cerrada en sus opiniones, sean éstas religiosas o no: "Discutamos libremente, no seas dogmático"
"Dogma" es palabra griega, es el participio pasado de un verbo de gran tradición en la filosofía y en la poesía griegas: "dokeo", de donde deriva también "doxa". "Dokeo" es "aparecer", tanto en su sentido negativo, y entonces su resultado es una "pura apariencia", como en su sentido positivo, y su resultado es la "manifestación plena" de algo. En la filosofía platónica se utiliza doxa para nombrar las opiniones que se quedan en lo exterior y no llegan a la verdad de las cosas (sentido negativo), mientras que en la Biblia es habitual utilizar este mismo término para nombrar la "Gloria" -la manifestación plena y actual- de Dios ("La palabra se hizo carne (...) y hemos contemplado su gloria -doxa-, gloria como de un hijo único junto a su padre...", Jn. 1); es obvio que en este caso se utiliza el sentido que hemos llamado "positivo".
Respecto de "dogma", en el NT no se utiliza esta palabra para querer indicar las "verdades de la fe", la expresión preferida es "didajé de los apóstoles" o "didajé de Dios", enseñanza o doctrina.
Pero bien pronto, la palabra dogma hizo su aparición en el terreno teológico, para indicar aquello que Dios ya ha dejado manifiesto (no olvidemos que es un participio pasado): así como la doxa es la manifestación libre y actual de Dios, el dogma es la expresión que recuerda una manifestación ya realizada, y en cierta medida "fijada".
Y así como -en cualquiera de sus sentidos- toda doxa da lugar a una doxa, es decir, toda manifestación da lugar a una expresión, todo dogma da lugar a un dogma: todo lo que Dios se ha manifestado ha dejado un surco en el lenguaje, ha dejado formulaciones en un idioma, en un tiempo, en un espacio precisos.
Sucede que entonces es muy fácil confundir el dogma como acto de manifestación de Dios, del dogma como formulación lingüística que intenta dar cuenta de aquel acto.
¿Y por qué mejor no cancelar la ambigüedad y utilizar dos palabras distintas para dos cosas que son distintas? En principio, si los griegos, que gozaban explorando y explotando el lenguaje con una riqueza casi barroca, dejaron que subsistiera esta ambigüedad, por algo será... Es que en el fondo no se trata de realidades tan distintas. La manifestación de Dios es un acto, pero jamás, salvo en la experiencia solitaria e interior y esto sólo de manera fugaz, lo podemos recuperar de otra manera que como lenguaje. El dogma, entonces, ahora dicho en el sentido habitual, es huella, marca, señal de una manifestación de Dios en el pasado, que a través del lenguaje intentamos recuperar. El dogma, desgajado del proceso vital de la fe, la búsqueda personal de Dios, pierde su sentido, se vuelve una mera opinión, un "saber establecido" sobre algo de lo que nadie sabe, un falso saber.
La teología trabaja con dogmas: explora los caminos del lenguaje que permiten recuperar en cada época la huella de Dios en la formulación dogmática. "En cada época": la teología cambia, como cambia el mundo, como cambia el lenguaje; la manifestación de Dios no cambió, está allí en forma de "dogma", para que intentemos formularla de una nueva manera cada vez.
A esta altura de la reflexión es casi ocioso aclarar cuán lejos de los dogmas se mueve el dogmatismo, con su pretensión de un saber indiscutible y autotransparente. Tan lejos el dogmatismo está del dogma como el fanatismo está en las antípodas de la fe.
¿Pero no lleva todo esto a un insano relativismo?
Si se me disculpa el ejemplo, diré que confundir interpretabilidad de los dogmas con relativismo es como creer que porque puedo viajar a la luna en distintos cohetes, es lo mismo que tome un tren.
Los dogmas dan lugar a muchos caminos, no a todos los caminos existentes, y de esos muchos caminos algunos será válido transitar y otros no. ¿Por qué? porque los dogmas no son frases sueltas, forman racimos, estos ramas, y esas ramas un único árbol. La fe que se manifiesta en los dogmas es un todo coherente, no cualquier sentido de una formulación dogmática encaja en ese todo. He allí el papel que los católicos le reconocemos al Magisterio: descubrir los límites dentro de los cuales es factible la coherencia de la fe (función magisterial restrictiva, del tipo: "tal aspecto de la fe no puede interpretarse así"), y fijar aquello que puede ser dado a la interpretación (función declarativa, típicamente las declaraciones dogmáticas).
¿Podríamos decir hay una analogía entre el dogma o los dogmas y la fundamentación axiomática de las teorías mátemáticas?
Si lo deseas lo pasamos al foro. Tampoco, visto el poco tiempo de que disfruto para leer y esas cosas, tengo prisa en la respuesta.
interesante
quiero saber en que parte de la biblia aparecen los dogmas