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El Testigo Fiel
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Los Evangelios: narradores de Jesús, testigos de Cristo

por Lic. Abel Della Costa
Nació en Buenos Aires en 1963. Realizó la licenciatura en teología en Buenos Aires, y completó la especialización en Biblia en Valencia.
Desde 1988 hasta 2003 fue profesor de Antropología Teológica y Antropología Filosófica en en la Universidad Católica Argentina, Facultad de Ciencias Sociales.
En esos mismos años dictó cursos de Biblia en seminarios de teología para laicos, especialmente en el de Nuestra Señora de Guadalupe, de Buenos Aires.
En 2003 fundó el portal El Testigo Fiel.
16 de febrero de 2004
Al leer los Evangelios nos solemos detener en los aspectos anecdóticos y biográficos sobre Jesús, ¿pero son los Evangelios realmente eso?

En la portada del periódico se veía una foto de un auto con las ruedas delanteras sobre la vereda, y a su lado una bicicleta destrozada, poco más atrás podía distinguirse una ambulancia e imprecisos grupos de transeúntes y policías.

El pie de la foto decía escuetamente:

«Ayer por la tarde, a las 18:40, un automóvil conducido por alguien al parecer ebrio atropelló a un niño de 12 años cuando éste intentaba cruzar la calle de vuelta a su casa.»

La noticia fue recogida y comentada por distintos columnistas.

En la sección «Sociedad», su responsable reflexionaba así:

«En nuestras ciudades no se puede ver crecer a los chicos con confianza. En cualquier momento un bárbaro, un loco, una emanación de lo peor de nuestras vidas carentes de objetivos y de límites puede canjear cuatro cañas por la vida de uno de nuestros hijos.»

El columnista de «Política» advertia, no obstante, que

«No se trata de echar al gobierno la culpa de cada accidente, pero sí advertir la inutilidad de las medidas que pretenden estar tomándose en la organización del caótico tránsito. Menos reglamentos casuísticos y más efectivos policiales en la calle podrían haber evitado la triste noticia que nos toca comentar.»

Mientras que en la sección «Todos los Chicos», el encargado se dirigía a sus lectores en estos términos:

«Cuántas veces veo con tristeza a niños como tu edad, lector, que dedican las pocas clases de educación vial que se dan en el cole a juguetear con el compañero, bostezar y poner cara de 'eso ya me lo sé'. ¡Cuántos accidentes podrían evitarse si los niños hicieran de la prudencia en la calle un verdadero hábito!»

¿Qué hubiera pasado si la tapa del periódico se hubiera perdido? ¿sabríamos cuál fue el "hecho objetivo"? ¿podríamos reconstruirlo? ¿perderían o no sentido los tres comentarios?

El relato "imparcial y objetivo" de la vida de Jesús de Nazaret no existe. No es que se haya perdido, sino que a ninguno de sus contemporáneos se le ocurrió escribirlo.

Nadie se pone a relatar nada sino a partir de la convicción de que el acontecimiento a relatar o la persona a describir es sobresaliente, distinto a lo cotidiano.

Ese Jesús cotidianamente diferente, que parecía Dios hasta cuando se lavaba los dientes, es una imaginación nuestra, una impresión que nos forjamos de leer los Evangelios de manera inadecuada. Tal como fue su vida cotidiana, no parece haber llamado la atención de sus contemporáneos, o al menos no hasta el punto de moverlos a dejarnos una "crónica objetiva" de sus hechos. ¿Pero no hacía milagros? Sí, claro, pero había muchos milagreros y maestros ambulantes. ¿Pero no decía que en él se cumplían las Escrituras? Sí, pero había otros que decían lo mismo acerca de sí mismos.

Sin embargo algunos percibieron que sus milagros no eran los de un milagrero, y que era cierto que en Él se cumplían las Escrituras, pero eso no lo percibieron por la vida cotidiana, exterior y objetiva, sino por un "algo" que manaba de la intimidad del corazón mismo de Jesús, algo que les hacía pensar "éste no es como los otros... habla con autoridad".

Pero esa percepción que capta no lo exterior sino el corazón no es algo que de por sí pueda contarse "objetivamente", así que en lugar de una crónica imparcial y exterior, nos lo dice contando historias, que llevan al lector (que nos llevan) unas veces a la pregunta "¿quién es éste?", y otras a la gran respuesta: "Éste es el Cristo".

Los hechos de Jesús, sus palabras, sus milagros, en definitiva, sus historias, son en manos de los autores de los Evangelios el "material plástico" a partir del cual ellos expresan, por ellos mismos y por la Iglesia, por el Espíritu en definitiva, que Jesús es efectivamente el Cristo, y ya no hay que esperar a otro.

Como "material plástico" que es, los Evangelios conceden escasísima importancia a la coherencia biográfica de lo que narran, e incluso parece que trataran de evitar que se puedan poner de acuerdo los cuatro relatos en esos detalles.

Es poco probable, por ejemplo, que San Juan no conociera el relato de la Pasión de San Lucas, a pesar de lo cual, San Lucas (al igual que los otros dos sinópticos) dice que Jesús murió un 14 de Nisán, mientras que San Juan dice que murió el 15 de Nisán. No se trata de un desacuerdo biográfico sino de una necesidad narrativa y teológica de uno y otro: San Lucas quiere destacar que la Pascua de Jesús supera y anula la Pascua judía, mientras que San Juan está preocupado de que los creyentes comprendamos que ese Jesús que caminó entre los hombres como uno más era el verdadero Cordero Pascual de Dios, en quien por primera vez cobran sentido los ritos judíos.

Pero entonces, ¿cuándo ocurrió la Pascua de Jesús?

No lo sabemos. Podría haber sido el 14, podría haber sido el 15, podría incluso haber sido en otra fecha. Lo que los dos testimonian unánimemente es que esa muerte, que ocurrió, no fue una muerte sino una Pascua.

Es probable también, para dar otro ejemplo, que San Mateo conociera el relato del Bautismo de Jesús que hace San Marcos, pero eso no le impide que cuando Marcos 1,11 dice que la Voz del Cielo se dirigió a Jesús con las palabras "Tú eres mi hijo amado...", Mateo 3,17 diga que esa Voz se dirige, no a Jesús, sino a todos los circunstantes: "Este es mi hijo amado...".

Sea como sea que se escuche una voz viniendo del cielo (no tengo una personal experiencia de algo tan extraordinario), es seguro que no dijo las dos cosas, sino sólo una. O tal vez la "Voz del Cielo" es un recurso simbólico común para poder contar eso tan extraordinario (mucho más que una voz del cielo) que es que se someta a un bautismo de penitencia el único que por mérito propio no lo necesitaba.

A esta altura, y con sólo dos ejemplos, es casi seguro que le surge al lector la duda de si por este camino no se hace de las narraciones evangélicas algo muy subjetivo e inseguro.

No sé si se puede responder rápidamente a esa objeción, pero lo que sí es seguro y completamente objetivo, tanto que cualquiera lo percibe con sólo leer los Evangelios con atención, es que las narraciones no sólo difieren sino que se contraponen. La teoría que se adopte para explicar esto tendrá mayor o menor soporte y viabilidad, será una teoría más sencilla o más difícil, pero lo que nunca puede aceptarse es que alguien lea los Evangelios y, o niegue que se contraponen, o invente salidas infantiles que minimicen el natural sentido crítico que cualquier cristiano, por el hecho de ser humano, está obligado a tener.

En Mateo 20,29-30 se dice: «cuando salía de Jericó le siguió una gran muchedumbre, en esto, dos ciegos que estaban sentados junto al camino...», en Lucas 18,35 dirá: «sucedió que al acercarse Jesús a Jericó,estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna...». Hace unos años leí en una obrita de "defensa" de la fe que la explicación de este dato contradictorio es que había "dos ciudades de Jericó, una frente a la otra, así que es cierto que Jesús hizo el milagro saliendo (de una) y a la vez entrando (a la otra)". Esta es la clase de explicación infantil que debe ser evitada a toda costa: inventar ciudades de Jericó no ayuda a comprender el sentido de los Evangelios. Por el otro extremo también deben evitarse aquellas (supuestas) "defensas" de la Fe que en vez de multiplicar las ciudades multiplican los milagros, y hacen de estos dos relatos la narración de dos hechos distintos, al mismo tiempo que se llenan la boca de palabras altisonantes acerca del (supuesto) daño que las preguntas críticas le hacen a la Fe.

Todo lo contrario: constatar estos hechos, aceptarlos como hechos, y no adoptar apresuradamente cualquier teoría que pretenda resolverlos de manera rápida son una vía legítima y adulta para crecer en la Fe.

Las preguntas críticas pueden hacer que el suelo se mueva un rato bajo nuestros pies, pero finalmente nos llevan a comprender, y nos ayudan a vivir, la dimensión de testimonio que tiene cada palabra que decimos en torno a Jesús.

"Este Jesús es el Cristo", es el testimonio de la Fe, y proclamándolo nuestra vida adquiere un sentido enteramente nuevo. Aceptar ese cambio es un desafío y un riesgo, el mismo que afrontaron los autores de los Evangelios en el siglo I, que los llevó a privilegiar el testimonio por sobre la anécdota para poder decir la verdad sobre Jesús.

Negar o tergiversar las preguntas críticas es un signo de miedo, del miedo que Jesús mandó que no tuviéramos, y es una manera de huir de nuestra responsabilidad testimonial como creyentes.

Nuestras muy "realistas" imágenes de Jesús, un poco amanerado, con su boca entreabierta y los bucles dorados cayendo sobre los hombros, ¿dicen "Jesús es el Cristo"? Nuestros belenes de preciosas figuritas de escayola, donde se dan cita todos los rasgos "biográficos" (¡imposibles de compaginar!) de los Evangelios de Infancia de San Mateo y San Lucas, ¿dicen lo mismo que esos Evangelios? ¿dicen "Jesús es el Cristo"?

¿No será que nuestras imágenes, tan "biográficas", cuentan cosas sobre un señor que vivió hace 2000 años, que no tienen por qué ser interesantes para nadie?

Jesús nos mandó alegrarnos cuando fuéramos perseguidos a causa de su Nombre. Pero no damos motivo a esa alegría, porque guardamos su Nombre tras una coraza de "certezas biográficas" que a nadie interesan... y a nadie ni se le ocurre perseguirnos: simplemente nos ignoran.

Cada vez que entre cristianos discutimos si la "voz del cielo" es una realidad subjetiva u objetiva, si los endemoniados de los relatos lo son fisiológica o psicológicamente, estamos cayendo en la trampa biografista, por varias razones:

  • Porque el carácter testimonial de los Evangelios no da elementos suficientes para responder a esas preguntas.
  • Porque las realidades de las que habla la Fe ocurren en un plano que es "trans-objetivo" y "trans-subjetivo", o si se prefiere, que compromete la realidad exterior y la entera subjetividad, por lo que las categorías de "objetivo", "subjetivo", "exterior" e "interior" resultan completamente insuficientes.
  • Porque no hay la menor posibilidad de reconstruir la secuencia fotográfica de acontecimientos narrados por gente que contó esos hechos bajo el impacto real de que su propia vida -y con ella todos sus criterios de juicio y sus experiencias pasadas- había sido radicalmente transformada al reconocer la mañana de la Resurrección que ese Jesús que había comido y dormido con ellos era el Cristo.

Puede ser un interesante pasatiempo discernir si la experiencia "posesión demoníaca" es fisiológica o psicológica, pero con eso no resolvemos la división real (y recordemos que "diá-bolos" es "el que divide") de nuestra época, se manifieste ésta en espumarrajos por la boca o en la descomposición del tejido familiar y social que nos rodea.

Esta división, a la vez interior y exterior, esta descomposición de todo lo que nos hace seres humanos, es la que reclama de nosotros que sepamos ver en Jesús al Cristo, y en su nombre llevar la Palabra de curación.

El riesgo que supone apostar nuestra vida entera a que es cierto que Jesús es el Cristo, a que su Palabra efectivamente nos salvó, reclama de nosotros adultez, no como la del mundo sino mucho mayor; seriedad, no como el del mundo sino mucho mayor; sentido crítico, tampoco como el del mundo sino mucho mayor.

Carecer de esto es autocondenarnos al olvido, como en la foto de tapa del ejemplo inicial, que hoy es noticia y mañana será reemplazada por la del artista de moda.

Comentarios
por Maite (80.58.8.---) - domingo , 22-feb-2004, 12:00:00



Como siempre me ha gustado, y como siempre me ha hecho pensar. Y hasta me ayudo a verme no “tan hereje” mientras tu, te planteas lo del grito del Padre desde las nubes. Y lo ves como un recurso literario. A mi me paso siempre lo mismo. Con la Paloma famosa. A mi nunca me cuadro, el que viniese un ave. Y se posase en Jesús. Quien además se bautizo en un bautismo general. Siempre entendí, que lo que los evangelistas querían decirme, era que lo mismo que el vuelo de las palomas. Silencioso, sin que uno se de cuenta. Así fue, como el Espíritu hizo ver a Juan quien era el que se estaba bautizando. Si fuese tal y como lo pintan literalmente. No hubiera sido rechazado.
Cuentas lo de las 2 ciudades. Pues para no ser menos yo he oído y leído que había dos tradiciones para celebrar la Pascua, y que Jesús era de uno de ellos.
Pero por encima de todo. Lo que me ha gustado es que me haces llegar a la misma conclusión que mi párroco. Y es que no importa tanto. Lo que Jesús dijese literalmente a unos hombres y mujeres del pasado. Sino lo que el Evangelio me dice a mí. Hoy y ahora.
Una vez más Abel.
Gracias. Maite

por rabafo (200.75.49.---) - sábado , 8-oct-2005, 12:00:00

Pienso que el acercarse a la Plabra de Dios como son los evangelios, depende mucho de la intención y lo que se busca, puede ser como un historiador, buscando detalles de como sucedio todo, pero tambien puede ser con la disposicion de que es Dios quien nos habala en ese momento concreto y ahí esta la gran diferencia, pues guiados por el Espíritu Santo, será diferente el mensje en cada ocasión, por eso la Biblia es un libro actual desde hace cerca de dos mil años y seguirá siéndolo siempre. Siempre es viva y eficaz, la palabra de Dios

por Andy (190.20.252.---) - miércoles , 2-dic-2009, 11:50:32

Estimado Abel: Te agradezco tu reflexión, aunque no se note, paso de vez en cuando por aquí para orar y aprender. Ahora estoy en medio de un trabajo sobre el acceso histórico a Jesús y este artículo tuyo me ha servido mucho. Gracias.
Un abrazo a todos

por Rosy (189.164.203.---) - lunes , 27-dic-2010, 3:34:17

Abel, Gracias muy bien narrado lo de los evangelios y los ejemplos que nos das, Abel con que pagarte todo el bien que nos haces, gracias, muchas gracias, gracias.

Rosy

por Héctor Véliz (i) (200.120.54.---) - sábado , 11-abr-2020, 12:09:28

¿Qué significa que “el narrador es responsable de las verdades de la fe?

por Abel (84.127.42.---) - sábado , 11-abr-2020, 11:53:35

Héctor, no encuentro en qué parte del artículo está esa frase...

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