¿Hasta dónde se nos es permitido llegar aplicando la razón a la fe, para que el misterio no desaparezca?
La pregunta es bien difícil. Y me parece difícil por dos aspectos: uno porque en principio daría la impresión de que es difícil trazar de antemano una frontera inamovible entre lo que es misterio y lo que no lo es; y otro por el uso un poco "cómodo" que hacemos de la expresión "misterio de la Fe", tal vez para evitarnos plantear algunas cuestiones que, de suyo, no tienen nada de misteriosas. Trataré estos dos aspectos uno a uno.
La Fe tiene sin dudas un núcleo que en lenguaje de la razón lo llamamos "misterioso", con lo cual queremos decir, me parece, que si tocamos eso pretendiendo explicarlo, no sólo no logramos explicarlo sino que además derribamos el edificio de la Fe, para desgracia nuestra, y no de la Fe.
Ahora bien, ese núcleo no es fácil de definir, e incluso sospecho que sus contornos son relativamente variables a lo largo de la historia. Me explico con un ejemplo:
Cuando el hombre del siglo IV se preguntaba por qué el Cántico de la Creación dice que Dios crea la luz en el día uno, pero los astros recién el día cuatro, se respondía que eso es así sin ninguna duda, puesto que está en la Biblia, pero que es un "misterio de la Fe". Y efectivamente tenía razón: en su época, y para el estado de la comprensión religiosa de la Biblia de su época eso era un "misterio de la Fe".
Meditar sobre ese misterio llevaba al hombre del siglo IV a celebrar el acto creador y a agradecer a Dios el habernos dejado entrever la punta del manto del misterio a través de ese texto.
Pero el modo de acercarnos a los textos cambió, y cambió irremediablemente, tanto para bien como para mal. Personalmente no estoy muy convencido que la mirada moderna sobre la realidad (la "razón moderna") represente siempre un progreso: en algunos aspectos es un progreso y en otros no, pero lo que sí creo es que es absolutamente irreversible. Una vez que, siguiendo con el ejemplo, una época comprendió el proceso de escritura de la Biblia en los términos en que lo comprendemos en la actualidad, ya la divergencia entre el día uno y el cuatro no es parte del "misterio de la Fe", es parte del "problema literario" involucrado en la Biblia. Es decir, algo que era verdaderamente parte del misterio, dejó de serlo. Quien hoy dijera que ese problema es parte del "misterio de la Fe" está poniéndose al margen de la propia Palabra Divina en su proceso de hablarle al mundo e invitarlo hacia Dios.
Pero la Creación como tal sí es un misterio, eso de lo que el texto -en su forma propia de expresarse- habla, sigue, y seguirá siendo un misterio. Que lo que no existía ni tenía por qué existir haya sido llamado a ser por Aquel que no necesita de nada, por puro don, eso sigue siendo un Misterio, y con mayúsculas. Y para hablar de ese carácter gratuito de la Creación, de ese acto de amor de Dios, sigue siendo indispensable el cántico, y no el tratado.
Tal vez ni siquiera el hecho de que "aparezca" un mundo deba considerarse hoy un misterio. Es la gratuidad misma de ese aparecer lo que parece irrevocablemente misterioso.
Pero además, una vez que una época comprendió que "inspiración de la Escritura" no quiere decir "dictado palabra por palabra", meditar sobre ese proceso de diálogo de Dios con el hombre se vuelve un Misterio a celebrar y agradecer. Tal vez ya no le agradecemos a Dios que nos haya dictado sus palabras, porque no las dictó, pero sí que le agradecemos que en la fragilidad del lenguaje humano, en todo lo que tiene de esquivo la palabra humana, en ese cuerpo de tinta, haya querido venir a vivir, que el Verbo se haya hecho tinta.
Ese Misterio de la "entintación de Dios" es nuevo, no es el mismo aspecto que celebraba el hombre del siglo IV, porque no tiene que ver con el encuentro de ese hombre con la Biblia, sino con nuestro encuentro, con el de nuestra época.
Entonces, hay dos aspectos del Misterio, uno fijo: ese núcleo que no ha cambiado y que es esencialmente misterioso: Dios creó por puro amor, el hombre cayó pero esa caída nos trajo el Gran Don de Cristo (¡si esto no es un Misterio, qué lo es!), etc. El otro aspecto varía de época en época, tiene que ver con las relaciones que los hombres concretos vivimos de cara a ese núcleo del Misterio.
Cuando algo deja de ser parte del Misterio, se convierte en un problema, que exige ser resuelto con el método con el que se resuelven los problemas: con la razón. Eso no es destruir el misterio. Usamos la razón para esas cosas porque ya no pertenecen al Misterio, en su lugar nuevos aspectos rodean el Misterio y participan de su misteriosidad, que tal vez lleguen a ser problemas en otra época, y así hasta la Venida, a partir de la cual ya no nos ocuparemos de problemas sino sólo del Misterio.
Esto me lleva al segundo aspecto.
En algunos casos, la apelación al "Misterio de la Fe" puede ser un modo de esquivar el encuentro con Dios:
«Yo estoy acá, en mi mundo, y por encima mío hay un montón de cosas que pertenecen al mundo de Dios y a las que respeto mucho, pero ¡no me vengan a alterar los nervios!, ¿qué me importa a mí la "entintación de Dios"? Ahí está el cura que dice "ésta es la Palabra de Dios", y para eso le pagamos, eso no tiene por qué ser ninguna clase de complicación, ¡si la vida es simple!: Dios dicta, el hombre escribe, y lo que no se entiende ya lo sabrá el Papa, al que también le pagamos para eso.»
La pregunta sería: ¿apelas al Misterio porque Dios te hace temer y temblar, se te doblan las rodillas de sólo imaginar que con tu pensamiento destruyeras algo de lo que tan frágilmente construyó Cristo en la Cruz? ¿o apelas al Misterio para darle a Dios lo que es de Dios, mientras te encargas del César, bastante más concreto?
El primero no le teme a la razón, el segundo sí. El primero sabe que la razón no alcanza para nada, ni para resolver la raíz cuadrada de un número negativo, y no teme aplicarla al problema de la Fe, porque aplicándola es cuando mejor aparece y brilla el Misterio de la Fe. El segundo rechaza usar la razón porque a lo mejor usándola cae algún que otro "orden desordenado" del mundo, y las vergüenzas del rey quedan a la vista.
Pero esto abre a su vez otro aspecto.
En algunos casos, la apelación a los "derechos de la razón" puede ser otro modo de esquivar el encuentro con Dios:
«Yo estoy acá, en mi mundo, y no quiero enterarme que mi mundo es sólo el escabel del trono de Dios, así que ¡no me vengan a alterar los nervios! Si algo no se entiende, ya encontraremos un teólogo que lo explique (en ese sentido, los teólogos son para los racionalistas lo que los curas para los "misteriosistas"), pero nada de nada pertenece a la frontera del Misterio.»
La pregunta en este caso sería: ¿apelas a la Razón para que toda tu vida se centre en el Misterio y que ninguna tontería, como ser un problema literario, te distraiga de Eso Único que quieres que sea el centro de la vida y que te exige todo el tiempo que vendas todo lo que tienes, razones incluidas, y lo sigas? ¿o apelas a la razón para quedarte tranquilo de que nunca nada que exceda la angustia por el costo de una nueva lavadora toque tu vida?
El primero usa la razón para liberar al Misterio, para que brille, para poder adorarlo como corresponde, el segundo la usa para evitar sentirse exigido en nada.
El problema de fondo es exactamente el mismo en los dos "escapismos": se trata de huir de Dios, y de la exigencia que implica el ponernos frente a Él.
Me parece que la regla que determina cuándo estamos frente a un "falso misteriosista" o a un "falso razonador", y cuándo no, es precisamente que los que están del lado de lo falso evitan toda forma de exigencia de parte de Dios. Naturalmente, la evitan para ellos, no para los demás. Una regla práctica, personal, la que uso en mi vida cotidiana, es ésta: si me vienen a hablar del "derecho" de la razón, o del "derecho" del misterio, estoy casi seguro que estoy ante alguien que quiere evitar el temor y el temblor de la Fe, ya sea escapándose en el Misterio o en la Razón, y me da exactamente lo mismo.
Dios no tiene "derechos", porque todo derecho es negociable, pero Él es y yo no, así que no me puedo sentar a la mesa a "negociar" qué parte le toca a Él y cuál a mí: todas le tocan a él, sin ningún "derecho" constitucional que se la conceda. Y mi razón no tiene derechos, tiene el completamente ineludible deber de funcionar a tope, preguntando por todo, empezando por ella misma. En último término, una razón que no se inquiete por los límites de la razón y no llegue a preguntar por ellos, es una falsa razón.
Abel: Hasta hoy no te había podido leer, y como siempre, me ha encantado, lo que has escrito.
Muchas veces. se oye decir, por personas a quienes se les propone, que asistan a un curso biblico, a una catequesis de adultos o que lean este determinado libro.
"yo con lo aprendido de pequeño tengo bastante" " lo que me enseñaron mis padres es suficiente"; o la consabida de "doctores tiene la Iglesia" que mal entendia es horrible.
Y como decía un viejo jesuita coruñes. "la fe del carbonero, a veces no sirve,ni para el mismo, carbonero, y si uno no es carbonero, pues menos"
Si uno pretende salir a la calle, con el traje de su primera comunión, además de ridiculo, va reventar, si es normal, y se ha desarrollado conforme a su edad.
y con la fe. pasa lo mismo. uno no puede estar a los 30, a los 40, a los 50...con los mismos conocimientos sobre la fe, argumentando del mismo modo, que lo haría en su catequeis de primera comunión, sobre todo, porque la Fe, tiene que traducirse en la vida de cada día. y a los 30 no se tienen los mismos problemas morales que a los 8.
Y estoy contigo, cuando dices, lo del miedo al Misterio, logicamente Dios es quien ha de juzgar cada caso. Pero, no lo es menos, que muchas veces, uno prefiere quedarse en la ignorancia, para no encontrarse conque Dios le pide más. y es que Dios, cuando pide lo pide todo, claro, que para ello, la solución esta en hacer como hace, San Ignacio. y darselo todo. pero pedirse lo todo. es decir, él mismo. Y estoy hablando en pura métafora. Pues como tú, bien señalas. nada tenemos para dar a Dios, si hasta para ofenderle, nos tiene que sostener en la existencia, y no sacarnos nuestra libertad.
Añado con tu permiso. Que los Misterios( que no los hay menores en la naturaleza).son los que hacen divina nuestra Fe, porque por poner un ejemplo. inventar que hay 3 dioses, se le podría haber ocurrido a cualquiera. pero por ejemplo que 1 Dios subsista en 1 naturaleza o Ser, pero en 3 Personas. A nadie se le podría haber ocurrido.
Cuanto más se acerca uno al Misterio, al que sea. más nota lo alejado que esta del. ya que "ve" mejor la Inmensa grandeza de Dios. Pero al mismo tiempo, más iluminado se siente, por Él.Iluminado y cegado, cegado en el buen sentido de la Palabra; de bajar la vista, como adoración de la Majestad de Dios. Como cuando cerramos los ojos. porque el Sol o la luz nos molesta. Pero no queremos que se apague.
para mí, el rehuir el conocimiento, es como una falta de amor. Si uno ama, o quiere a una persona. intentará conocer, y saber de ella, si uno se contenta, con lo poco, o mucho que le hayan dicho de Dios, es que su temor podrá ser grande, pero, su amor. más bien chico.
Ya es hora. de que dejemos de tenerle miedo a Dios. y se lo tengamos al diablo.
A Dios. hay que amarle. y dejar nos sumerja en su Misterio.
Maite
bueno yo quiero que me respondas una duda que es la siguiente : primeramente queria aclarar que soy un joven y mi consulta es la siguiente ¿quiero saber cual es mas importante para llegar a la verdad de todas las cosas, la razon o la fe porfa quiero despejar esa duda que tengo? eso es todo gracias y chauuu
Roy:
Te agradezco la lectura, y respecto de la pregunta que planteaste te invito al foro de ETF (donde no necesitas registrarte), donde la retomé y traté de elaborar algo. La discusión está en http://www.eltestigofiel.com/foro/tema.php?id=8439&foro=1
Un abrazo
Abel