Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
(Jn 3, 13-17)
El Evangelio que leemos en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz es tan breve como sugerente… “tiene que ser levantado…”, ¿por qué tiene que serlo? No parece haber una relación entre el inmenso amor que Dios nos tiene, y el hecho de que Jesús haya sido elevado en la cruz. Pensamos, quizás, que es sólo porque es la manera que Dios eligió, pero nos podía haber salvado de cualquier otra; a lo mejor simplemente olvidando las culpas, las ofensas, y nada más… ¿por qué tenía que ser elevado en la cruz?
Hace algún tiempo, la Iglesia Anglicana encargó un “estudio de mercado” para ver de buscar estrategias de evangelización que llevaran “nuestro producto”, el mensaje de la fe, a los hombres de hoy, saturados de publicidad. Lo primero que los publicistas recomendaron fue, naturalmente: “quiten la cruz”… a los ojos de nuestros criterios de lo que es triunfo y de lo que no lo es, de lo que es éxito y de lo que no lo es, la cruz es el más depresivo de los mensajes.
Naturalmente, la Iglesia Anglicana no quitó la cruz, a ningún cristiano se le ocurriría. Y no está mal que meditemos no ya en “Jesús en la cruz”, sino en ella en sí misma, en esto que las lecturas litúrgicas nos proponen y que no es nada obvio: la cruz es fracaso humano, y exaltación de Dios.
“Tiene que ser levantado” lo podemos pensar desde muchos puntos de vista. por ejemplo, podríamos pensar en que al movimiento de hundimiento del hombre que sigue a su caída, le debía corresponder un movimiento de exaltación por parte de Dios; podríamos pensar que la experiencia más alejada de Dios que conocemos, la experiencia del dolor humano, que nos deja como sin dios y sin asidero debía ser conquistada por el propio Dios, para que nada le fuera ya ajeno; son dos puntos de vista que pueden ser muy interesantes. Sin embargo me atrevo a proponer un punto menos inmediatamente "teológico", me gustaría centrarme en el aspecto visual, espacial, de la cruz: La cruz es vertical, une el plano del cielo con el de la tierra.
La cruz pertenece a una serie muy concreta de imágenes verticales que hallamos en la Biblia:
Podemos explorar cada una de ellas en diversos contextos, por ejemplo:
Por supuesto, son sólo algunos ejemplos. Cada uno de estos objetos adquiere, a lo largo de la Biblia, consonancias y disonancias con respecto a los otros. Así, por ejemplo, la serpiente, animal misterioso y cuasi-divino en casi todas las religiones, y que la propia Biblia comienza declarando como “más astuto entre los demás animales” va perfilándose, en relación al árbol del conocer, como un símbolo cuasi-demoníaco, hasta ser identificado con el propio Demonio en el libro de la Sabiduría, y luego en Apocalipsis.
El árbol es una representación simbólica privilegiada de Dios: árbol del conocer bien y mal, árbol de la vida, que son presencias de Dios en el mundo… y sin embargo el árbol es condenado ferozmente como objeto de culto, por los profetas. Los árboles frondosos y los lugares altos serán el símbolo bíblico privilegiado del abandono de Dios por parte del pueblo, ¡sin embargo Dios dicta su Ley en el lugar más alto: la montaña!
El templo mismo, cuya historia y cuyas vicisitudes son la historia misma del pueblo de Dios: construido, destruido, reconstruido, nuevamente derruido, errante… y sin embargo, declarará Jesús que los que adoren al Padre ya no lo harán en un templo, porque lo harán en espíritu y en verdad… pero en Apocalipsis se nos dirá que el destino final consiste en entrar al verdadero Templo: el Cordero.
Quizás en nuestra cultura pragmática y lineal no estamos acostumbrados a estas –casi imposibles de conceptualizar- variaciones del símbolo: una imagen demoníaca puede resultar al mismo tiempo una imagen divina y viceversa, y ningún objeto es lo que es, sino que más bien queda atravesado de significaciones.
¿Es la cruz el lugar del tormento y la debilidad? Sí, pero es también el lugar de la gloria…
Pero –me podrían decir- eso es porque Jesús resucitó. Sin embargo, los textos, e incluso las palabras mismas de Jesús, no hablan de la cruz como lugar de gloria por la resurrección; más bien es al revés: Jesús resucitó manifestando una gloria que adquirió al “ser elevado como la serpiente en el desierto”, y por eso debía ser elevado allí.
La resurrección de Jesús no es un milagrito, no es un hecho entre los demás hechos, no es ni siquiera un hecho portentoso (ya que sólo accedemos a él por la fe): es la revelación de las nuevas relaciones de cielo y tierra; una relación que se produce en un espacio enteramente nuevo, un espacio ni vertical ni horizontal, sino transversal, atravesando cada uno de los planos donde hemos aprendido a ubicar a Dios, y hemos aprendido a ubicarnos nosotros. Desde la resurrección ya no es cierto que Dios está en el cielo y nosotros en la tierra, porque donde hay dos o tres reunidos en su nombre allí está él, en plena tierra, y a la vez ya estamos los hombres exaltados en el plano de Dios: en figura y cifra -en la Iglesia- en cuerpo y gloria -en la humanidad asunta de la Virgen-.
Esas nuevas relaciones espaciales de Dios con su mundo y con su hombre, con la Creación reconquistada por su Hijo, necesita de nuevos símbolos; no sirven ya los viejos símbolo religiosos del "arriba" y "abajo", cielos y tierra como opuestos y separados por un abismo.
La cruz nombra esa transversalidad, ese elevarse vertical que atraviesa desde los cielos la tierra y desde la tierra los cielos, de modo que no se trata de un lugar pasajero al que Jesús se colgó para tomar impulso y resucitar. la resurrección lo es en la verticalidad de la cruz, exaltada para siempre como lugar donde Dios "debía" estar.
La cruz es, como todos los objetos verticales de la Biblia, el lugar donde Dios actúa soberamente, desde donde Dios lo gobierna todo y penetra todo en todos… pero no se lo ve: oculto en la columna de nube y de fuego, terrorífico en la serpiente de bronce y en la montaña, tras un cortinado en el templo, aludido en los árboles… hecho hombre en la cruz.
Por eso la fiesta de la cruz es la fiesta de la exaltación de la cruz: la cruz adquiere por fin un sentido en la historia; ese tormento humano, fruto del pecado, del deseo del hombre de manejar la vida de los demás hombres, adquiere por fin un valor, revela por qué Dios permitió que la creáramos. Pero a la vez es la fiesta de la exaltación de la cruz, es decir, la fiesta en la que celebramos que Dios se deja exaltar en ella y por ella.
Reelaboración de un escrito realizado como preparatorio de un retiro de ETF
Desde hace mucho tiempo he visto la cruz, desde el plano horizontal como el centro de unión donde Jesús acoge a todos, los de su izquierda y los de su derecha hacia el centro "Su Corazón" donde nos reúne para llevarnos hacia el Padre.
Ma ha parecido una muy beuna reflexión y nos permite ver la magnitud del amor de Dios en la Exaltación de Jesús en la Cruz.
no entiendo, lo que significa que Jesucristo venció a satanás en la cruz cuando murió en ella por todos nosotros para salvarnos.
si el maligno asido vencido en la cruz y todos hemos sido redimidos por la sangre del cordero porque sigue existiendo el mal y el pecado muchas gracias y un saludo
Esta sin duda bien hecho, en tiempos donde la cruz se hace esquiva e incómoda es necesario recordarla, vivirla y también saber que Jesús al pasar por ella no está pidiendo no sólo que entreguemos lo mejor de nosotros mismos sino también nuestros pecados solo así podremos ser redimidos y salvados, si somos también capaces de perdonarnos y amarnos como Él nos perdonó y nos amó hasta el fin, entregando su vida por nosotros, ayer, hoy, mañana y siempre
"Fácil" de entender, difícil de vivir...