¡Escena riquisima la de Jesús y la samaritana! Y la liturgia no nos ahorra ni un pequeño fragmento; si hubiéramos de meditar todo lo que hay en este capítulo 4 de Juan, comenzaríamos en el primer día de Cuaresma, y nos encontraría la Pascua meditando aun.
Hagamos un pequeño catálogo de las líneas que se entrecruzan:
Se trata sin duda de una catequesis bautismal, reflejo de algunas de las controversias que atravesaron la primitiva Iglesia. Es imposible escuchar este evangelio sin recordar la crisis que durante años mantuvo a la Iglesia en disputa interna: ¿deben ser convocados a la fe los no-judíos? y si se los convoca, ¿deben convertirse primero en judíos para llegar a ser auténticamente cristianos?
De toda esa riqueza, quiero yo centrarme en un pequeño aspecto, en una expresión muy paradójica que está al inicio del relato. Es verdad que la traducción litúrgica, en bien de hacer más fácilmente perceptible el conjunto de la historia ha perdido algún que otro detalle de lenguaje -tan relevantes en Juan-, pero éste lo rescataremos:
Cuando Jesús le pide a la samaritana de beber, ésta lo primero que hace es "presentar armas", está en guardia y lo demuestra: "cómo es que tú, siendo judío...?".
Jesús sólo le pide:"dame de beber". Frente a ese pedido se podría haber respondido de muchas maneras, desde simplemente darle, hasta negarse; pero la samaritana opta por una salida inesperada: abrir el frente de disputa entre samaritanos y judíos. Eso justifica la agria respuesta de Jesús, que lamentablemente se pierde en nuestras versiones "afaciladas":
«Si hubieras conocido el don de Dios y quién es el que te está diciendo "dame de beber", tú misma se lo habrías pedido, y entonces él te hubiera dado agua viviente.»
Jesús se expresa con una construcción gramatical muy dura, tanto en griego como en castellano: la "condición irreal", que indica que algo no se cumplió y por lo tanto tampoco se cumple su consecuencia. Apuntemos esto: una condición no se cumplió: "si hubieras conocido el don de Dios..."
Me viene a la mente la expresión del Apocalipsis qe tenemos como lema en ETF: "mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y me abre la puerta....".
Escuchar-> responder a la medida de la palabra escuchada.
Es ésta la condición del perfecto discipulado que recorre el relato de la samaritana: en cualquier palabra puede estar llegando el don de Dios, no sabemos cuándo Jesús se nos dirige, no sabemos cuándo nos pedirá "dame de beber", no sabemos cuándo golpea la puerta. Pero precisamente porque no sabemos eso, y porque si desoímos su voz perdemos la oportunidad de obtener ese don de Dios que tanto anhelamos, es que aprendemos junto a la samaritana: estar alertas al momento en que la palabra de Jesús se nos acerca, para no diluirla en disputas inútiles ni falsas cuestiones religiosas: «Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis el corazón.»
Quizás este comienzo del Evangelio, precisamente porque expresa una verdad de experiencia que vivimos una y otra vez en la Iglesia, resulta doblemente amargo: una y otra vez, a cada siglo, a cada década, en cada hora, Jesús nos ofrece su don en la forma humilde de un pedido: "dame de beber"; y a cada siglo, a cada hora, en cada minuto, como si fuéramos incapaces de aprender de tantos siglos, perdemos el don y la oportunidad discutiendo falsas cuestiones, que si el culto aquí o allí, que si tal idioma o tal otro, que si el ornamento oscuro o claro... ay, Iglesia, si hubieras conocido el don de Dios...
Y sin embargo, éste es sólo el comienzo de este capítulo 4, porque lo que sigue... lo que sigue es la pura gracia, la pura gratuidad con la que Jesús, a pesar de todo, a pesar de las condiciones imposibles, a pesar de la indignidad de cada uno de los que formamos la Iglesia -del Papa para abajo, de todos- otorga de todos modos su don, esa agua viviente por la que podemos decir: ya no creo de oídas, ahora te han visto mis ojos.
Abel, que bonito escribes y sobre todo este inicio de Juan 4, 5-42, a que horas nos pedira el amado Jesús "dame de beber" debemos de estar siempre alertas al momento en que la palabra de Jesús se nos acerca, en cada hora Jesús nos ofrece su don en la forma humilde de un pedido "dame de beber", Abel gracias.
Es uno de mis pasajes favoritos. Para mi es el anuncio kerigmatico por excelencia.
Gracias Abel por compartir esta reflexión de la samaritana.
Creo que la parte donde deja el cántaro y se va comunicar a los demás lo que le ha pasado, es el culmen de su conversión. Deja el cántaro... No le importa!! Deja todo su pasado.
Saludos.