A mi padre
Antes de comenzar es importante aclarar un aspecto: el "patronazgo" que ejercen los santos, el declarar a un santo como protector de una actividad o grupo o como intercesor en situaciones especiales de la vida, es un hecho de pura tradición popular; sólo muy recientemente -y lo diré sin vueltas: lamentablemente- se pretende que para declarar un patronazgo intervenga Roma a través de la Congregación del Culto, convirtiendo al patronazgo en un asunto "oficial" que lo desnaturaliza. El patronazgo expresa más bien la "simbiosis" percibida sin que haya "datos objetivos", de un santo con un grupo, con una ciudad, con unas personas en concreto. Resulta que la invocación de tal santo realiza en tal lugar muchos milagros... pues bien: nada más natural que ese santo "sea declarado" (esto es, sea colectivamente reconocido como) patrono de esa ciudad.
[cuadro: Cecilia y Valeriano en el conocido mosaico de la Iglesia de Santa Cecilia en el Trastévere, siglo IX]
A menudo esos patronazgos tienen la simpatía de la paradoja, así, si uno quiere librarse de una muerte súbita por un accidente cerebrovascular debe rezarle al santo que protege de él, san Andrés Avelino... ¡que murió precisamente de esa forma! El calendario está lleno de santos pobres de toda solemnidad que protegen contra la caída en la pobreza, viudas que protegen de la viudez, o mártires que protegen contra las torturas y los juicios injustos.
Este proemio me parece importante para para poder plantear de manera adecuada el tema central de este escrito: la repetición "ad infinitum" en internet de un tópico sobre santa Cecilia: su patronazgo de la música resultaría de un "error de lectura". Se viene diciendo esto desde el siglo XIX, la relación nada cordial de Cecilia con la música venía siendo estudiada desde hacía tiempo, pero claro: con el poder rápidamente multiplicador que tiene internet, resulta que si uno pone en un buscador "Cecilia, patrona de la música", le aparecerán no una sino miles (literalmente) de páginas afirmando que se trata de un error de lectura, y hasta haciendo alarde de citas latinas para mostrar por qué se produjo el supuesto error. Lo que era una hipótesis se ha convertido en una convicción, sin que medie niinguna prueba concluyente.
La cuestión es que la relación entre Cecilia y la música proviene del relato tradicional de su martirio, contenido en las "Actas" (un documento que, aunque legendario, se hace eco de un culto inmemorial, como pasa con muchas actas de mártires); esa relación quedó luego fijada en las antífonas utilizadas en el culto, y que podemos constatar ya en el Antifonario de san Gregorio Magno, como veremos luego. Ahora bien, el patronazgo de la música como tal sí tiene una fecha concreta de nacimiento (independientemente de que, con toda seguridad, hunde su raíz en una tradición popular irrastreable): en 1584 se funda la Academia de Música de Roma, bajo los auspicios del Papa Sixto V, que se pone bajo la protección de San Gegorio Magno y Santa Cecilia; antes de eso no hay propiamente una relación directa de Santa Cecilia con la música, ni mucho menos con el órgano de tubos, instrumento que -aunque antiguo- recién en los siglos XIV y XV se perfecciona.
Se podría objetar a esto que Rafael la pinta con un órgano en la mano, y este cuadro es anterior a la Academia de Música, ya que es de 1515, pero un examen mínimo de la pintura muestra que ella está desechando el instrumento, precisamente éligiendo la contemplación del coro angélico en vez de la profanidad de la fiesta de bodas. la asociación directa de Cecilia como tocadora de órgano, o como ejecutante musical, es posible que provenga del cuadro de Rafael, pero no porque Rafael haya pintado eso, sino porque al ser elegida como patrona de la Academia de Música Sacra, su patronazgo dio un nuevo giro a la relación de la santa con la música. Fue, según es difícil expresar pero deseo sentar aquí, el patronazgo el que creó la positiva relación de Cecilia con la música y no al revés. Dicho de otro modo: no hay ningún error de interpretación de la antífona tradicional al elegir a Cecilia como patrona de la música, el error es nuestro al creer que la eligieron porque en el Renacimiento leyeron mal el texto.
[cuadro: Cecilia en un grabado de Nüremberg, 1492: en la mano sostiene un salterio. Como puede verse, aparece -de manera independiente de Rafael, la tradición de la relación con la música sacra en el sentido en que se explica en el artículo.]
Todo gira en torno a una frase que proviene de las Actas del Martirio, un escrito del siglo V con todos los rasgos de la leyenda piadosa, pero que dio lugar a que el culto de la santa resultara fascinante. Resumamos sus rasgos esenciales: Cecilia compromete su virginidad ante Dios, pero luego, como romana de buena familia que es, es obligada a casarse; la noche de bodas le anuncia a su marido, Valeriano, que ella ha consagrado su virginidad, y lo invita a él a que se convierta y ofrezca él también su castidad al mismo Dios. El marido efectivamente se convierte, y viven los dos consagrados a la contemplación, pero las persecuciones los ponen ante la prueba suprema del martirio: los dos son ejecutados; pero claro, las Actas se centran en Cecilia, y el dramatismo de una muerte que no termina de producirse... dejemos ese aspecto que cae fuera ya de este escrito, porque en realidad la cuestión de la musica no se relaciona con el martirio sino con la boda.
En la escena de la boda dirá el relato:
«Cantantibus organis Caecilia virgo in corde suo soli Domino decantabat dicens: Fiat, Domine, cor meum, et corpus meum inmaculatum, ut non confundar.»
"Mientras sonaban los instrumentos, Cecilia en su corazón sólo a Dios salmodiaba, diciendo: «haz, Señor, mi corazón y mi cuerpo inmaculados, para que no quede confundida.»".
La frase tomó, en cierto sentido, un camino independiente de las Actas porque, al igual que otros fragmentos del mismo relato, pasó al uso litúrgico, y así nos la encontramos en el "Liber Responsalis" (antifonario) de San Gregorio Magno, de fines del siglo VI o inicios del VII (de donde yo la he tomado).
Desde el punto de vista idiomático, la estructura es muy clara:
-«cantantibus organis» (mientras cantaban los instrumentos): es una construcción llamada "ablativo absoluto", que expresa, por medio de un participio en caso ablativo, una circunstancia que ocurre simultaneamente con otra o que es causa de otra, sin que medie ninguna vinculación sintáctica entre los dos enunciados: es una pura (absoluta) "marca temporal o causal". En castellano lo construimos con circunstanciales ("mientras ocurría tal cosa", "al par que esto, aquello", etc.), o incluso a veces también con participio pasivo ("ocurrido esto, sucedió aquello"). Lo que me importa es que quede claro que el ablativo absoluto se utiliza precisamente para evitar el uso de un verbo conjugado, y por lo tanto, para evitar que esa acción se convierta en principal o se relacione de manera directa con la principal.
-La frase principal ("Caecilia virgo....") tiene como verbo "decantabat", un verbo emparentado con "cantar" (canere o cantare) pero con el específico matiz de recitar, de allí que más arriba lo haya traducido como "salmodiar".
Hasta aquí la frase no ofrece demasiados problemas, hay una antítesis muy clara entre el "cantantibus" referido a los instrumentos y "decantabat", referido a Cecilia, acentuado por el uso de dos verbos de la misma raíz.
-El uso de la palabra "organis" (organum, en singular) no presenta demasiadas dificultades: bien es verdad que no existe en la época de Cecilia un instrumento como lo será el órgano a partir del siglo XIV, sino sólo antecedentes, pero también es cierto que el uso de la palabra "organum" para referirse a instrumentos músicos sí que es antiguo, y perfectamente aplicable a la frase de la antífona. En rigor un "organum" es simplemente un instrumento (de música o no) compuesto de partes, un "sistema", diríamos nosotros.
[cuadro: «Éxtasis de Santa Cecilia», de Rafael, el cuadro de 1515, actualmente en Bolonia, que abre la relación entre Cecilia y los instrumentos músicos.]
Si la frase hubiera querido decir que Cecilia cantaba a Dios acompañándose con instrumentos, muy difícilmente el redactor hubiera usado un ablativo absoluto, hubiera, posiblemente, dicho "dum Caecilia organum tangebat..." (mientras Cecilia hacía sonar el instrumento) o de otras maneras; el uso de un ablativo absoluto deja todo lo claro que puede quedar que la ejecución de los instrumentos no se debe a Cecilia, y permite presentar la oposición entre el cantar (cantare) de los intrumentos para la boda y el recitar (decantare) del corazón de Cecilia para ofrecer a Dios su virginidad; en definitiva, no otra sino la oposición entre lo profano de un hecho y lo sagrado del otro.
De allí que Rafael -al que una mujer piadosa cuya mística estaba emparentada con la invocación de santa Cecilia le encarga la realización del cuadro que hoy conocemos como "Éxtasis de santa Cecilia"- haya elegido, comprendiendo muy bien la frase latina, representar a la santa sosteniendo un instrumento músico, que en la época de Rafael sí que es ya un órgano en nuestro sentido actual, pero sosteniéndolo desdeñosamente, no mientras lo ejecuta sino mientras prácticamente lo deja caer a un suelo lleno de instrumentos desparramados. A poco de contemplar el cuadro queda claro que de ninguna manera Rafael pintó a santa Cecilia haciendo música, sino precisamente lo contrario, absorta en la audición de la música celestial que entoncan los ángeles que coronan la escena. Sin embargo, planteó muy bien la relación de Cecilia con una música en concreto, la música celestial, y sentó por primera vez la asociación entre Cecilia y un instrumento músico específico, el que ya en su época es el órgano. Un primer paso hacia el patronazgo.
Pasan unas décadas y se funda la Academia de Música (sacra) de Roma, y debe elegirse, como es natural, un protector celestial, así como se tiene un mecenas en esta tierra. No tenemos la certeza documental de por qué se eligio a Cecilia, pero en nuestra época surgió la hipótesis, consolidada por la infinita repetición (acrítica), de que se trató de un "mero error" de lectura: no entendieron que Cecilia rechaza la música de la boda.
Pero ¿realmente no entendieron? Veamos: ¿es creíble que gente se manejaba en la más alta cultura del momento, que utilizaba el latín con la fluidez que cualqueira de nosotros nuestro idioma no se diera cuenta de una estructura sintáctica tan elemental y cotidiana que cualquier estudiante de latín inicial conoce a poco que comience a navegar entre textos, como es el ablativo absoluto? ¿es creíble que seamos nosotros tan geniales (y en el siglo XVI tan imbéciles) que nos demos cuenta que Rafael pintó un rechazo de la "música terrestre" (no sólo el órgano, sino todos los intrumentos desparramados por el suelo) mientras que en el siglo XVI no lo vieron?
En el cuadro de Rafael está la clave para responder a estas preguntas, pero no en el órgano ni en los instrumentos músicos, sino en la escena superior, en el coro de ángeles: efectivamente Cecilia participa de una música, como la propia antífona dice ("soli Domino decantabat"), ¡pero es la música celestial! y por eso se la eligió como patrona de la música: porque ella expresa, tanto en la antífona original como en su relectura pictórica, que acentúa ese rasgo, la "opción" por una dimensión sagrada, celestial, del arte humano de la música. Cecilia representaba en sí misma lo que la Academia de Música de Roma quería hacer: por la música llegar a Dios, pero no por la música en sentido profano, sino por la música ejecutada "in corde", en el corazón. Es éste el segundo paso en el patronazgo.
Si tuviéramos que figurarlo en la citada antífona, deberíamos decir que el patronazgo de Cecilia no se basa en "cantantibus organis" sino en "in corde suo soli Domino decantabat". Por muy extendido que esté, es completamente prosaico afirmar que el patronato de Cecilia se debe a un error de lectura en cuanto a la relación de Cecilia con la música: sólo una epoca que hace de la profanidad su ideal puede considerar que Cecilia "rechaza la música": rechaza la música de la boda, precisamente porque ella conoce otra música de mayor valor. El problema es, evidentemente, nuestro.
Ahora sí, expresada ya por medio de su elección como patrona de la Academia de Música (sacra) la auténtica relación de Cecilia con la música, se vuelve tópico aquello que en Rafael había sido una penetración en el personaje: Cecilia y un órgano musical tendrán a partir de ahora una relación inseparable, pero, vuelvo a repetir, no porque el patronazgo se base en un equívoco, sino porque fue el patronazgo el que hizo surgir tal relación: porque Cecilia puede ejecutar directamente, "in corde suo", la música divina, es que resulta hábil para ser también representada con instrumentos músicos de música humana: desde la mitad del siglo XVI en adelante, primero imitando a Rafael y luego ya desprendiéndose de su magisterio y avanzando hacia lo que será un signo de los tiempos que están comenzando: una profanización de la escena de Cecilia y la música.
[cuadro: Cecilia, de Saraceni, 1610, aparece ya como ejecutante de instrumentos, pero nótese que -al igual que en otros cuadros de tema semejante- la música que ejecuta es siempre angélica.]
Hemos llegado al tercer momento del patronazgo, propio ya de la Modernidad naciente, en la que desaparecerá la clara distinción de una música profana y otra sagrada, y por tanto se oscurece la compleja relación de Cecilia con la música, expresada tanto en la antífona, como en el cuadro de Rafael, y en su elección como patrona de la Academia.
Cada época aporta lo suyo a esta historia: la Modernidad declinante del siglo XIX no entendía ya por qué Cecilia era patrona de la música cuando parecía que había rechazado la música, y achacó el patronazgo a un mero (e improbable) error de comprensión del texto latino. Nuestra época avanzó un poco más: a mediados del siglo XX1 se formuló la hipótesis de que la antífona estuviera enteramente mal leída, y que el texto original, en vez decir:
«Cantantibus organis...» (mientras sonaban los instrumentos)
haya dicho:
«candentibus organis...» (mientras se calentaban los instrumentos -de tortura-)
De "candentibus" se habría pasado a "canentibus", que es un sinónimo de "cantantibus", y de "canentibus", por simple repetición fonética con "decantabat", se habría llegado a la versión actual. El significado de la palabra "organum" no ofrecería dificultades, porque puede adaptarse bien a cualquiera de los dos significados, tanto al de intrumentos músicos, como al de los instrumentos de tortura. Y así, con este pasaje de palabras la escena deja de relacionarse con la boda y pasa a relacionarse con el momento de la tortura.
Por muy plausible que parezca, la hipótesis no tiene en cuenta que la frase no proviene de una antífona aislada sino de un relato en el que precisamente se trata primero de la boda, con su propio dramatismo del riesgo de Cecilia de tener que romper su voto de virginidad, y sólo luego del martirio, con su propio dramatismo también. Pero además no termina de dar cuenta de lo que hace rico a este relato: sus resonancias internas; si el original hubiera dicho realmente "candentibus", ¿qué fuerza tendría la expresión "in corde suo Domino cantabat"? No cabe duda de que el "cantantibus" inicial no proviene de una contaminación con el "cantabat", sino que es la causa última de que haya aflorado esa expresión. Es verdad que en muchos relatos de martirio, los salmos de los sacrificandos se sobreponen a los rugidos de las fieras, o a los ruidos de las máquinas de tortura, o a las voces de los soldados, etc. pero en el relato de Cecilia no se trata de un canto hacia afuera sino "in corde suo", expresión que sólo tiene sentido en relación a la inversión entre un canto audible, pero profano, y un canto interior, pero sagrado.
De todos modos, tengamos en cuenta que una "reconstrucción textual" no es nunca un texto sino sólo un "texto-posible", que no tiene sentido si el texto que tenemos a la vista tiene significado, si puede interpretarse sin acudir a hipótesis nunca del todo verificables.
Y en último término, esta hipótesis no anula el motivo profundo de haber elegido a santa Cecilia como patrona de la música, ya que -como hemos visto- su patronazgo no proviene de la música de la boda expresada en el "cantantibus organis", sino de la que ella llevaba consigo, "in corde suo", que seguramente resonó durante toda la tensa noche en que debió convencer a su esposo de la bienaventuranza de su voto, y continuó acompañándola y haciendo soportable la lenta agonía de su martirio.
1: en realidad no he logrado localizar una fuente primaria para saber quién y cuándo exactamente formuló esta hipótesis de la sustitución del texto original, pero me la he encontrado comentada en periódicos de mediados del siglo XX, el más antiguo en relación al Concreso de Música Sacra en Viena, en 1955, por lo que doy por sentado que la hipótesis tuvo que haber nacido poco antes.
Impecable, como siempre. Gracias por dedicar tiempo y esfuerzo para enriquecernos con tus valiosìsimos aportes. No me gusta mucho tirar flores, pero como dicen en Italia, "quando ci vuole, ci vuole!".
Muchas gracias por el artículo, me ha resultado de gran interés. Un saludo