A la bellísima Valencia, lugar en la que no tuve el gusto de nacer, pero resido en la actualidad
San Justo de Urgel fue obispo de esa diócesis española en la primera mitad del siglo VI; quizás el primer obispo de la sede, y tenemos noticias de él por alguna obra que se conservó (Comentario al Cantar) y por la mención de san Isidoro de Sevilla.
Tres hermanos suyos, Justiniano, Nebridio y Elpidio, eran también obispos. Justiniano lo era de Valencia, donde estaba ya muy extendido el culto de san Vicente mártir. Posiblemente en algún momento Justiniano convidó a Justo a predicar en la diócesis, en la fiesta del mártir, y ese sermón, en elegante latín, fue transmitiéndose por distintos medios, aun mientras se perdía la memoria de su autor, hasta recalar en un breviario español, donde el sacerdote premonstratense e historiador, P. Jaime Pasqual, lo encontró impreso, a inicios del siglo XIX. En su extraordianario «Viage literario a las iglesias de España», en el tomo X (1821), Jaime Villanueva reproduce en apéndice el texto latino descubierto por el P. Pasqual.
Hasta donde sé, el sermón no ha sido publicado en castellano, por lo que he decidido dar a conocer una, seguramente muy mejorable, traducción. La retórica no ha decaído aun, se atiene a moldes clásicos, y eso hace difícil trasvasar a nuestro idioma, no el significado, sino más bien el «sabor» de la expresión, como nos pasa con tantos otros escritores de los primeros siglos cristianos, en particular con el más grande, san Agustín. La abigarrada expresión inicial dice:
«Gloriosissimi Vincentii martiris disseminatas toto orbe victorias, fratres carissimi, ad profectum ecclesiae nunquam silere, attamen in die assumptionis eius oportet, adiuvante Domino, uberius predicare.»; literalmente: «Las victorias del gloriosísimo mártir Vicente, diseminadas por todo el orbe, queridos hermanos, aunque nunca silenciarlas en la marcha de la Iglesia, conviene, sin embargo, en el día de su asunción, Dios mediante, más abundantemente predicar.» Donde «oportet» (conviene), sirve para referirse a que no conviene silenciarlas en el curso de la vida de la Iglesia, y a que conviene más abundantemente predicarlas en su día. Esa forma de expresarse suena, en nuestro idioma, alambicada y confusa, y es preferible, aunque se pierda el -como ya he dicho- «sabor» de la expresión, de una manera sintácticamente más transparente, que en este caso me pareció que podría ser: «Aunque nunca en la marcha de la Iglesia, queridos hermanos, conviene silenciar las victorias del gloriosísimo mártir Vicente, diseminadas por todo el orbe, es adecuado, sin embargo, predicarlas más abundantemente, Dios mediante, en el día de su asunción.» Esta misma figura sintética reaparece en otros momentos del sermón.
Aunque el sermón se refiere al «gloriosísimo mártir Vicente», es evidente que el autor se ha propuesto hablar del martirio en general, del martirio como matriz en la que, en cierto modo, renace la Iglesia cuando el mártir nace a la vida eterna.
Sigue al texto traducido el latino, que he tomado de la edición facsimilar de la obra de Villanueva en el Proyecto Cervantes Virtual.
Sermón sobre san Vicente mártir
Aunque nunca en la marcha de la Iglesia, queridos hermanos, conviene silenciar las victorias del gloriosísimo mártir Vicente, diseminadas por todo el orbe, es adecuado, sin embargo, predicarlas más abundantemente, Dios mediante, en el día de su asunción. Porque conviene que un amigo principal de Cristo sea venerado en santa confesión por los demás cristianos junto al resto de los mártires, y es concorde a nosotros que lo sea con cierta piedad sencilla y familiar [vernula et gentili, trad aprox], puesto que es nuestro por generación, nuestro por fe, nuestro en las vestiduras, nuestro en la gloria, nuestro en el oficio, nuestro en el túmulo, nuestro en el patrocinio. Lo contemplamos en sus vestimentas, lo representamos en sus méritos; nuestra ciudad lo ofreció, la Jerusalén Celeste lo elevó al gobierno, no solo de esta ciudad, sino del mundo entero. ¡Oh muerte gloriosa que conduce a tanta vida! ¡Oh vida vivificante, por la cual esta vida es tenida en poco! Mostraste, Señor, que, en tanto junto a ti vivan aquellos en quienes vives, podrán morir, pero no estarán muertos. A quienes así glorificas, aunque hayan muerto, por ti pueden ser vivificados. De este modo triunfan quienes, confesado que tú te has librado de la muerte, al invocarte escapan a la muerte. Y no es mayor la muerte que estos padecimientos traen a los cuerpos, cuanto la que del pecado viene a las almas.
Nada es imposible a los tuyos, a quienes por ti pueden estar en lo alto. Tú eres quien los has hecho invictos, para que vencieren, y victoriosos los recogiste, para que contigo reinen para siempre. Ved, hermanos, y admirad, no sólo el maravilloso inicio del santísimo mártir, sino su gloriosísimo fin. Con su jefe se adentró en el combate; pero sin esperar a aquél, presentó el primero armas a los adversarios. Pues sabía lo que está escrito: «El Reino de los cielos padece violencia, y los violentos se apoderan de él». Pues en efecto había recibido en su corazón el fuego espiritual, sobre el que el Señor dijo: «he venido a arrojar un fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda?» No desconfiando de la victoria, se apresuró al combate. Llevaba armas, pero no de la carne, sino del poder de Dios: pues tenía la espada del espíritu, que es la palabra de Dios.
Tomó para sí la coraza de la esperanza y el casco de la salvación. Llevaba también el escudo de la fe, contra el cual se deshacen todas los inútiles dardos del diablo. Portando tales armas procedió a la batalla, y venció de una manera nueva, porque combatió en un orden nuevo. Y aunque alguien de escasa valentia le deje marcados en surcos los golpes, por esas heridas queda más y más confortado. Y cada vez que lo golpean, con más intensidad el efecto recae en el adversario, hasta que quede herido él con la heridas que inflige, y en su muerte sea derrotado.
¡Oh feliz alma, que no pudo ser vencida con tantos tormentos en su cuerpo, que, muerto el cuepo, retorno enseguida victorioso a su Creador!
Sin embargo, en relación al cuerpo, al enemigo no le fue permitido hacer cuanto deseaba. Pues lo arrojó a las fieras, y fue devorado por las más rápidas; y aunque se les arrojaban los miembros arrancados, no quedaban borrados por ellas mismas los restos [las reliquias? sentencia difícil]. La naturaleza feroz de las bestias irracionales no ha cambiado; ojala la de los hombres malvados mude. El lobo, con cabeza gacha, regresa a su ayuno, el cuervo permanece con su pico seco; mientras el diablo planifica crueles escenas.
Manda sumergirse en las aguas a aquel a quien no pudo vencer en la tierra. Pero acaso quien creó todas las cosas, ¿no puede estar allí? Es sumergido y no lo sacan: es arrojado a las aguas, y los mismos elementos serviles que podrían consumirlo, lo sepultan en la orilla. ¿Quien no creerá que será resucitado en gloria, quien con tanta gloria es protegido? ¿Quién no conducirá glorioso al espíritu, del que tan gloriosamente vio defender el cuerpo inanimado?
Crea ahora mismo la Iglesia en todas las alegrías que le fueron anticipadas en sus hechos, y venere. Renazca [sigue la Iglesia] en cierto modo en sus méritos, que lo engendraron por medio de los sacramentos espirituales; y progrese con las oraciones de él, por las cuales es adornada de virtudes por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Texto latino
Gloriosissimi Vincentii martiris disseminatas toto orbe victorias, fratres carissimi, ad profectum ecclesiae nunquam silere, attamen in die assumptionis eius oportet, adiuvante Domino, uberius predicare. Qui licet praecipuus Christi amicus ab omnibus christianis cum reliquis martiribus pro sancta sit confessione colendus, est tamen nobis vernula quadam et gentili pietate coniunctus, eo quod sit noster ex genere, noster ex fide, noster in stola, noster in gloria, noster in officio, noster in tumulo, noster in patrocinio. Hunc conspicimus in vestimentis, hunc gerimus in meritis; hunc urbs nostra protulit, hunc caelestis Iherusalem non solum pro huius urbis, sed etiam pro totius orbis gubernatione suscepit. O gloriosa mors, quae ad tantam dirigit vitam! O vita vivificans, propter quam haec contempnitur vita! Ostendisti, Domine, quemadmodum apud te vivant, in quibus ita vivis, ut mori nec mortui possint. Quosque ita glorificas, ut etiam defuncti, per te vivificare mortuos possint. Ecce quomodo triumphant qui te confesso mortem excepere, ut te invocato, mortem expellant. Nec tantum hanc, quae ex pena illata est, mortem corporum, quantam illam, quae ex peccato venit, animarum.
Nihil impossibile tuis per te quibus summum posse est. Tu es qui eos et invictos effecisti, ut vincerent, et victores suscepisti, ut tecum in perpetuum regnent. Videte, fratres, et ammiramini sanctissimi martyris mirabile initium, et gloriosissimum finem. Cum suo duce processit in proelio; nec expectato duce, prior arma iecit in adversarios. Sciebat enim scriptum: Regnum caelorum vim patitur, et violenti diripiunt illud. Acceperad etiam in corde suo illum spiritualem ignem, de quo Dominus dixit : Ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut ardeat? Non diffisus de victoria, festinavit ad pugnam. Ferebat enim arma, non carnalia, sed potentia Deo: habebat enim gladium spiritus, quod est verbum Dei.
Loricam spei, et galeam salutis assumpserat. Gestabat etiam scutum fidei, in quo posset omnia nequissima diaboli tela extinguere. Talibus munitus armis processit ad prelium, et novo genere vicit, quia novo ordine dimicavit. Et cum sulcat in certamine graviter quisque percussus virtute minui, hic plagis suis magis magisque confortatus est. Et quotienscumque percussus, totiens contra adversarium vehementior est effectus, donec eum suis vulneribus sauciaret, suaque morte prosterneret.
O felix anima, quae tantis corporis sui cruciatibus vinci non potuit, quae ad suum conditorem corpore occiso extimplo [extemplo?] victor perrexit! Sed nec in ipso corpore, quantum volebat, praevalere permissus est inimicus. Proiecit quidem illud feris, et volatilibus devorandum; sed ipsis, quibus membra carpenda proiecta sunt, ab ipsis obsequia iniuncta deleta non sunt. Inmutata est natura ferox in bestiis rationis ignaris, quae utinam mutaretur in hominibus pessimis. Lupus reflexa cervice ieiunus regreditur, corvus siccis faucibus perseverat; et adhuc diabolus commenta crudelitatis excogitat.
Mergi mandat in fluctibus, quem in terris superare non valuit. Sed numquid qui omnia creavit, ubique adesse non potuit? Ecce mergitur; nec demergitur: praecipitatur in equore [aequore], et ipsis deservientes (deservientibus) quibus consumi poterat elementis, tumulatur in littore [litore]. Quis non resuscitandum credat in gloria, qui tanta protegitur gloria? Quis non gloriosum avertat spiritum cuius tam gloriose defensari conspicit corpus exanimatum? Quae omnia in profectibus suis praecessisse laeta nunc credat, et veneretur [tomado como dep] ecclesia. Renascatur quodamodo in eius meritis, quae eum genuit spiritualibus sacramentis; et eius proficiat praecibus [precibus], pro cuius est perornata virtutibus per Iesum Christum Dominum nostrum. Amen.
Referencias:
Sobre el autor:
Di Berardino, Angelo (Dir.): Patrología, Tomo IV, BAC, 2000, pág 80s.
Serdá Prat, L.: Gran Enciclopedia Rialp, ent: Justo de Urgel, versión en línea.
Breve hagiografía en el santoral de ETF.
Sobre san Vicente puede consultarse también el santoral de ETF, basado, para este santo, en el Butler-Guinea.
El facsímil del libro de Vuillanueva se halla en el Proyecto Cervantes Virtual: páginas dedicadas a san Justo de Urgel ; páginas del apéndice con el Sermo
Imágenes tomadas del «Retablo de san Vicente mártir», Siglo XV, Museu Nacional d'Arte de Catalunya, España.