Pregunta el lector: ¿En qué sentido debemos rezar algunos salmos que hablan de "malvados", "impíos", "darles su merecido" y expresiones duras similares? ¿Podrían entenderse ahora como el demonio, las tentaciones, los problemas de la vida, las enfermedades, los que persiguen a la Iglesia en nuestro tiempo, etc.?
Precisamente, del momento en que uno de los ejes fundamentales de la reforma de la liturgia de la horas fue que los textos volvieran a ser meditados, no sólo recitados, la comisión de reforma se encontró con ese problema: qué hacer con los salmos imprecatorios. Los tres más explícitos en este aspecto se omitieron (el 57 (58), el 82 (83) y el 108 (109)), así como algunos versículos aislados (por ejemplo, el tremendo final del 136(137)), según recoge el Ordenamiento General de la Liturgia de las Horas, nº 131. El párrafo reconoce nuestra dificultad para asimilar esos textos dentro de la espiritualidad bíblica, a pesar de que, señala el mismo texto, "los mismos salmos imprecatorios afloran en la espiritualidad noetestamentaria, Por ejemplo: Apoc. 6,10, sin que en modo alguno induzcan a maldecir".
Habrá sido, imagino yo, una decisión difícil para la comisión... ¡enmendarle la plana a la palabra de Dios! Y sin embargo, no es sino la aplicación de los principios escriturísticos que sustentamos los católicos, a diferencia de las lecturas fundamentalistas y literalistas. Precisamente, para nosotros no es "palabra de Dios" la frase aislada, el armazón de tales palabras, esta fórmula, esta claúsula, sino el libro, el conjunto, el poema, su sentido, la dirección a la que apunta; es palabra de Dios la temporalidad de la palabra, el hecho de que una expresión vaya encontrando nuevos sentidos, es palabra de Dios una palabra que se hace vida en la vida de unos hombres concretos, lo que incluye que haya servido literalmente para una época determinada de la fe, y ya no podamos usarla tal como es. Todo eso, toda esa dimensión histórica del lenguaje, es el entramado profundo de la palabra de Dios, que no tiene que ver con frases aisladas, ni mucho menos con fórmulas fijas.
Así que si un pasaje de la Escritura cae abiertamente fuera de la dimensión de nuestro lenguaje religioso, no sólo podemos, sino que debemos reintempretarlo; no hacerlo sería conceder al literalismo carta de ciudadanía en la fe: ¡estaríamos aun haciendo la 'guerra santa', y lapidando pecadores!, de lo que también se habla en la palabra de Dios (y lamentablemente hay cristianos que creen que eso es lo que nos toca hacer). La propia fe nos ha hecho crecer en la profundidad del lenguaje para hablar de Dios y nombrar a Dios, la Escritura nos ha enseñado la gramática de Dios, y ahora en nombre de ese aprendizaje, debemos, no sólo podemos, debemos, decir: esto que está en esta gramática de Dios que es la Biblia, no puedo repetirlo, choca a mi sensibilidad, a la sensibilidad que la propia Biblia me enseñó a tener.
Hace muchos años asistí por primera vez a los ritos sinagogales de la pascua judía en una comunidad reformista (el rito judío es fundamentalmente hogareño, pero tiene una parte sinagogal); quedé sorprendido y maravillado de ver cómo esos textos del Éxodo, que para nosotros son fundamentalmente modelos (typoi) de las "verdaderas realidades" -es decir, de la Pascua de Jesús- adquirían densidad histórica, resultaban vitales como experiencia personal, como cosa "que a ellos mismos les había ocurrido" (cosa que ningún cristiano occidental siente con las gestas narradas en el Éxodo). Pero me llamó la atención un aspecto: llegado el momento del Hal.lel, de cantar los salmos aleluyáticos que celebran la liberación del pueblo de Dios de manos del opresor egipcio, el rabino explicó a la comunidad (era una comunidad especialmente secularizada, así que poco y nada "entendía" de la sensibilidad religiosa profunda) que no se cantaría la serie de salmos entera, que se truncaría, porque si bien era una noche de festejo por la liberación de la esclavitud, Dios había tenido que eliminar a los egipcios, había traído muerte para traer la vida, y por tanto no se podía celebrar en plenitud.
Evidentemente, tras esta decisión de la comunidad reformista (en una sinagoga ortodoxa no hubiera ocurrido eso) hay un acercamiento a los planteos del humanismo cristiano. No pasaron 2000 años de civilización cristiana en vano, ni afecta sólo a la sensibilidad de los cristianos: el mundo entero, judíos, musulmanes, ateos, y todos los hombres, han sido tocados por el poder humanizador de la palabra de Jesús; posiblemente sin que ellos mismos lo sepan, y sin que sea necesario estar recordándoselo todo el tiempo, y mucho menos gloriarnos nosotros de ello (no lo hemos hecho nosotros, no lo ha hecho la Iglesia, sino el propio Jesús resucitado). En nombre de eso, podemos, ¡sí, podemos y debemos! enmendarle la plana a la palabra de Dios: aprendimos de ella a amar cada brizna de humanidad, y podemos ahora "escandalizarnos" legítimamente cuando un salmo propone
¡Oh Dios, rompe sus dientes en su boca,
quiebra, Yahveh, las muelas de los leoncillos.
¡Dilúyanse como aguas que se pasan,
púdranse como hierba que se pisa.
como limaco que marcha deshaciéndose,
como aborto de mujer que no contempla el sol! (Sal 58,7-9)
O también:
¡Anden sus hijos errantes, mendigando,
y sean expulsados de sus ruinas;
el acreedor le atrape todo lo que tiene,
y saqueen su fruto los extraños!
¡Ni uno solo tenga con él amor,
nadie se compadezca de sus huérfanos... (Sal 109,10-12)
Sin embargo, el caso de estos tres salmos mencionados arriba es un tanto extremo, se trata de retahilas de maldiciones que cualquiera entiende que, por decoro religioso, no se recen públicamente. Incluso es perfectamente comprensible que se haya eliminado el final del salmo 137:
¡Hija de Babel, devastadora,
feliz quien te devuelva el mal que nos hiciste,
feliz quien agarre y estrelle a tus pequeños contra la roca!
Muy agudamente, san Juan de la Cruz reinterpreta en su romance sobre este salmo:
«Bienaventurado era
aquél en quien confiaba,
que te ha de dar el castigo
que de tu mano llevaba,
y juntará sus pequeños,
y a mí, porque en ti lloraba,
a la piedra, que era Cristo,
por el cual yo te dejaba.»
No deja de ser emocionante esta relectura: te deseo lo peor para ti, que es lo mejor para ti: que te "estrelles" contra la Roca, que es Cristo. No es del todo original, porque esta lectura ya la había hecho ampliamente san Agustín (Enarraciones sobre los Salmos, 136,21, ed. BAC tomo XXII, pág 552), y otros Padres, pero san Juan de la Cruz la devolvió al ámbito de la poesía, a donde pertenecía la imprecación origianl.
Aunque obviamente esta lectura es demasiado translaticia, demasiado alegórica, y no podemos retocar el salmo, sino que, ante la liturgia, no tenemos otra que quitar el versículo, o exponernos a malformar las conciencias de gente que a lo mejor no está del todo formada para leer estas cuestiones, sí que podemos incorporar esta dirección de lectura a los demás versículos, que salpican aquí y allá -sin que lleguen a ser tan fuertes como éste- los salmos. Como apunta el lector que hizo la pregunta, podemos dirigir la maldición no hacia los hombres malvados, sino hacia la maldad de los hombres, e incluso hacia la maldad en general, hacia ese misterio de mal e inquidad que permanece en el corazón de la creación, y que estará allí siempre, hasta la consumación de este mundo, para recordarnos que no se ha llegado a la plenitud de la redención hasta que no se manifieste Cristo en todo y en todos, y que eso no lo podemos conseguir nosotros a golpe de ONG y buena voluntad.
Se trata de una trasposición que tenemos que hacer mentalmente, no una corrección que debamos introducir en la Escritura. La palabra de Dios, por el contrario, debe permanecer intocada, trascendente a los cambiantes criterios de la cultura humana, precisamente para ser la instancia ante la cual, como en el "espejo de la verdad" de los cuentos infantiles, nos miramos para saber quiénes realmente somos: cada vez que conseguimos no maldecir al enemigo, saber, viéndonos en ella, que lo nuestro, lo que nos sale espontaneamente, es la maldición: la bendición es una gracia, un don que nos ha dejado Cristo, ¡poder bendecir en lugar de maldecir! ¡qué poco debo en esto a mis propias fuerzas!
Gracias Abel has dado buena definición de los salmos imprecatorios ¿como podemos rezar con salmos que maldicen? buenísima pregunta y he ahí que todos los hombres han sido tocados por el poder humanizador de la palabra de Jesús. San Juan de la Cruz reinterpreta en su romance sobre este salmo 136-137
"Bienabenturada era aquél en quien confiaba, que te ha de dar el castigo que de tu mano llevaba, y juntará sus pequeños, y a mí, porque en ti lloraba, "a la piedra, que era Cristo", por el cual yo te dejaba." hacia ese misterio de mal e inquidad que permanece en el corazón de la creación la palabra de Dios, por el contrario, debe permanecer intocada, trascendente, es palabra de Dios la temporalidad de la palabra, el hecho de que una expresión vaya encontrando nuevos sentidos es palabra de Dios una palabra que se hace vida en la vida de unos hombres concretos .
La paz. Esta era una inquietud que he manifestado y por limitaciones de tiempo, no me han podido responder, de hecho ni siquiera sabia el termino de salmos imprecatorios, muchisimas grs. ya que siguen prestando esa ayuda tan sutil pero importantisima en estos tiempos donde se necesitan vocaciones sacerdotales y religiosas santas para estos pueblo con tanto desconocimiento, pero su trabajo es un apoyo importante. Nuevamente Gracias
Gracias por enseñarnos.
Muchas gracias por esta ensenanza que da mucha luz; les pido por favor una oracion; para que sea capaz de bendecir y desear que todos lo verdugos de mi Pais que es Mexico, El Bendito los estrelle contra la Roca que es Cristo. Porque la verdad hermanos, si me entrenaran como miembro del Isis, acabaria con todos ellos y con todos los sicarios que estan masacrando nuestros pueblos; pero los ciudadanos no tenemos ni una resortera para defendernos. Siento mucha furia e impotencia. Gracias
Gracias por enseñarnos los salmos
Has aclarado una de mis fundamentales dudas y causa de alguna confesión...a veces se le "calienta" la lengua a uno en su mente,avivado con algunos salmos o fragmentos de ellos,y pedir venganza contra los enemigos o que al menos reciban de su mal, no solo es no ser misericordioso como es el Señor y así le agradaría,sino que aleja de la fe que consiste en dejar que el Señor tome las mejores decisiones,y no tratarlo como un sicario a nuestro servicio,sobretodo,porque no se puede pedir a un padre que actúe contra sus otros hijos. Él debe tomar la decisión de impartir su justicia,y humildemente solo podemos suplicar ayuda para superar nuestra debilidad y sufrimiento. En definitiva,solo me parece lícito solicitar al Señor que aumente mi fe,mi fe en su Grandeza e infinitas Misericordia y Sabiduría,pues con eso resolvería toda perturbación.
Gracias hermano Abel,por compartir tanta lucidez y conocimiento,y al Señor,por ponerte en mi camino,porque en Él tengo fe que siempre halla el modo de que le hallemos.