El «Cántico de las Creaturas» (Canticus o Laudes Creaturarum), también conocido como «Cántico del Hermano Sol», es el texto poético más antiguo de la literatura italiana en lengua vernácula que se conozca. El autor es Francisco de Asís y, según una tradición, su escritura se remonta a dos años antes de la muerte del santo, que tuvo lugar en 1226. Sin embargo, es más probable que, acorde con algunas biografías de Francisco, fuese escrito a lo largo de cierto tiempo.
El Cántico es una alabanza a Dios, hacia quien progresa con intensidad y vigor a través de sus obras, convirtiéndose así en un himno a la vida; es una oración impregnada de una visión positiva de la naturaleza, porque en lo creado se refleja la imagen del Creador: de allí deriva el sentimiento de hermandad entre el hombre y toda la creación, que se aleja mucho del "contemptus mundi", del desprendimiento y desprecio del mundo terreno, marcado por el pecado y el sufrimiento, propio de otras tendencias religiosas medievales (por ejemplo, Jacopone de Todi). La creación se convierte en un gran medio de acceso y alabanza al Creador.
La historia de la fortuna literaria del Cántico -así como su opinión y valoración crítica- coincide con la del propio concepto de "historia de la literatura italiana": hasta el siglo XVIII, de hecho, Francisco nunca había sido leído en clave poética y el Cántico nunca había sido considerado una obra de arte, sino más bien una composición devocional. Es sólo con el nacimiento de la historiografía científica -finales del siglo XVIII, siglo XIX- y con los ideales románticos de las raíces populares de la poesía, cuando la obra fue revalorizada por la tradición crítica y filológica. La idea, por tanto, del Cántico como la primera obra de la literatura italiana, nació con el Romanticismo, favorecida por una comprensión sociológica, y no sólo retórica, de la obra literaria.
De hecho, hasta el nacimiento de la crítica moderna, en Italia la exégesis de la composición era patrimonio casi exclusivo de los Franciscanos, para los cuales la idea de una "poeticidad" del Cántico era cuestión casi fastidiosa. Hoy se puede afirmar que ningún nombre de la crítica de nuestra época se ha sustraído a confrontar con el misterio de una oración que no tiene paralelo -por complejidad, por valores estéticos- con ninguna otra en Occidente. Se afirma así la idea de colocar el Cántico en al línea divisoria que separa la experiencia poética -en el sentido estético, actual- del conocimiento de lo divino, sin que necesariamente deba decidirse que está de uno u otro lado de la línea, tal vez porque lo está en ambos.
Altissimu, onnipotente, bon Signore, |
Altísimo, omnipotente, buen Señor,
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El texto está escrito en dialecto umbro vulgar del siglo XIII; sus rasgos dialectales son:
-la abundante presencia de final en -u
-tercera persona del plural en -ano ("konfano")
-epítesis del verbo ser (è) en ène
-la conjunción ka (it. moderno "perche")
-el verbo "mentovare"
Si bien es un umbro con influjos toscanos y franceses, y con presencia de latinismos.
la crítica ha discutido ampliamente, aunque sin llegar a una conclusión definitiva, qué valor debe darse a la preposición fundamental en el poema: "per" (por ejemplo: "Laudato si’, mi’ Signore, per sora luna e le stelle"), sus principales sentidos posibles, según los estudiosos, son los siguientes:
1) El valor causal (te alabo a causa de...)
2) instrumental o medial (te alabo a través de, por medio de)
3) agente (la hermana luna, el viento, etc. te alaban)
4) de sustitución (te alabo en nombre de la hermana luna, el viento, etc.)
Posiblemente en la intencuión poética deban ser comprendidos todos ellos a la vez, aunque su sentido básico es el primero.
El Cántico tiene la forma de una prosa rítmica asonantada; como puede verse en al imagen del manuscrito más antiguo, no está dividido visualmente en versos, ni tiene una clara rima que haga la partición. Sin embargo, su sintaxis admite una división en algo así como "versos" que pueden agruparse en pequeños bloques, que podemos asimilar a estrofas, fácilmente reconocibles. De hecho, en la disposición gráfica actual se lo presenta invariablemente como un poema, y no como una prosa. La homogeneidad de tales bloques, queda garantizada por bien calculados artificios formales (repeticiones, por ejemplo, así como la numerología, según veremos luego): estamos frente a una obra simple, pero culta y refinada, no ingenua y puramente espontánea, como se postuló en época romántica.
La simplicidad de los sentimientos expresados se corresponde con la de una sintaxis simple, en la cual los diversos términos se ligan con polisíndeton ("...y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo..."). Otro rasgo destacable es su abundante adjetivación.
la crítica literaria más reciente, en particular Víctor Branca, ha individualizado en sólo dos lugares bíblicos los verdaderos modelos de referencia de la composición: el salmo 148, y el cántico de los tres jóvenes en el horno, del libro de Daniel (3,51-89). La ascendencia del Cántico en estos textos conviene no sólo al contenido, sino también a la estructura formal: en los dos textos hay una discurrir que puede ser dividido en cinco partes, análogas a las utilizadas por Francisco:
1) Alabanza absoluta de Dios
2) firmamento
3) elementos de la naturaleza
4) hombre
5) comunidad (iglesia)
Como en muchos textos medievales, la numerología bíblica juega en este un rol estructural fundamental:
Los "cuatro elementos" son acompañados de cuatro indicadores:
Viento: aire, nubes, sereno, (todo) tiempo.
Agua: útil, humilde, preciosa, casta.
Fuego: bello, gozoso, robusto, fuerte.
Tierra: diversos frutos, coloridas flores.
Al firmamento, dividido en tres (sol, luna, estrellas), le corresponde una tríada de adjetivos que acompaña a las estrellas: claras, preciosas, bellas.
A Dios le corresponden tres apelativos: altísimo, onnipotente, bueno; tres homenajes: alabanza, gloria, honor, tres acciones: bendecid, agradeced, servid.
Pero en la sección sobre el hombre encontramos el dos: perdonan, sostienen; enfermedad, tribulación; cuidado! (guai), felices; pecados, santa voluntad.
La actitud de Francisco hacia Dios refleja una simplicidad que no está, sin embargo, exenta de profundidad. Entre las dos posibilidades que las doctrinas de los Doctores de la Iglesia ofrecían en su tiempo, Francisco aboga por la celebración de la gloria de Dios por medio de la inspiración y el éxtasis, y no por la vía especulativo-filosófica. La acción de alabar a Dios aparece aquí como un itinerario desde la creación al Creador, un viaje de los sentidos más que de la mente, que se lleva a cabo en escala ascendente, pero que es a la vez una escala de interiorización, del cosmos al hombre, y de allí a su alma inmortal.
Esta acción, que puede ser calificada de litúrgica -y tal podría haber sido la finalidad original del Cántico- está compuesta de tres elementos: un locutor, un mensaje y un destinatario.
El locutor es, en principio el poeta, oficiante de un rito que cumple su función de invitar a la comunidad (cfr. versos finales) a dirigir su alabanza a Dios.
Sin embargo, la cuestión no es tan simple como parece:
-Por un lado está el ambiguo valor de la fundamental preposición "per", como vimos antes: la alabanza se hace a causa (por) las criaturas, pero también en nombre de ellas y a través de ellas.
-Por el otro, y muy importante, el poema prácticamente comienza declarando la imposibilidad del hombre de entonar la alabanza de Dios: "... et nullu homo ène dignu te mentovare." ("y ningún hombre es digno de nombrarte")
¿Quién es entonces el verdadero "locutor" de este poema?
La creación entera, como obras divinas, pero en ellas habla el propio Creador, pues es su vestigio en ellas lo que hace posible la alabanza: el propio Dios asume la tarea de poner en el hombre, a la mano, a través de sus criaturas, el lenguaje adecuado para alabarlo. Estamos cerca así de la "teología negativa" de cuño agustiniano y neoplatónico, por la cual ningún discurso [humano] es posible sobre Dios, sino sólo de parte del propio Dios (por ejemplo, san Gregorio Magno, Meister Eckhart, y otros).
Sobre el "mensaje", el contenido del poema, tal vez es oportuno aclarar que la lista de criaturas ofrecida por el Cántico no es una "simple presencia" de elementos existenciales que rodean al hombre, sino -según los modelos bíblicos evocados más arriba- el sistema enciclopédico de toda la realidad cósmica entonces concebida, estructurada en un orden poético de gran concisión oratoria.
Esta complejidad estructural se confirma por el análisis de las referencias a los elementos de la creación. De pronto nos encontramos con que todos los seres son vistos de forma positiva y se llaman "hermano" y "hermana": Francisco pone al hombre a su nivel, también como una criatura, pero llamado a una mayor responsabilidad moral, en cuanto dotado de libre albedrío: el hombre sólo encuentra la felicidad en el respecto de la ley de Dios (v. 30) y en la imitación de Cristo (vv. 23-26).
La alabanza del Señor inicia con la admiración de los astros, que se destacan por belleza y utilidad; al sol se dedica más atención, porque lleva de modo especial su "significación" divina.
A continuación Francisco pasa a la alabanza de los cuatro elementos básicos: viento, agua, fuego y tierra. El viento, y demás variaciones climáticas, no se vincula con los grandes eventos destructivos, sino que se describen y alaban por lo que son, es decir, fuente de sostén para las criaturas; el viento es también un símbolo de Dios, y esto conduce a ver los elementos no en catástrofes, sino en sus funciones más simples y ligadas a la existencia: vale recordar aquí el episodio bíblico en el que el profeta Elías no encuentra a Dios en el grande e impetuoso viento de tormenta, ni el terremoto, ni en el fuego, sino en la brisa suave (1Re 19,11-12). El agua es vista como "útil" y "preciosa", su humildad y castidad también la caracterizan como medio de purificación, en los sacramentos del bautismo y de la penitencia. El fuego recibe importancia como fuente de luz y de calor; al igual que el agua, también él podría recibir una clave de lectura simbólica cristiana como referencia al Espíritu Santo. Finalmente la tierra es la madre que nutre a sus criaturas, y puede entreverse en ello una referencia tácita a la parábola del sembrador (Mt 13,3-9).
El tono de la alabanza ahora cambia: se concentra sobre el hombre quien, como hemos dicho, sólo en Dios puede ser feliz. Y de aquí Francisco pasa al tema de la muerte, también ella hermana del hombre: ninguno puede evitarla, y para el hombre en estado de gracia, incluso ella resultará algo positivo, el presagio de la verdadera vida con Dios. En particular la atención puede recaer en la expresión "muerte segunda", que puede referirse tanto al hecho de que la muerte, benigna, no puede dañar al hombre piadoso, como al hecho de que el justo, en el día del juicio, no debería temer la segunda muerte, definitiva, del alma. En la conclusión, Francisco fórmula la invitación a los hombres tocados por el Cántico a alabar y bendecir a Dios, sirviéndole con humildad.
La alabanza es un acto verbal performativo, es decir que por sí mismo "produce" su objeto, y auto-referencial, ya que no tiene otro objeto como no sea manifestar la propia alabanza. Sin embargo, en cuanto tal, la alabanza es una experiencia ex-tática, porque coloca al "Yo que alaba" fuera de sí mismo, frente a la misteriosa presencia de "Aquello" a quien la alabanza habla. Al respecto escribe Giovanni Pozzi: "La alabanza divina, en su variante más esencial, participa del discurso místico en cuanto que, esencialmente extática, reclama la propia acción de alabar de quien alaba. Pero no narra ningún anulamiento ni transformación del locutor en el otro" -como lo tiene el discurso místico- "de aquí que la alabanza tiene una estructura que la acerca al discurso poético."
En cuanto alabanza, el Cántico tiene esa doble naturaleza de poesía (composición personal) y oración (composición ex-tática), y aun podría agregarse que la presencia en los primeros versos del Cántico del verso "ningún hombre es digno de nombrarte", pone a la poesía más aun en la frontera de la mística, del momento en que si se atreve precisamente a nombrarLo a través del poema, el sujeto de ese acto de nombrar ya no es puramente el hombre, el poeta, sino también el propio Nombrado, Dios mismo, que admite a ese hombre no-digno como legítimo poeta de su alabanza.
En su origen el Cántico estaba provisto de acompañamiento musical, compuesto por el propio Francisco, pero hoy perdido. No tenemos esa música original, la que habrá utilizado Francisco, y según la tradición, los hermanos León y Ángel, para entonarlo por primera vez.
A pesar de su enorme musicalidad interna, no forma parte del repertorio de poemas que la música ha hecho suyos con frecuencia. Sin embargo en sus 800 años de vida, ha sido musicalizado algunas veces, o utilizado como fuente de inspiración. He aquí una pequeña selección de obras que utilizan el Cántico con texto, más o menos literalmente (algunos incluso en su dialecto original, otros trasvasado al italiano moderno, o traducido a otras lenguas), o incluso, como en la obra de Liszt, sin palabras, tratando de recrear musicalmente el clima laudatorio del poema.
Canción muy conocida, «Dolce sentire», de Riz Ordolani, que se utiliza en la película de Franco Zefirelli «Hermano Sol, Hermana Luna». Esta versión está tomada de la banda sonora original del film, de 1972 |
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También esta, que toma un poco más literalmente el poema, es una canción popular, más moderna, del año 2000, del disco «L'infinitamente piccolo», del cantautor italiano Angelo Branduardi. |
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En un registro con más evocación medieval, el grupo vocal alemán Sarband, con su «Cantico delle creature», que forma parte del disco Cantico, de 1991. |
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En 1981 se estrenó en Buenos Aires una obra folclórica del pianista Rubén Durán, que con el título de "Hermano Sol, hermana luna", evocaba en sus distintos números diversos ritmos del folclore argentino, con el texto del cántico traducido. Yo asistí al estreno, aunque lamentablemente no llegó a editarse en disco. Lo que presento es uno de los números, conseguido de la grabación de un ensayo general, con todo lo que supone de baja calidad de sonido. Se trata de una chacarera, que utiliza la estrofa referida al viento. |
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El compositor y pianista Franz Liszt, que profesó como franciscano en 1858, compuso en 1862 una obra para barítono, órgano, piano (a lo que podía agregarse un coro masculino), con el texto del Cántico. Desde allí hasta casi el año de su muerte Liszt reelaboró varias veces la obra, para distintas formaciones, e incluso para piano solo, sin canto. Esta versión (sin texto), que lleva el número de catálogo S499, es la más conocida, y la que presento, en versión de la pianista Leslie Howard. |
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La compositora actual tártara Sofiya Gubaidúlina se caracteriza por integrar las armonías más rupturistas de la música contemporánea, con una gran profundidad religiosa en su inspiración y búsqueda. Con motivo del 70º cumpleaños del violoncellista Mtislav Rostropovich, en 1997, la compositora le obsequió con una obra basada en el Cántico, para la rara formación de cello, celesta, percusión y coros. Naturalmente, está muy lejos de la música popular -de la "canción"- por lo que exige cierto entrenamiento apreciar armonía y belleza en estos números musicales. Por este motivo presento sólo el número 3, de la estrofa «Laudato sie, mi' Signore cum tucte le Tue creature», en versión grabada en el año 2000 por el propio cellista Rostropovich y otros grandes intérpretes del género. La propia autora reelaboró en 2010 esta obra, para otra formación, produciendo algo que puede decirse que es enteramente nuevo. |
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El compositor francés Olivier Messiaen (1908-1992) escribió, entre 1975 y 1983 una ópera por encargo de la Ópera de París, en la que tomó como tema la vida de San Francisco, con centro en el desarrollo espiritual del santo. Se inspiró para realizar el libreto en diversas fuentes franciscanas, entre ellas el Cántico, que toma como texto base (pero con modificaciones) en el Acto I Escena II, que es el que se escucha en esta grabación. |
En la liturgia en español (en el día de san Francisco y otros días) se utiliza una traducción del Cántico, que más bien debe ser calificada de "versión", ya que trasvasa el texto entero a un molde poético de riguroso metro y rima (que como hemos visto el poema original no tiene), con excelente resultado. En el web franciscano indican que esta versión es de León felipe. No he podido corroborar el dato, y no sé si se refiere al mismo poeta español de ese nombre, del siglo XX.
Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor, |
El texto castellano lo he tomado del sitio franciscano www.franciscanos.org, donde reproducen también la versión litúrgica.
El texto italiano lo he tomado de la Wikipedia en italiano, de donde provienen también muchos aspectos de este artículo, que había comenzado siendo una traducción de ese, y siguió luego su propio rumbo. Sin duda este origen hará que algunas frases -sobre todo del inicio- provengan casi literalmente de allí, aunque el conjunto, eso espero, no plagia a nadie. De todos modos mi agradecimiento a los anónimos autores de tal escrito.
Las tres imágenes son reproducción de los tres folios del Codice 338, f.f. 33r - 34r, la copia más antigua del poema, del siglo XIII, y que se conserva en la Biblioteca del Sacro Convento di San Francesco, Assisi.