"El desafío no es cómo usar bien la red -como se cree con frecuencia- sino cómo vivir bien en el tiempo de la red. En este sentido la red no es un nuevo medio de evangelización, sino, sobre todo, un contexto en que la fe está llamada a expresarse no por una mera voluntad de presencia, sino por una connaturalidad del cristianismo con la vida de los hombres".
Así dice Spadaro. El cristianismo es comunicación, esencialmente. Y allá donde hay comunicación, allá ha de estar, necesariamente, el cristianismo. Y ¡claro que hay problemas y desafíos y miedos!
La fotografía amenazó el trabajo de los pintores. Puso las bases de la pornografía y de los paparazzi. Pero nos ha permitido "asistir" a las misas del Papa. Y los pobres pueden recordar cómo eran sus seres queridos, algo que antes sólo estaba al alcance de los ricos que podían pagar a pintores o escultores.
Y cosas similares podrían decirse de todas las tecnologías anteriores que han ampliado las posibilidades comunicativas del hombre. Prótesis comunicativas.
Cada una de ellas ha amenazado una parcela y un modo de vivir... y ha abierto otros. Siempre en la línea de la universalización de la comunicación.
Pensemos en esa gran tecnología que es el alfabeto. Hasta que se inventó era necesario invertir mucho esfuerzo en aprender la escritura. Era una profesión de especialistas. La controlaban los ricos y los sacerdotes. Sólo ellos podían pagar a quien escribía y leía. Sólo ellos se comunicaban por escrito, y ponían por escrito -e interpretaban- leyes y contratos y textos sagrados.
Entonces llegó el alfabeto. Con unos 25 signos se aprendía a leer y escribir. Se acabó el monopolio de los escribas. Se extendió la literatura. Cada vez más gente podía leer y escribir. Los siervos pedían leyes escritas, y discutían la interpretación de las mismas. Lutero tradujo la biblia al alémán. La imprenta la difundió. En fin.. Ya sabéis. Los pobres escriben cartas y leen la biblia. Ya nadie trabaja escribiendo listas sobre arcilla. La nueva objetividad es la transparencia, la facilitación de las fuentes, y no la confianza en el intermediario.
Mundos que caen y mundos que aparecen por obra y gracia de las tecnologías.
El desafío de nuestra era es Internet. Echo de menos que la Iglesia se tome más en serio este asunto, aunque hay rayos de esperanza muy luminosos (y aunque no faltan los profetas de calamidades que escriben ordenador=internet=pornografía=adulterio).
Me gustaría que en cada diócesis, al menos. hubiera un grupo de especialistas que recorrieran parroquias y colegios enseñando a la gente las posibilidades y los peligros de Internet.
Ocurre como con la sexualidad: si no le enseñas a un niño la luminosa terraza superior es muy posible que acabe perdido en los tenebrosos sótanos o, simplemente, adocenado frente al televisor, con las ventanas cerradas.
Nota de ETF: en el original el texto se llama Cyberteología 2, porque continúa la reflexión de un artículo anterior. Allí mismo cita in extenso el nombre del libro del P. Spadaro que aquí da por supuesto: Padre Antonio Spadaro, jesuita, director de la "Civiltà cattolica". Título de la obra: Cyberteologia. Pensare il cristianesimo al tempo de la rete.