En un mundo donde el acceso a cualquier tipo de fuente es inmeditato y asequible, y donde el principio de confianza en el intermediario está en cuestión, lo mejor para convencer es, precisamente, bajar las barreras de acceso al original.
Llevamos semanas con la historia del buey y la burra del belén.
Lo cierto es que, en el imaginario colectivo se ha instalado ya -quizá para siempre- la idea de que "El Papa ha dicho que en Belén no había ni buey ni mula".
El contraataque -con artículos en los periódicos, alusiones de los obispos- ha sido intenso y patético, precisamente porque no se ha facilitado el acceso al texto original del Papa. (Pretender que todo el mundo se compre el libro y lo lea es desconocer el catolicismo low cost que hay en España).
Hubiera bastado con la difusión masiva de las dos páginas en que el Papa habla de esto.
Por ejemplo:
En fin: ¿cómo no va a haber un asno en el pesebre con la de asnos que estamos en la vida ordinaria de la Iglesia?
El comentario final -que figura después del texto del libro-, es crudo. Frente a ello y a todo comentario rescatemos la esencia del Evangelio. El infinito amor que llegó al mundo de la forma más sencilla, para que lo sintiéramos todos, en lo más profundo de nuestro corazón y de nuestra existencia Con sincero afecto fraternal. Janett
Magnífico comentario todo el. Gracias