Es un buen signo que nos preocupe no sólo nuestra vida, sino la de los que nos rodean, y no sólo de ellos, sino también la de los que nos han precedido. Tener cierta inquietud por el destino de nuestros seres queridos fallecidos es normal, y es también algo hermoso, aunque no debemos permitir que esa inquietud se vuelva algo enfermizo: la misma misericordia de Dios en la que tenemos nuestra esperanza es la que ya los ha recibido a ellos, así que nuestra inquietud puede descansar fundamentalmente confiada en que son las manos de Dios, un Dios de amor, el que las recibe, y una Madre plenamente humana la abogada de cada uno de nosotros.
¿Podemos aun hacer algo en relación a los muertos? ¡Sí, claro que podemos! Rezamos en el Credo «creo en la comunión de los santos», y esa palabra, «santos», hay que entenderla al modo bíblico, es decir, no se refiere sólo a los santos canonizados, sino a todos los creyentes, a toda la Iglesia, triunfante, purgante, militante, incluso a aquellos «cuya fe y devoción sólo Dios conoció», como dice una de las plegarias eucarísticas, y que abraza incluso a aquellos que no fueron visiblemente creyentes. Así que la «comunión de los santos» nos asegura no sólo que las oraciones de los que ya están con Dios son eficaces, sino también que nosotros podemos rezar por ellos, y esa oración también es eficaz.
¿Pero de qué modo podemos estar en comunión con nuestros seres queridos fallecidos? Hay varias maneras.
Rezar por ellos, ya sea en la oración personal, o pidiendo una misa en la parroquia. La misa es la mejor obra piadosa que podemos hacer en favor de los muertos.
Yo diría que encargar una misa (y en la medida de lo posible participar en ella) es lo mejor que podemos hacer. Incluso tiene una doble vertiente: ayudamos al muerto con nuestra oración, y a la Iglesia entera con el poco o mucho estipendio con el que podamos contribuir.
En las parroquias más pobres, los estipendios de la misa de difuntos son a veces el único sostén económico al que tienen acceso. Mucha gente piensa que porque una parroquia a lo mejor está en un "buen lugar" y tiene "muchos encargos de misa" no necesita más, pero las intenciones de oración de misa, y en especial los sufragios de difuntos se distribuyen. Además, cuando nosotros encargamos una misa, podemos tratar de que el estipendio llegue a una parroquia pobre, o a un lugar de misión. Por ejemplo, a través de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), u otras obras semejantes.
La misa, sin embargo, con ser el mejor, no es el único sufragio posible por los difuntos, ahora veremos otros.
Aunque en otros tiempos las indulgencias dieron lugar a graves abusos, y debemos evitar a toda costa que se repitan, la indulgencia como tal es una obra buena que surge del corazón mismo de la comunión de los santos. La Iglesia explica el significado de las indulgencias en el Catecismo, nn. 1471ss. Me atreveré de todos modos a explicarlo por mí mismo.
Lo primero que debe decirse es que la indulgencia no es el perdón de los pecados, ni por supuesto, un "permiso para pecar". Cuando la Iglesia concede indulgencia a una obra piadosa (por ejemplo visitar un santuario o asistir a tal o cual evento), no significa que si realizamos esa obra ya está perdonado el pecado, o que el próximo pecado que cometamos no se nos computa... parecerá ridículo lo que digo, pero lamentablemente, sobre todo por la deformación con que se habla de estas cosas en los medios masivos, a veces parece que la indulgencia tuviera que ver con eso. Por ejemplo, cuando el Papa concedió indulgencia plenaria a los que participaran de la JMJ de Río a través de internet, un periódico tituló: "Ahora el Papa perdona por internet".
Para entender la indulgenciaa, comparémosla con una ofensa que le hicimos a alguien querido. Supongamos que en un momento de enfado le dijimos algo feo a nuestro amigo. Luego le pedimos perdón y él nos perdona, pero en realidad con ese enfado sacamos a luz algo nuestro acerca de él, un pensamiento malo que en realidad tenemos. Queremos a nuestro amigo, pero esa parte, ese aspecto de él que no queremos, debe ser purificado, depurado, para que la próxima vez ya no lo veamos bajo esa mala luz. Además del perdón que nos da él, debemos purificar nosotros nuestra mirada.
La Iglesia enseña que ya en esta vida podemos purificar nuestros afectos desordenados a través de la penitencia, y que aquel apego a las criaturas que nos lleva al pecado, lo podemos seguir purgando en el Purgatorio, en un tiempo del alma que se expresa como el "equivalente" en una penitencia en este mundo, como si dijéramos: una penitencia de un día, siete días, un mes, etc... es sólo una forma de hablar, porque el "tiempo del alma" no es cronológico, pero nosotros no podemos hablar de otra manera, porque sólo experimentamos el alma en su existencia corpórea.
La indulgencia es cuando Dios, además de perdonarnos, nos remite esa "pena temporal", es decir: acepta la obra de indulgencia como una purificación adecuada de los afectos desordenados. Por eso la indulgencia se mide en "días, meses, años, etc" o bien es "plenaria", es decir, implica la totalidad de la pena de purgatorio que corresponda, y que no sabemos cuánto tiempo es, en "tiempo del alma".
Las indulgencias pueden ser aplicadas a nosotros mismos, pero mejor aun, pueden ser aplicadas como sufragio por los difuntos. En realidad no podemos aplicarla por determinado difunto, ya que no sabemos cuál es la condición concreta de un difunto querido nuestro, pero la aplicamos por las almas del purgatorio, y pedimos por ellas con la mirada intencionalmente puesta en nuestros seres queridos.
La indulgencia implica siempre, además de la buena obra indulgenciada, ciertas condiciones indispensables: rezar por las intenciones del Papa, confesar y comulgar lo más próximamente que se pueda. Es obligatorio completar la indulgencia con la confesión, precisamente porque la indulgencia no es el perdón de los pecados, sino la remisión de la pena a la que llevan nuestros afectos desordenados.
Misa, oraciones, indulgencias, no son lo único que podemos hacer en favor de nuestros seres queridos fallecidos. Si comprendimos lo que son las indulgencias, que es la aceptación por parte de Dios de una penitencia en favor de la pena debida al pecado, nos daremos cuenta que también podemos hacer en favor de nuestros difuntos penitencias. Como hacemos en Cuarema pidiendo a Dios que se digne mirarnos con su favor, y a lo mejor para ello nos privamos de un alimento, o hacemos sin quejarnos una acción que no nos agrada, etc. así también podemos hacer penitencia en cualquier momento del año, y aplicarla vicariamente, no a nuestra vida, sino a la de los difuntos que queremos.
La "obra vicaria" es una imitación de Cristo, que "no tuvo pecado, pero se hizo pecado por nosotros" (2Cor 5,21). Obra vicaria es toda aquella obra buena de la que no esperamos obtener nada para nosotros mismos, sino el favor de Dios para otros, conocidos o desconocidos.
Las penitencias pueden, igual que las indulgencias, y en realidad igual que cualquier obra religiosa, malentenderse: podemos creer o querer que a través de ellas "obligamos" a Dios. Cuando queremos obligar a Dios a través de nuestras obras nos volvemos fariseos (que eso es el pecado de fariseismo) y Dios no nos escucha, pero cuando a través de nuestras obras le mostramos a Dios nuestra disposición a aceptar su voluntad, Dios, como Padre, se vuelve hacia nosotros y nos escucha y auxilia.
Así también, si con humildad ofrecemos a Dios penitencia nuestra en favor de nuestros seres queridos, ¿cómo Dios no nos va a atender?
Y quien dice penitencias, dice también la más grande penitencia de todas, tanto, que merece un nombre aparte: la limosna. Con la limosna trabajamos en la limpieza de nuestro afecto, siempre un poco desordenado, a la posesión material. La limosna hecha como la pide Jesus (Mt 6,1ss), es decir: no por exhibirnos ni mostrar nuestro poderío (porque entonces ya tenemos nuestro premio), sino como muestra pública de que no tenemos limpio aun nuestro corazón del apego a los bienes materiales, y necesitamos desprendernos de ellos.
Qué mejor que ofrecer limosnas en favor de los muertos. ¿Quién no recuerda en las parroquias la alcancía "por las benditas almas del purgatorio"? Es una limosna perfecta, una vicariedad perfecta, porque damos no sabemos a quién, y no sabemos en favor de quién aplicará Dios esa buena obra.
Así como en la actualidad tenemos sitios de internet como AIN que nos ayuda a encargar misas y a la vez ayudar a iglesias pobres, así también hay iniciativas de limosnas en favor de nuestros seres queridos, que a la vez ayudan a proyectos humanitarios en países pobres.
En particular me gustaría mencionar el de Intermón Oxfam, porque está explicado de manera "no confesional", proponen un "memorial por nuestros difuntos", de modo que si sabemos de alguien que desea hacer algo en favor de sus difuntos pero no es creyente o no tiene ninguna cercanía con la fe, podemos proponerle esto; es una manera también de ir llevando de a poco al Evangelio, que es, en definitiva, la suprema vicariedad, el vivir volcado en los otros y para los otros.
En Occidente se ha perdido lo que era tan importante en la antigüedad, antes del cristianismo: la relación de "tutela" de los muertos hacia los vivos, el culto de los antepasados. Sin embargo en Oriente sigue vivo, incluso entre los cristianos.
En realidad la fe cristiana no prohibe rezar a nuestros muertos, pedir su intercesión por nosotros ante Dios; es una forma de vicariedad, y es también un aspecto -poco explorado- de la comunión de los santos.
Lo que debemos tener en cuenta es que el destino de cada hombre está en manos de Dios, y no nuestra; no hay nadie del que podamos estar completamente seguros de que ya gozan de la visión beatífica, excepto de los santos reconocidos por la Iglesia como tales. No basta con que estemos subjetivamente convencidos de lo "bueno" que fue un ser querido nuestro, porque el corazón del hombre, y la verdad de la bondad de cada uno sólo Dios la conoce.
Pero no erramos si, como acto personal, y sin convertirlo en culto público, rezamos en nuestro corazón a nuestros seres queridos que podemos razonablemente pensar que ya gozan de la presencia plena de Dios. También esto es una comunicación con los muertos, no sólo obrando en favor de ellos, sino también aceptando el obrar de ellos en favor nuestro.
O rezamos con ellos en su penitencia del purgatorio, para que tanto ellos como nosotros estemos cada día mejor preparados, y con el vestido limpio y oportuno para el Gran Banquete al que Dios nos convida para toda la eternidad.
«...mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo...» (Ap 3,20)
Abel gracias por su artículo, me quedo muy claro su comparación sobre: "Para entender la indulgencia, comparémosla con una ofensa que le hicimos a alguien querido. Supongamos que en un momento de enfado le dijimos algo feo a nuestro amigo. Luego le pedimos perdón y él nos perdona, pero en realidad con ese enfado sacamos a luz algo nuestro acerca de él, un pensamiento malo que en realidad tenemos. Queremos a nuestro amigo, pero esa parte, ese aspecto de él que no queremos, debe ser purificado, depurado, para que la próxima vez ya no lo veamos bajo esa mala luz. Además del perdón que nos da él, debemos purificar nosotros nuestra mirada."
¿Quién no recuerda y siente cerca a los difuntos que han amado? Si decimos "rezar a los difuntos" lo encontraremos extraño, pero si creemos realmente en la Vida después de la muerte, sabemos que no están fuera de nuestra misma vida, aunque invisiblemente.
Por eso es natural que les hablemos, que los sintamos cercanos, y si nos ayudaron en vida, sentimos natural en pedirles ayuda también después de su muerte. Y creo que es algo espontáneo.
Pienso en como mis hermanas, en cuanto están con alguna dificultad, le piden a nuestra madre que las ayude (me lo dijeron ellas). Probablemente no solo es porque es nuestra madre, sino porque conocemos como nadie la profundidad de sus virtudes durante su vida, el amor que tenía hacia todos, su corazón siempre dispuesto a ayudar a quien la necesitara... Así pues, ¿cómo no nos ayudaría ahora, que está cerca del poder de Dios, intercediendo por todos?
La comunión de los santos se nos hace tangible en su amor, en su ayuda, en su cercanía... en este mundo y en el otro.
Bellísimo. Muchas gracias por contarlo tan simple
Base Bíblica para "orar" por los muertos por favor.