Durante la semana VII del tiempo ordinario leemos, no completo pero en buena cantidad, el libro del Eclesiastés o Qohélet. Forma parte de la secuencia de lecturas de libros «sapienciales» que se leen en esta época del año litúrgico, precedido de Proverbios y seguido de Job. Cualquiera sin embargo se da cuenta, sobre todo en el salto desde Proverbios, que Qohélet es un libro revulsivo, refractario a una lectura "por encima".
Las lecturas patrísticas que lo acompañan (Máximo el Confesor, Gregorio de Nisa, Gregorio de Agrigento, Jerónimo, Columbano) ayudan con una interpretación "espiritual", que lo suaviza un poco, sin embargo al leerlo tenemos la sensación (completamente acertada) de que el libro es bastante más espinoso de lo que estos autores nos dicen.
Por ejemplo, san Jerónimo, comentando el versículo 6,7 («toda la fatiga del hombre es para la boca, y el estómago no se llena»), hace primero una lectura literal, y luego agrega: «Es preferible entender estas afirmaciones como referidas al hombre eclesiástico, el cual, instruido en las Escrituras santas, se fatiga para la boca, y el estómago no se llena, porque siempre desea aprender más.» Muy agradable consideración, por supuesto, pero ¿es realmente eso lo que dice Qohélet?
¿De qué habla este libro difícil, lleno de contrastes? ¿podemos encontrar algún principio de organización que nos permita comprenderlo con una mirada de conjunto?
Contamos con una gran ventaja: la hermosa traducción litúrgica, debida al P. Luis Alonso Schökel, quien fue además uno de los grandes conocedores de esta obra en el panorama de la exégesis en español. La lectura del libro en la Biblia del Peregrino (también de su mano), con las notas al pie, pueden ayudar mucho a la comprensión.
¿Te parece que crecer cada día en sabiduría, «no acostarse cada día sin haber aprendido algo nuevo», es un buen propósito? Pues ahí viene Qohélet a decirte: «a fuerza de trabajo comprendí que la sabiduría y el saber son locura y necedad.[...] pues a más sabiduría más pesadumbre, y aumentando el saber se aumenta el sufrir» (1,18). Lo primero que debemos destacar de la obra es su extendida ironía (y autoironía): Qohélet es un libro de sabiduría "crítica", frente a todas las convenciones del «sentido común», del «saber admitido» y del «buen sentido», incluso de la «sabiduría religiosa», Qohélet extiende una confrontación que termina mostrando el lado ridículo de lo que teníamos por tan admisible.
Pero desencantado del saber, de la abnegación, de las virtudes, dices simplemente, como nuestra desencantada época, «¡a vivir, que son dos días!»... y a ello Qohélet también tiene algo que agregar: «Me dije: 'Vamos a ensayar con la alegría y a gozar de placeres'; y también resultó vanidad. A la risa dije 'locura', y a la alegría, '¿qué consigues?'» (2,1-2)
Qohélet es contrastante, contradictorio, hace violencia a todas las certezas, incluso a la cómoda instalación en un relativismo sin certezas: «teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque eso es ser hombre; que Dios juzgará todas las acciones, aun las ocultas, buenas y malas.» (12,13-14)
¿Cuál es el Qohélet «de verdad», el que insta al saber, el que insta al placer, el que empuja a la vida virtuosa, el que se empantana en el escepticismo? porque de todas las posibilidades hay en Qohélet. Durante algunos años la exégesis bíblica estuvo abocada a dividir el libro en «fuentes», pensando que las contradicciones tenían que ver con que nuestro libro fuera el resultado (azaroso) de una mezcla de diversos libros de no menos diversos pensamientos. Sin embargo, en la actualidad esa perspectiva se considera una vía muerta: sea cual sea el «auténtico» Qohélet, lo cierto es que el libro está escrito con verdadera unidad de estilo y expresión.
Quizás para poder resolver el enigma de lo que quiere decir Qohélet debamos comenzar por preguntarnos quién es Qohélet.
«Qohélet» es un seudónimo, no es un nombre propio. Es un sustantivo verbal derivado de la palabra «qahal» que significa «asamblea» o «iglesia»; «qohélet» puede entenderse que significa «el que preside la asamblea», de allí que en griego se lo haya traducido como «eclesiastés», que significa precisamente eso.
Pero la palabra hebrea es un poco más complicada, porque «qohélet» es palabra femenina, no masculina, así que es difícil que identifique en concreto al presidente de la asamblea. Una de las hipótesis actuales sobre por qué este nombre está en femenino nos orienta bastante en el sentido del libro en conjunto: «Qohélet» vendría a ser el nombre simbólico de la asamblea misma, que cansada de las predicaciones convencionales y vacías, toma las riendas de la reflexión.
Por supuesto, eso no quiere decir que este libro sea una obra de producción colectiva, asamblearia... más bien al contrario, el autor es un hombre profundamente conocedor de los libros de sabiduría, y un gran escritor, capaz de proceder a la vez con humor y con riguroso método.
Para abundar en ironía, este escritor seudonímico se presenta como rey de Jerusalén, lo que llevó a la antigüedad a la confusión de que la obra habría sido escrita por Salomón. ¡Bendita confusión! porque su contenido es tan ácido, que si no hubiera sido porque se lo creía escrito por Salomón, quizás no hubiera entrado a formar parte de los libros bíblicos, ¡también en estas confusiones actúa la Providencia!
Sabemos ya que el libro va a poner en cuestión el conjunto de la sabiduría tradicional, pero ¿qué sabiduría? Todo el discurso de Qohélet lucha simultáneamente en dos frentes: contra los que se consuelan (o más bien habría que decir, se adormecen) con sentencias religiosas de supuesto «sentido común», que no por repetidas son verdaderas, y contra los que, desencantados de las respuestas religiosas, se refugian en un cómodo pasotismo. Así que la lucha es con los dos extremos: es contra el que cree acríticamente en que «al que obra bien le va bien», pero también contra el que, no encontrando sentido a la vida afirma con simpleza «comamos y bebamos que mañana moriremos».
¿Y con qué armas lucha? Con un pequeño puñado de criterios que no están más allá de la experiencia de cualquier persona que quiera tener los ojos abiertos y no engañarse:
-la muerte es el límite más visible que tiene el hombre, y abarca a todos y a todo,
-el hombre no es dueño de su destino ni del sentido de su existencia.
La palabra clave es «vanidad» -en hebreo «hebel»-, que propiamente cabe entenderla como «nadería» o «sinsentido». Frente al criterio de realidad, la muerte para todos y la inasibilidad del destino humano, todo lo que los hombres creen que tiene sentido... en realidad no lo tiene.
Varias veces nos advierte Qohélet de la necesidad de proceder con método (8,6, por ej.), ¿cuál es el «método de Qohélet» para aplicar su remedio a la tontería con pretensiones de sabiduría?
El autor emplea a lo largo de toda la obra un método que ha llevado a gran confusión en cuanto a cómo leerla, y es el mayor escollo del lector: Qohélet cita, critica, invierte y vuelve a criticar. Por ejemplo:
«Si ves en una provincia oprimido el pobre, conculcados el derecho y la justicia, no te extrañes de tal situación: cada autoridad tiene una superior, y una suprema vigila sobre todas. Con todo, sale ganando el país si el rey está al servicio del campo.» (5,7-9)
Parece contradictorio, ¿verdad? ¡Es que lo es! es un buen exponente del «método Qohélet». ¿Qué hace aquí el sabio? recopila una sentencia de la sabiduría común, y la da vuelta: la sabiduría común es conformista: no te preocupes por la opresión, porque «una [autoridad] suprema vigila sobre todas», es decir, Dios. Pero a Qohélet eso no le cierra: las cosas van mejor si la autoridad se ejerce como corresponde... lo cual es bastante lógico, pero para eso no tenemos que ser conformistas con las injusticias que vemos.
La dificultad que presenta la obra es que en el hebreo (y en general en los manuscritos antiguos en cualquier idioma) no existían las comillas, ni ningún signo para indicar dónde comienza y termina una cita de otro, por lo que a veces es difícil saber qué dice Qohélet, y qué está citando para criticar.
Tomemos como ejemplo el complicado capítulo 7 (lectura del jueves, en la liturgia de la semana VII): comienza con una sentencia que pone de lleno frente al método Qohélet:
«Más vale el renombre que óleo perfumado; y el día de la muerte más que el día del nacimiento.» (7,1)
¿Qué es lo que afirma aquí Qohélet?
En realidad la primera parte de la frase no es de él, es una variación sobre un tema que está en la propia Escritura, por ejemplo en el libro de los Proverbios 22,1, que dice que «Más vale buen nombre que muchas riquezas, y mejor es favor que plata y oro.» Eso suena muy bien y muy sabio, ahora bien: reflexiona Qohélet: si más vale la fama, entonces más vale estar muerto, que es cuando se adquiere la fama... como vemos, confrontado con su criterio de que lo único cierto en el hombre es la muerte, hasta las sentencias que parecen más sabias, resultan una necedad, ¡y no vale escudarse en que las frases están en la misma Escritura! porque la Escritura no es un depósito de frases bonitas, sino que hay que leerla confrontando con la realidad, y eso es lo que quiere enseñar Qohélet.
Con esa sentencia ironizada comienza el capítulo 7, pero todo él, en su conjunto, es una gran humorada sobre algunos temas muy recurrentes en la sabiduría tradicional, y que podemos enunciar así:
-Es mejor ser sabio que necio.
-Todo tiempo pasado fue mejor.
-La sabiduría es más poderosa que la fortuna.
-Cuando al varón lo enredan las mujeres, la culpa es de la mujer.
Cualquiera de las cuatro sentencias las podríamos encontrar en la Escritura, y de hecho Qohélet cita algunos proverbios literalmente (por ejemplo Pr 21,22 y Pr 5,3-4 para varón y mujer). Es por supuesto difícil saber dónde está la cita literal (que nosotros pondríamos entre comillas), y dónde la sentencia de Qohélet, lo que más bien debemos buscar es cómo Qohélet le da la vuelta a lo que el hombre cree saber. Por ejemplo: frente a la vanagloria de que la sabiduria es mejor que el poder, Qohélet responderá que «No hay en el mundo nadie tan honrado que haga el bien sin pecar nunca», es decir, también el que se cree sabio está bajo la ley del pecado.
Pasa a la cuestión de la mujer: parece que allí hay una clave: el varón es bueno, pero pobrecillo él, lo enredan las mujeres... Qohélet escuchará ese «saber tradicional», pero responderá finalmente que cada uno tiene lo que se busca, y si uno está enredado... es porque se enredó: «Mira lo único que averigüé: Dios hizo al hombre equilibrado, y él se buscó preocupaciones sin cuento.»
Tomemos el párrafo inicial de la lectura del viernes: «El que cumple los mandatos no sufrirá nada malo. El sabio atina con el momento y el método, pues cada asunto tiene su momento y su método. El hombre está expuesto a muchos males, porque no sabe lo que va a suceder y nadie le informa de lo que va a pasar. El hombre no es dueño de su vida ni puede encarcelar su aliento; no es dueño del día de la muerte ni puede librarse de la guerra.» (8,5-8)
Cualquiera ve que si lo leemos tal como está, se contradice: ¿es verdad que el que cumple no sufre nada malo, o más bien que no sabemos nunca lo que nos vaya a suceder, hagamos lo que hagamos? En realidad la primera sentencia es tradicional, es parte de la sabiduría espontánea (y un gran lastre en la religión): «al bueno le irá bien», sin embargo Qohélet contrasta con la realidad y ve que eso no es ningún principio seguro: si crees que debes ser bueno, no busques como motivo aspirar a que te vaya bien, porque puede ser que precisamente por ser bueno te vaya mal... Qohélet no era cristiano, pero ¡cuánto más los cristianos sabemos que eso es literalmente cierto!
Como vemos, al leer Qohélet lo que tenemos que evitar es caer en el error de la falsa sabiduría, precisamente de la sabiduría que este sabio critica: la sabiduría no consiste en guiarse por frases hechas, ni aunque esas frases hechas vengan avaladas por la Biblia, sino que la verdadera sabiduría está en respetar los límites humanos, aceptar que no comprendemos todo, y recibir de Dios, como bueno, lo que él nos envíe.
Qohélet no consiste en un conjunto de frases más o menos ingeniosas, sino en devolver la sabiduría al hombre de fe: es tu propia percepción, hecha en la fe, la que contiene la sabiduría, no las frases anquilosadas y repetidas, a cada una de las cuales se les puede dar mil vueltas, de modo que no quieran decir nada, o más bien, pasen a querer decir cada una lo contrario.
Por supuesto que al Qohélet -como a casi todo el AT- le falta resurrección, pero su criterio de la muerte para todos, buenos y malos, es muy honesto, realista y consecuente. Y los que creemos en la resurrección debemos saber también que la resurrección es un puro don, escapa por completo a lo que un hombre, incluso un hombre religioso, puede concebir.
Como rematará el propio Quhélet:
«En conclusión y después de oírlo todo, teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque eso es ser hombre; que Dios juzgará todas las acciones, aun las ocultas, buenas y malas.»
-Desde este vínculo puedes descargar un pdf con las siete lecturas de Qohélet de la semana VII.
-Las notas del P. Alonso Schökel son muy útiles para la comprensiónd e la obra.
-Entre los Cuadernos Bíblicos de Verbo Divino hay uno, el nº 91, de Daniel Doré, dedicado tanto al Eclesiastés como al Eclesiástico (de nombre parecido, pero muy distinto en contenido)
Es muy valiosa y completa la obra de José Vílchez, «Eclesiastés o Qohélet», también de Ediciones VD.
El cuadro que ilustra este artículo es «Vanitas» de Harmen Steenwijck (1640) tema frecuente del arte, inspirado en Qohélet.
Estimado Abel
Creo que te adelantaste al pedido que ibamos a hacerte todos los que escuchamos tu comentario (previo a la Liturgia) respecto al tema. El articulo esta brillantemente bien explicado.
un abrazo
Mizales
Apreciable Abel
Si ves en una provincia oprimido el pobre, conculcadas el derecho y la justicia , no te extrañes de tal situación : cada autoridad tiene una superior , y una suprema vigila sobre todos. Más la justicia divina arreglará cuenta a todos esos opresores en cualquier ambito .
No te preocupes por la opresión porque una autoridad suprema vigila sobre todos . Y pobre de aquel que se dedica hacer el mal es tiempo que Dios le ajuste y le haga pagar el mal que ha hecho asi se lo pido. Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque eso es ser hombre ; que Dios juzgará todas las acciones , aun las ocultas, buenas y malas . Dios te Bendiga Abel y gracias por el Bien que nos das de tus limpios y puros conocimientos en el nombre de Dios .