Señor: me alegra celebrar el día que recordamos la Asunción a los cielos en cuerpo y alma de María, tu madre y la mía. Día que, en palabras de san Juan Pablo II, "el cuerpo de María fue glorificado después de la muerte, pues mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio."
Creo, Señor, que mi historia no acaba en el sepulcro sino en la resurrección de mi cuerpo y lo creo porque cuando participo de la Eucaristía oigo tus palabras: " quien como mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día."
La festividad de la Asunción de la Virgen es el día en que la Trinidad quiso agradecer a María su "sí" a la propuesta de ser la madre del Salvador y aceptar los planes de la redención. Es también un mensaje de esperanza que me hace pensar que así como ella, como criatura humana, ha alcanzado la meta siendo fiel y cumpliendo la voluntad del Altísimo, de la misma forma, y con la gracia de Dios, me será posible poseer el reino de Dios si soy fiel al Señor.
El Papa Francisco lo expresa diciendo que "la fiesta de la Asunción de María es una llamada para todos nosotros, especialmente para los que están afligidos por las dudas y la tristeza, y miran hacia abajo porque no pueden levantar la mirada. Miremos hacia arriba, el cielo está abierto; no infunde miedo, ya no está distante porque en el umbral del cielo hay una madre que nos espera, que nos ama, nos sonríe y nos socorre con delicadeza."
El Papa Benedicto XVI comentaba en esta festividad de la Asunción de la Virgen que "contemplamos el misterio del tránsito de María de este mundo al Paraíso; podríamos decir que celebramos su "pascua". Como Cristo fue resucitado de entre los muertos con su cuerpo glorioso y subió al cielo, así también la Virgen Santísima, a él plenamente asociada, fue elevada a la gloria celestial con toda su persona."
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.
Ese será mi destino, ese será el lugar donde Tú Señor nos preparas una morada y donde María nos espera para mostrarnos a Jesús, fruto bendito de su vientre.
Sea por siempre bendito y alabado.