Aunque la existencia histórica de un personaje individual está más allá de lo que puede probarse, la descripción de Abraham, sus movimientos, la clase de religiosidad nómade que manifiesta, pueden encajar en las migraciones amorreas de los inicios del segundo milenio (Albright), o en los movimientos de pequeños ganaderos en vías de sedentarización, por esa misma época (De Vaux). Lo que no implica que en la pintura histórica de los patriarcas no se haya deslizado muchísimo material que pertenece a épocas muy posteriores (del siglo XII en adelante, y sobre todo del VII, -Filkenstein-), es decir, de las épocas en que estas historias orales fueron compuestas por escrito y engarzadas: Ur de los Caldeos aparece recién en el siglo IX (no así Ur, que es mucho más antigua); el camello fue domesticado en el siglo XII, etc. Las narraciones patriarcales son cuadros históricos en buena medida plausibles y recogen tradiciones muy antiguas, pero no son biografías ni mucho menos: son una catequesis narrativa, como por lo demás es prácticamente toda la Biblia (incluyendo los evangelios).
La etimología de este nombre y del original es la misma (ver Abram), son variantes dialectales, pero con la aspirada intermedia hace asonancia con "hamón" (multitud) y permite la etimología popular indicada en el texto.
El personaje de Abraham es reclamado como "padre en la fe" por la tres grandes religiones monoteístas de la actualidad -cristianismo, judaísmo e islamismo- por lo cual son precisamente llamadas, en contexto interreligioso, "religiones abrahánicas".