Una de las matriarcas fundamentales de Israel, reconocida por la colorida historia de su matrimnonio (Gn 24) pero también es parte muy activa en la escena de la herencia de Isaac, que logra inclinar la bendición hacia Jacob (1), en vez de a Esaú, y con ello reconducir la historia de la salvación (cfr. Gn 27,6-13 y Gn 27,41-46). Aparentemente el motivo que tiene Rebeca para actuar de esa manera tan parcial hacia Jacob (1) es evitar que la herencia pase a Esaú, casado con extranjeras (Gn 26,34-35), pero lo cierto es que su actuación coincide con la "direccción" providencial de los acontecimientos en torno a la promesa, y sobre todo la inclinación hacia el menor por sobre el mayor, que se expresa en un oráculo dirigido a ella misma (Gn 25,22-23). Esta dirección de los acontecimientos sera refrendada por la autoridad del propio Isaac (Gn 28,1-5).
La propia Rebeca encarna el ideal bíblico de matrimonio dentro de la propia familia: siendo como es hija de Betuel, es por tanto sobrina segunda de su marido (algunos dicen "prima hermana", pero no es acorde con los datos, ya que Isaac es de la generación inmediata anterior a la de Rebeca). Aparentemente perdió a su padre cuando estaba en edad de casarse, ya que las conversaciones en torno a su matrimonio las conduce su hermano, pero a ella se le pide opinión (Gn 24,57), lo cual está registrado en textos mesopotámicos como usual en el caso de muchachas que estaban bajo la autoridad del hermano y no del padre (cfr. De Vaux, Instituciones, pág. 62).
La importancia de la matriarca se puede calibrar a partir de ver cómo en los textos de Génesis es punto de referencia de otros personajes: Jacob (1) se presenta como "hijo de Rebeca" (Gn 29,12 es verdad que es ante los parientes de Mesopotamia, pero debería haber sido reconocido incluso como hijo de Isaac), la nodriza de Rebeca (Débora (1)) acompaña al clan de Jacob (Gn 35,8). Tan escaso relieve que tiene su marido en la historia patriarcal y sin embargo ella es una figura muy protagónica.
La matriarca fue enterrada, como casi todos los primeros patriarcas, en la cueva de Makpelá (Gn 49,31), la primer propiedad patriarcal en Canaán (Gn 23,3-20).