La profecía isaiana se refería de manera inmediata a un heredero del rey Ajaz (1), cuyo nacimiento de su joven esposa (betulah, en hebreo: joven) iba a ser garantía del favor divino hacia Judá, a pesar de la amenaza asiria. La reflexión cristiana, concretada en Mateo, ve en este anuncio el typos de una profecía de mayor alcance: el propio Dios está con nosotros a través de Jesús (3), no ya como un auxilio en la amenaza bélica, sino como presencia constante. Posiblemente la reflexión cristiana llegó a este texto de la mano de la traducción griega de los LXX que veía en la "betulah" de Isaías una "parthenós" (virgen): fue la convicción creyente en la virginidad de María la que condujo a percibir en el fondo de Is 7,14 la hondura mesiánica que adquirió con Mateo.
Lamentablemente la simplificación en la comprensión del profetismo (confundiéndolo con mera futurología) hizo que se explicara este proceso al revés: la virgen sería virgen porque Isaías lo profetizó, de tal modo que si el texto de Isaías no dice "virgen" (y realmente el texto hebreo no lo dice), entonces la virgen no es virgen... Por supuesto esta conclusión es incorrecta porque no es ése el modo de leer ni la profecía isaiana ni ninguna profecía.