Es una figura religiosa de primer orden en tiempo de Jesús; se lo puede considerar en relación a Jesús, pero también como figura independiente, reconocida y seguida en la época. El evangelio lo presenta con muy pocos datos, exceptuando el de Lucas, que habla de su milagrosa concepción, da el nombre de sus padres, y lo muestra como "syngenés" (pariente, aunque sin precisar ningún grado) de Jesús a través de sus respectivas madres. Debería desecharse la idea de que era "primo" (y mucho menos "primo hermano") de Jesús: en ninguno de los contactos que tiene con Jesús se manifiesta ninguna clase de familiaridad entre ellos, ni se da por supuesto que hubiera un conocimiento natural previo de Juan respecto de Jesús.
Su apelativo de "bautista" (es decir: bautizador) le viene de haber introducido en la religiosidad popular judía un rito nuevo, que no se conoce con anterioridad a él: la inmersión que él hacía de los candidatos. Las ablusiones judías no tienen ministro, sino que las realiza cada uno por sí mismo, en cambio Juan introduce algo nuevo: un mediador humano de esa inmersión. No conocemos el sentido que tenía eso en Juan, quizás de testigo ante el cielo de la conversión del candidato, o canal de la gracia divina hacia el candidato, pero lo cierto es que sin ese estadio joaneo del rito no podría comprenderse el desarrollo posterior del bautismo cristiano como una acción administrada por otro (aunque con un sentido nuevo).
Puede encontrarse un profundo y completo estudio de su figura en Meier, Un judío, II-1, pág 47ss.