Pocos personajes del evangelio (aparte del mismo Jesús, por supuesto) han adquirido tanta relevancia a partir de tan escasos relatos como la Magdalena. En Mt y Mc es mencionada al pie de la cruz como alguien conocido que no necesita presentación. Lucas la menciona ya antes, entre las mujeres galileas que siguieron y asistieron a Jesús, pero también sin darnos una descripción amplia, como si se tratara de alguien ya familiar para todos. Aunque él nos agrega un detalle importante: había sido beneficiaria de un exorcismo de Jesús, que había expulsado de ella siete demonios (Lc 8,2). La cercanía de este versículo con un bellísimo relato lucano sobre la misericordia hacia una mujer, la An: Pecadora pública que fue perdonada por Jesús, y la fácil y moralística equivalencia entre los "siete demonios" y la "multitud de vicios", dieron por resultado que la pobre María Magdalena se convirtiera de antigua endemoniada en prostituta perdonada, a partir del sermón 33 de san Gregorio Magno, en el siglo VI. La leyenda fue creciendo, de modo que la identificación con una prosttuta se dio por segura. Dado que también se la identificó con la María hermana de Marta y Lázaro, terminaron los tres en la Provenza llevando una vida de penitentes, donde aun pueden contemplarse sus eremitorios y reliquias. Algunas ramificaciones de la leyenda la hacen novia despechada del apóstol Juan (y por ello se entregó a los vicios de la carne, hasta que el Señor la salvó).
La liturgia pascual la venera muy sobriamente como "apóstol de los apóstoles", que es lo que verdaderamente surge de los evangelios: ella fue la que anunció a los apóstoles la resurrección del Señor, y con ello ya hay suficientes motivos para admirarla, sin inventar nada.