A pesar de que es un personaje completamente silencioso, que sólo habla una vez muerto (Gn 4,10), Abel ha llegado a ser un poderoso símbolo en la Biblia, y por influencia de ella, incluso en la cultura: de inocencia, de justicia, de clamor silencioso.
El texto no juega explícitamente con el significado del nombre, pero es posible que tenga importancia para la interpretación del pasaje, ver sobre esto el artículo Sobre las etimologías de los nombres bíblicos en esta misma sección.