El lector pregunta en realidad si el matrimonio de Rahab con Booz que menciona san Mateo es anterior o posterior a la estancia de la mujer en Jericó; sin embargo he rehecho la pregunta por una más general: ¿cómo se relaciona lo que dice el libro de Josué con lo que dice el evangelio de San Mateo? porque al menos a simple vista, no parece tener ninguna vinculación una cosa con la otra.
Y es que, efectivamente, la fuente de donde san Mateo saca su afirmación de que Rahab fue esposa de Salmón (¡no confundir con Salomón!) y madre de Booz nos es completamente desconocida. Dicho de otra manera: nadie sabe de dónde sacó san Mateo ese dato. Por lo pronto, la cronología no concuerda: los hechos de la conquista (y por lo tanto el episodio de Jericó) se ubican, según el consenso de los especialistas, a mediados del siglo XIII aC, mientras que el nacimiento de Booz no puede estar mucho más atrás de inicios del siglo XI, o sea que hay a lo menos 150 años, sino más, entre uno y otro episodio, lo que hace imposible que la misma mujer sea protagonista de uno y otro.
De hecho, las tradiciones rabínicas desarrollaron cierto cariño por el personaje de Rahab la prostituta, a tal punto de hacerla una prosélita de Israel, pero jamás la relacionan con Booz, sino que el Talmud indica que fue la esposa de Josué (Haag, col 1643). R. Brown afirma taxativamente que "nunca en el AT Rahab es mencionada en la línea davídica, por tanto la Escritura no es la fuente directa de Mateo para incluir [a Rahab] en la genealogía..." (El nacimiento del Mesías, Ed. Cristiandad, pág. 66, nota 21).
Una posible explicación es que la Rahab mencionada por san Mateo sea otra distinta que la prostituta del episodio de Jericó. Sin embargo, Rahab la prostituta era un personaje bien conocido (y como he dicho, apreciado), tal como podemos constatar en Carta a los Hebreos (11,31) o Epístola de Santiago (2,25), por lo que, si Mateo hubiera querido hacer mención de otra Rahab, seguramente hubiera indicado de alguna manera la distinción. Así que todo parece apuntar a que, a despecho de las fuentes que conocemos, san Mateo estaba hablando de Rahab la prostituta, la que conocemos, aunque mencionada de manera históricamente imposible.
De buena fe o a sabiendas, alguien se inventó un dato: o san Mateo, o el Talmud, o el libro de Josué... el problema no tiene solución si no se comprende con exactitud el sentido, la función y el modo de proceder de las genealogías en la mentalidad bíblica; y para ello, posiblemente lo mejor sea tratar de comparar con nuestro modo de entender las genealogías, realmente distinto -y hasta opuesto- al modo bíblico.
Para nosotros una genealogía es un mero encadenamiento de datos documentales con el fin de desarrollar la filiación de una familia a lo largo del tiempo. El acento en esta definición está puesto en «datos documentales», es decir, datos surgidos de documentos cuya exactitud debe darse por garantizada. Si yo digo que mi padre «Héctor es hijo de Ramón, hijo de Justo, hijo de Agustín», y luego resulta que aparece una partida de nacimiento de Ramón donde se indica que no es hijo de Justo sino que es hijo de José, una vez verificada la exactitud del hallazgo, daría al traste con la genealogía anterior, e incorporaría el nuevo dato. Para nosotros la única función de una genealogía es establecer fehacientemente una línea sucesoria, y por tanto sólo cuenta su propiedad de exactitud: si la genealogía no es exacta, no sirve para nada.
Por eso cuando vamos a la Biblia y sus documentos relacionados (Talmud, escritores apócrifos, etc.) y vemos tantas genealogías, automáticamente nos ponemos en posición de leer algo exacto, por lo que si nos encontramos datos discordantes entre dos líneas genealógicas, nos parece que alguna debemos tirar por la borda. Así le pasó a los apologetas del siglo III cuando leyeron las genealogías de Jesús según san Mateo y según san Lucas, con una mentalidad, que ya no era la bíblica: vieron que no coincidían, y a pesar de que las dos son por vía paterna, inventaron esa explicación popular de que la de san Lucas era por vía materna (¡por Dios: si es por vía paterna, lo dice claramente EL TEXTO! -Lc 3,23-), para no tener que descartar ninguna de las dos.
Esto pasó con las genealogías de Jesús, sólo porque al ser de Jesús las miramos con mucho más detalle, pero en realidad las genealogías bíblicas, a pesar de su ascéptica y documental apariencia, son realmente muy poco exactas, y los narradores bíblicos no tienen ninguna clase de cuidado en poner casi juntas genealogías divergentes sobre los mismos personajes. Un ejemplo lo tenemos muy a la mano, al comenzar la Biblia: en Gn 4,17-18 se coloca la genealogía de Caín, que llega hasta Lámek, pasando por Henoc (seis generaciones). En el capítulo siguiente se trata la genealogía de Set, el otro hijo de Adán, que llega hasta Noé, pasando también por Lámek y por Henoc (diez generaciones). Naturalmente siempre puede tratarse de otro Henoc y de otro Lámek. Es más: siempre podemos multiplicar al infinito los personajes con idéntico nombre, con tal de no ver lo evidente, y es que la Biblia, en la cuestión de las genealogías, se preocupa posiblemente por muchas cosas, pero no por la exactitud ni por una actitud crítica hacia las fuentes documentales...
Dicho de otra manera: sepamos o no cómo deben leerse las genealogías bíblicas, está claro que no se leen como nosotros leemos una genealogía, y que no podemos pedirle exactitud documental, porque sus autores no pensaban en ello al compilarlas.
Según puede deducirse de las genealogías concretas que se encuentran distribuidas por todas partes en la Biblia, la función última de las genealogías -aunque por supuesto también tienen que ver, como las nuestras, con la cuestión de los derechos de sucesión- es sacar a luz lo que una cosa es, basado en su origen; la genealogía bíblica no es un mero rastreo documental sino que representa un auténtico esfuerzo por penetrar en el sentido profundo -es decir: ancestral- de las cosas y los personajes. Las genealogías bíblicas cumplen en su mentalidad una función equivalente a lo que en Occidente desarrolló la filosofía como «pensamiento causal». Y nos encontramos frecuentemente con este fenómeno de que, para mostrar la procedencia profunda de un personaje, su vinculación esencial, muchas veces dejan de lado la exactitud documental de los datos.
Por supuesto esa inexactitud no es sentida por los redactores como una falta de fidelidad, simplemente porque la cuestión del dato documental no entra en su horizonte: a través de la genealogía están diciendo algo, y es ese algo lo que la hace verdadera o falsa, no tanto su correspondencia con documentos que, en la mayor parte de los casos, no existen ni han existido jamás.
Por ejemplo, cuando un redactor puso una junto a otra dos genalogías de Lámek como las de Génesis 4 y 5, posiblemente se encontró las dos en la tradición oral, y posiblemente se dio tan cuenta como nosotros que no compaginaban; pero para él esas genealogías no cumplían la función de consignar datos, sino de mostrar a través de ciertos paralelos evidentes cómo la semilla de Adán se desdoblaba en una simiente maldita y una elegida por Dios.
Cuando san Mateo puso, contra la costumbre, a cuatro mujeres en la genealogía davídica de Jesús, no se limitó a buscar en los anales documentales qué mujeres había, sino que escogió en la tradición bíblica las mujeres que le permitieran expresar lo que él quería decir sobre la quinta mujer de la lista, sobre la Virgen. Mateo no consignó datos, sino que armó su genealogía, y a través de ella quiso transmitir a lectores acostumbrados a esa forma de escribir, algo que él quería decir sobre Jesús, en una forma adecuada a la tradición judía a la que el propio Mateo pertenecía. Hay en esa genealogía retazos tomados de genalogías bíblicas (la fuente más inmediata parece ser 1Cr 2), pero san Mateo no se limita a repetirlas, sino que las organiza didácticamente, en grupos de 14 nombres (aunque con alguna trampa...), aparentemente porque el número 14 se escribe en hebreo igual que el nombre del rey David, y tachona esos nombres con los de cuatro mujeres que han sido santas -o al menos han dado lugar a una línea de desarrollo santa-, pero que entre los suyos han sido vistas o tratadas como pecadoras: Tamar, Rahab, Rut y Betsabé. Y eso es, según parece, lo que quiere mostrar sobre la Virgen (hay otras hipótesis sobre la cuestión de estas cuatro mujeres).
A la pregunta del lector: ¿cuándo fue Rahab esposa de Salmón, antes o después del acontecimiento de Jericó?
Posiblemente hay que responder: nunca. Ese «matrimonio» es una ficción narrativa, que, o Mateo se encontró en alguna tradición perdida para nosotros, o lo debemos a su «creatividad genealógica».
Pero sigamos preguntando: ¿no hace eso de Mateo un escritor mentiroso, ya que engaña con un dato así?
No. Un engaño es querer que el otro crea que un dato es de una u otra manera distinta de como es en realidad, pero cuando Mateo escribe la genealogía con la que abre su libro, da por supuesto que sus lectores saben leer una genealogía al modo como se leen las genealogías en la Biblia. Somos nosotros los que no estamos entrenados en saber cómo leer cada género literario de los que utiliza la Biblia, y los confundimos muchas veces al leerlos según nuestra manera actual.
Agreguemos una pregunta más: ¿cómo puede un lector corriente no confundirse con estas cuestiones, y no terminar tirando la Biblia por encontrarse repetidamente con estos escollos que nadie puede salvar por su cuenta?
La pregunta es larga y la respuesta breve: formándose. La formación en cómo leer la Biblia debe ser continua y renovarse en cada época, e incluso en cada edad nuestra. No basta con lo que nos enseñaron en catecismo, porque eso era adecuado a la edad de la primera comunión. Cuando no se lee la Biblia, la fe pierde su rumbo, pero la lectura espontanea y sin formación, puede hacer estragos. La solución es dedicarle a la Biblia tiempo. Así como el lector puso en palabras su pregunta, así cada uno debe procurar respuestas ante los problemas que se le plantean al leerlas, y por supuesto, no aceptar nunca soluciones tontas o infantiles del tipo "Dios todo lo puede, así que puede hacer incluso lo increible o absurdo". Es verdad que Dios puede hacer lo que quiere, pero es lo suficientemente cuerdo como para no andar haciendo que una mujer viva 200 años y en dos lugares distintos nada más que para que dos genealogías compaginen.
Una última pregunta derivada: ¿acepta la Iglesia todo esto?
Por supuesto, esto surge de los documentos bíblicos del magisterio de la Iglesia, donde se insta a leer la Biblia, pero no por encima sino estudiándola, y en donde se pide especial atención a la cuestión de los géneros literarios, verdadero escollo de muchos de nuestros problemas al leer los relatos bíblicos. Puede verse al respecto las encíclicas "Divino Afflante Spiritu" de SS Pío XII, o un poco más reciente la "Dei Verbum", del Concilio Vaticano II.
Para profundizar en la cuestión de las genealogías de Jesús puede verse un artículo mío -con una argumentación semejante a este escrito- en las Publicaciones, llamado precisamente «Las genealogías de Jesús»; para quien quiera profundizar más que en esas notas introductorias, puede ir a «El nacimiento del Mesías», de Raymond Brown, ediciones Cristiandad (disponible con limitaciones de vista previa en Google Books), allí mismo hay mayores indicaciones bibliográficas. Lamentablemente, es tan pobre el sentido con el que leemos en Occidente las genealogías, que muchos libros especializados, al tratar el Evangelio de San Mateo se limitan a constatar la artificialidad de esa genealogía, sin sacar de ello ninguna consecuencia, como si el hecho de no tener valor documental la anulara.
me interesa saber mas del asunto gracias.27679
Tengo entendido por mi yerno judío, que las genealogías vienen por vientre materno. No es así?
No, está confundiendo dos realidades: en el judaísmo (al menos en la actualidad), el ser judío se recibe de la madre, es decir que un niño hijo de judío y no judía no es visto por la comunidad como auténticamente judío; pero eso no tiene nada que ver con las genealogías, ni mucho menos con las bíblicas, que son patrilineales invariablemente. Para la antigüedad, una genealogía matrilineal no tiene interés, no establece nada...
Para complementar el párrafo: "Una posible explicación es que la Rahab mencionada por san Mateo sea ....", Mateo sí utiliza dos claves que hacen que esta mujer sea diferente que la ramera de Jericó:
(1) Mateo menciona a 'Rachab' como esposa de Salmón, no a 'Rahab', muchas traducciones han fallado al usar 'Rahab', pero hay algunas que sí lo han hecho correctamente, como la King James en inglés, y la Reina Valera Antigua en español.
(2) Mateo no usa el título de ramera, que sí es usado en todas las otras menciones en la Biblia, en Josué, Hebreos y Santiago.
Esteban: "Rachab" y "Rahab" son transcripciones (válidas las dos) de nombres griegos, esa ch que aparece en Rachab es transcripción de la "ji" griega, lo mismo que la "h" intermedia de Rahab... la diferencia que haya en nuestra forma de escribirlos no dice absolutamente nada de quién sean los personajes.
A su vez hay otro problema, y es que el nombre, que Mateo escribe, naturalmente, en griego, no es griego sino hebreo, por lo cual también en griego puede haber, como en español, distintas transliteraciones:
En hebreo el nombre se escribe resh jet beth (Rajab), y al griego se puede transcribir como hacen los LXX (ro alpha alpha beta, no transliteran la aspirada intermedia), o ro alpha ji alpha beta, como hace Mateo. Las dos transliteraciones son válidas (en realidad es mejor la que hace Mateo, porque reproduce el sonido de la original).
Todo eso no indica para nada que se trate de dos nombres distintos, y el hecho de que una traducción utilice "Rahab" o "Rachab" o "Rajab" o "Raab" no es un fallo de traducción, sino la adopción de un sistema de transliteración que lo único que tiene que ocurrir es que sea coherente y consecuente a lo largo de toda la Biblia.
En cuanto a la segunda cuestión, de que "no usa el título de ramera", sería responder con la propia pregunta, es decir, precisamente nos preguntamos si es o no la ramera, a la vista de que no usa el título, pero solo conocemos por la Escritura a Rahab (o Raab, o Rajab o Rachab) la ramera.
Dado el posible significado que tiene la presencia de mujeres en la genealogía de Mateo (tal como lo explico en el citado artículo mío "Las genealogías de Jesús"), lo más probable es que sí se trate de Rahab la prostituta.