Los tiempos litúrgicos son las partes en que se divide un año litúrgico, desde que este se inicia -a fines de noviembre o primeros de diciembre- hasta que acaba, en la misma fecha del año siguiente.
En orden de aparición son:
Adviento: es un tiempo de cuatro semanas que comprende desde el inicio del año litúrgico hasta el 24 de diciembre. Es un tiempo con un cierto carácter penitencial, y de espera del Señor, tanto de su primera venida como niño en Belén, como de la segunda venida en gloria y majestad.
Navidad: es el tiempo que celebramos la manifestación de Dios en Jesús, comprende la Navidad, así como la Epifanía (popularmente llamada Reyes) y el Bautismo del Señor, es decir, los tres acontecimientos con los cuales el Señor se manifiesta encarnado al mundo. Dura desde el 25 de diciembre hasta el domingo siguiente a la Epifanía.
Tiempo Ordinario: terminado el tiempo de Navidad, comienza el largo tiempo ordinario, o "tiempo durante el año", que dura en total 34 semanas, aunque está dividido en dos partes: la primera es entre cinco y nueve semanas (dependiendo de cómo caiga cada año la Pascua), y la segunda es desde Pentecostés hasta el fin del año litúrgico. El último domingo (el 34º) es la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.
Cuaresma: es un tiempo marcadamente penitencial, de 40 días, contados desde el miércoles de Ceniza hasta el domingo de Ramos.
La Semana Santa y su núcleo, el Santo Triduo Pascual (Jueves Santo por la tarde a Domingo de Resurrección), no se consideran un "tiempo litúrgico", pero son el centro y motor de todo el año litúrgico y sus tiempos.
Tiempo Pascual: es un tiempo de gozo y alegría, que se extiende 50 días, desde el domingo de Resurrección hasta la fiesta de Pentecostés, que es una antigua fiesta judía que conmemoraba las cosechas, cincuenta días después de la Pascua, y que para nosotros los cristianos celebra el tiempo en que Dios, por medio del Espíritu Santo, cosecha en la tierra el fruto de la pascua de Jesús.
Cada uno de estos tiempos se caracteriza por ciertos textos, oraciones, tipos de canto, y también por la ornamentación de los templos y los colores de las vestimentas litúrgicas.
Hay cuatro colores litúrgicos principales (u obligatorios) y tres auxiliares (u optativos):
Blanco: se usa siempre en las solemnidades, del tiempo que sea. Solemnidad es toda celebración principal. Es, por supuesto, el color de la Pascua, principalmente. También es el color del Jueves Santo, y de toda otra celebración solemne, excepto las que van de rojo, como veremos enseguida.
Rojo: es el color a la vez del martirio y del Espíritu. ¿Martirio y Espíritu? ¡qué cosa más rara, no? En realidad no tanto: para la teología cristiana, y para la Biblia, el martirio es testimonio ("mártir" quiere decir "testigo"), y como el verdadero testigo que da fuerza a los mártires es el Espíritu Santo, entonces la equivalencia entre uno y otro está sólidamente fundada. Así que el rojo se usa tanto para las celebraciones de mártires, como para la muerte de Jesús (tanto en Domingo de Ramos como en Viernes Santo). como en Pentecostés (la venida del Espiritu Santo).
Morado (llamado violeta en algunos países): Es el color penitencial por excelencia, así que se utiliza principalmente en Cuaresma, pero también en Adviento y en las misas funerales.
Verde: es el color del tiempo ordinario, marcado por la esperanza (asociada normalmente al verde). Aunque todos los domingos son solemnidades, los del Tiempo Ordinario van en verde (en vez de blanco) para marcar cierta diferencia con la alegría de los domingos pascuales.
Auxiliares:
Salmón (rosa): el tercer domingo de Adviento (llamado de "Gaudete" -alegraos-) y el cuarto domingo de Cuaresma (llamado de "laetare" -también alegraos-) que indican una cierta disminución del carácter penitencial de estos dos tiempos, el color puede suavizarse también, con el uso del salmón o rosado. Como no todas las parroquias cuentan con ornamentos de ese color, su uso es facultativo.
Azul celeste: es el color asociado al manto de la Virgen. Los ornamentos completamente azul-celestes fueron concedidos a España para el uso en la solemnidad de la Inmaculada por su defensa de este dogma, pero pequeños detalles en este color suelen estar en casullas y otros ornamentos usados en celebraciones de la Virgen María.
Negro: es el color del luto, puede utilizarse en misas de difuntos, pero su uso es opcional, y en la práctica se suele sustituir con morado.
El plateado y dorado no son propiamente colores litúrgicos, sin embargo pueden usarse sobre todo para sustituir el blanco en ceremonias solemnes.