En realidad el proceso formal de canonización tuvo una larga etapa de formación, que comienza en el siglo X con la canonización de san Ulrico de Augsburgo, en el 993 (fecha de celebración, 4 de julio), y culmina en el 1588 con la creación de la Congregación de Ritos, que es la antecesora de la actual Congregación para las Causas de los Santos (CCS), creada por SS Pablo VI en 1969. Por lo tanto es recién desde 1588 que puede hablarse propia y oficialmente de "canonización". Todos los santos reconocidos con anterioridad a esa fecha, excepto los pocos (unos 100) de los que se guarda proceso canónico entre el 993 y el 1588, son santos "pre-congregación".
Ahora bien: de ese amplio conjunto (posiblemente la mitad del santoral oficial) de santos "pre-congregación", debe distinguirse un nutrido grupo, que son los santos con "culto confirmado". Esto significa que aunque no hubo un proceso canónico de beatificación, la Iglesia reconoce que ese culto goza de legitimidad y arraigo, y que en principio, no hay nada que obste a que el culto continúe y se propague. No se trata de una canonización propiamente dicha, e incluso algunos santos que tenían el culto confirmado han sido quitados de la última edición del Martirologio, sin embargo le da al culto una mayor certeza que la mera aprobación tácita. Sin embargo debe tenerse presente una cosa: la confirmación de culto da el equivalente canónico de una beatificación, nunca de una canonización, así que un santo con el culto confirmado, aunque se siga llamando "san..." es en realidad un beato, y por tanto no puede recibir culto universal. La Iglesia confirma el culto en el estado en que esté: si se lo llama santo, se le sigue llamando santo y si se lo llama beato, se le sigue llamando beato, pero a los efectos canónicos, es un beato. En la edición manual del Martirologio (y en nuestra edición electrónica) los beatos llevan un asterisco para indicar su culto local, y lo mismo pasa con los santos de culto confirmado y, como veremos luego, con los santos de "culto local".
La categoría de "bíblico" la hemos introducido nosotros en el santoral de ETF. Se trata siempre de santos "pre-congregación", pero hemos querido distinguir con claridad que provienen del ámbito de la Biblia, sea del Antiguo como del Nuevo Testamento. Muchos de ellos, por ejemplo, no han recibido culto público nunca (como algunos compañeros de san Pablo) y otros son extremadamente populares (como santa Isabel). Muchos fueron introducidos en el Martirologio por Adón, hacia el siglo IX, y así han quedado inscriptos, a veces en fechas cuyo origen ya se ha perdido. Ni la Virgen, ni los Apóstoles, ni ningún santo bíblico, ha sido canonizado formalmente nunca, ni lo será. Su "canonización" (si es que cabe hablar así) es la propia inscripción en la Biblia, por eso pareció mejor distinguirlos como un grupo especial.
La categoría "Culto local" es un poco problemática: indica los santos "pre-congregación" a los que el nuevo Martirologio Romano les pone el asterisco de beatos, sin que haya ningún decreto de confirmación de culto. Es difícil saber con qué criterios la CCS ha "rebajado" estos santos a beatos, sin que haya habido un acto formal de confirmación de culto, pero leyendo el elogio asociado al santo puede notarse que en todos ellos hay elementos en común: o el culto es extremadamente local (algunos santos galos o irlandeses), o su existencia no parece ser demasiado segura, o consta la existencia de un proceso canónico, pero llevado a cabo por un obispo local, sin confirmación de la Sede Romana. Es una categoría quizás un poco subjetiva, al menos a primera vista, pero que surge de la estructura misma del Martirologio actual. Lo que debe tenerse presente entonces es que los que están marcados como "culto local" siempre equivalen a beatos.
Debe quedar claro que para cualquier santo o beato posterior a la creación de la Congregación de Ritos debe haber un proceso canónico que lo declare santo o beato; no es aceptable ninguna clase de declaración "popular".