Por su naturaleza, el oficio divino se acomoda aun mejor al canto que a la recitación... ¡todas sus partes pueden ser cantadas! incluyendo, claro está, los tres cánticos evangélicos (Benedictus en Laudes, Magníficat en Vísperas y Nunc dimittis en Completas) que son, precisamente, cánticos.
Sin embargo, conviene tener presente dos aspectos:
-que el tono general de las horas es meditativo, y por lo tanto las melodías que se elijan tienen que estar acorde con eso,
-que si se elige una melodía popular para el Magníficat o el Padrenuestro, o algún otro de los que se cantan también en las misas, tenga realmente el texto de esas oraciones, y no una letra que evoque vagamente las oraciones originales (error en el que se cae con muchísima frecuencia en la misa, sustituyendio el Santo o el Padrenuestro con cancioncillas vagamente evocativas).
Dos citas de la Ordenación General de la Liturgia de las Horas son especialmente importantes para este tema:
«...aunque todas y cada una de las partes han sido ordenadas de forma que pueden recitarse, con provecho incluso individualmente, muchas de ellas pertenecen al género lírico y, por tanto, sólo mediante el canto alcanzan un sentido más pleno, sobre todo tratándose de salmos, cánticos, himnos y responsorios.»
«Por ello, el canto no ha de ser considerado en la Liturgia de las Horas como cierto ornato que se añada a la oración, como algo extrínseco, sino más bien corno algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios, y pone de manifiesto de un modo pleno y perfecto la índole comunitaria del culto cristiano» (OGLH, nn 269-270)
Conviene leer todo ese apartado del documento.