Las Normas generales del Misal Romano no indican nada explícito sobre el punto de tener que realizar o no una reverencia al subir a las lecturas. En estas normas se quiso dejar amplio lugar a la adaptación a las costumbres locales por parte de las distintas conferencias episcopales, lo que puede explicar esta como otras ausencias notables.
Sin embargo, por coherencia en los gestos, y analogía con otros gestos litúrgicos explícitamente mandados, lo lógico parece ser que el lector haga una reverencia al altar al subir a leer, ya que casi necesariamente pasará por delante de él. El altar es, en la celebración, el centro, en tanto evoca a Cristo, piedra viva sobre la que está cimentada la Iglesia (Normas, 298), hasta tal punto que, incluso si hay sagrario al centro, durante la misa la veneración se dirige al altar, no al sagrario (los ministros hacen genuflexión al sagrario sólo cuando llegan y se van, no durante la misa, n. 274).
Y tradicionalmente es así, es decir, la inclinación de los lectores es hacia el altar, pero se introdujo desde hace ya varios años, el inclinarse hacia el sacerdote -reemplazado luego por una inclinación de cabeza-, y la costumbre cundió rápidamente, lo que es lamentable, pero difícil de desarraigar.
Yo lo comparo con el pararse en el momento en que el sacerdote dice "elevemos nuestros corazones" (en el diálogo inicial del Prefacio): el gesto litúrgico correcto (estar de pie para la oración sobre las ofrendas) implicaba una comprensión simbólica de la liturgia: señalar el cambio entre el sacerdote que invita a los fieles ("orad hermanos..."), y el sacerdote que actúa ya 'in persona Christi' (oración sobre las ofrendas).
Al perderse sensibilidad poética hacia los gestos litúrgicos, por qué nos paramos, nos sentamos, hacemos reverencias, etc. los gestos permanecen, pero se van acomodando a una percepción prosaica de la celebración: si hay un sacerdote que "es más autoridad", entonces hay que pedirle una especie de permiso para leer, lo que se cumple con esa reverencia o inclinación de cabeza espuria y fuera de significado; si decimos que elevamos el corazón, lo significamos elevando el trasero del asiento... son los mismos gestos, en prosa.
El problema es que no se corrige cumpliendo normas, sino educando la sensibilidad, algo que llevará mucho tiempo, quizás varias vidas.