Es difícil encajar este tema en el panorama de preguntas bíblicas, pero en realidad no está tan alejado: la colecta para la Iglesia es tan antigua como la Iglesia misma, y los problemas de mantenimiento económico de la actvidad pastoral van de la mano con la propia actividad. Ver 1Tim 5,16-18; Hechos 11,27-30; Lucas 8,3.
¿Es obligatorio para el católico contribuir económicamente en la Iglesia? sí, sin ninguna duda. Lo fue siempre y lo sigue siendo ahora. Según el canon 1260 del actual Código de Derecho Canónico, «La Iglesia tiene el derecho nativo de exigir de los fieles los bienes que necesita para sus propios fines.» (ver también el Canon 221-1), lo cual, aunque pueda sonar un poquito violento, no deja de ser de sentido común: si los miembros del Cuerpo de Cristo (desde el Papa hasta el último de los bautizados) no mantienen con vida material el Cuerpo de Cristo, ¿quién esperamos que lo haga? No hubiera hecho Cristo una Iglesia de carne si hubiera esperado que viviera sólo de alimento espiritual.
Ahora bien, eso puede realizarse de muchas maneras: el diezmo es una tradición bastante arraigada en Europa, sobre todo en los países del Norte. Diezmo en sentido estricto, es decir, el 10% de los propios ingresos. Es una manera práctica de recaudar lo necesario para el mantenimiento y el crecimiento de la Iglesia; pero no tiene por qué ser el único medio.
Hay muchas maneras en que la Iglesia recauda: a través de tasas indirectas (emisión de certificados, etc.), a través del pago directo de los servicios asociados a las celebraciones rituales (por ejemplo, el pago de una tasa por el uso del templo en bautizos, bodas, comuniones, etc.), el pago directo de servicios, las colectas, el estipendio de las misas, campañas extraordinarias, campañas ordinarias a través de acuerdos con el fisco de los distintos estados para aprovechar la campaña de la renta (en España es la contribución «Por tantos»), etc.
La vida de la Iglesia es cara, y no se reduce a juntar dinero para caridad: los templos hay que mantenerlos, la deidcación exclusiva de muchos de sus miembros hay que mantenerlos, nos gusta que exista un servicio televisivo vaticano que nos muestre al Papa viajando, nos gusta que los libros litúrgicos no estén impresos en papel de periódico, ueremos entrar al templo y que esté iluminado... en fin: la Iglesia no tiene sólo fines sociales que mantener.
Ahora bien: es verdad que la Iglesia tiene derecho a exigir que sus miembros la mantengan y acrecienten (como toda otra sociedad visible), pero también el propio Código, a renglón seguido del canon 1260 dice: «Los fieles tienen libertad para aportar bienes temporales en favor de la Iglesia.» (c. 1261-1)
No estamos obligados al diezmo, ni a una suma fija, ni a una parte fija de nuestros ingresos, pero estamos obligados en conciencia a mantener y acrecentar materialmente a la Iglesia: eso para uno será posible con el 10% de sus ingresos, para el otro representará el 1% y para el otro el 50%, para otro serán los dos cuartos que echó la viuda (Lc 21,2).
¿Por qué algunas asociaciones dentro de la Iglesia piden estrictamente el diezmo? Por costumbre, y porque pueden hacerlo, y porque uno, dentro de la Iglesia, puede pertenecer o no a tales asociaciones.
No hay por qué uniformar en esas costumbres: la Iglesia no es un ejército de Dios, donde todos tienen que hacer lo mismo. Una vez comprendida la propia responsabilidad y la propia obligación como miembro de la Iglesia, debe Ud. buscar el recoveco dentro de ella que más vaya con su sensibilidad: el fin de todas las asociaciones dentro de la Iglesia es ayudar en el camino al Reino, y en eso no hay ninguna que pueda ayudar más que otra, sino que hay muchas porque mucha es la variedad humana.