Le agradezco la pregunta, es realmente interesante, porque tomando textos así, y leyéndolos aisladamente del resto del Nuevo Testamento y del contexto de lo que está diciendo un determinado pasaje bíblico, se aprovechan los sectarios cuando quieren negar la divinidad de Jesús.
Lo primero que debe tener en cuenta al leer el Nuevo Testamento es que la fe de la Iglesia no vino en una especie de manual, codificada y promulgada en cánones; el Nuevo Testamento no es un libro de esa clase. Más bien el Nuevo Testamento nos cuenta la experiencia de Jesús y de los primeros pasos de la Iglesia, narrada por gente escogida por Dios, pero en el que cada uno de ellos fue tratando de encontrar un lenguaje con el que contar ese misterio del Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nuestra salvación.
Aunque los que lo rodeaban con fe experimentaban frente a Jesús algo que implicaba que él no era un simple hombre del montón, un gran predicador religioso, un gran profeta, sino mucho más, ese "mucho más" no era sencillo de expresar ni de comunicar. Las profecías del Antiguo Testamento tampoco proveían de un lenguaje del todo adecuado. Por ejemplo, ante la tempestad calmada Marcos nos cuenta que «Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: "Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?"» (4,41). A lo largo de su vida y sobre todo con la experiencia del Resucitado, aquellos hombres llegaron a entrever el misterio de Jesús, e incluso la Iglesia nos enseña que no bastó lo que ellos vieron, sino que recién comprendieron a Jesús gracias a la «crecida inteligencia de que ellos gozaban, aleccionados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y enseñados por la luz del Espíritu de verdad» (Dei Verbum, 19).
El Nuevo Testamento registra no sólo el resultado (Jesús es Dios verdadero y hombre verdadero, Jesús es infinitamente superior a los ángeles), sino también el proceso de ese descubrimiento, los "saltos" que ha debido dar el lenguaje de la fe para llegar a formular eso, que parece tan sencillo de decir.
Uno de los aspectos que cautivaron a los hombres de la primitiva Iglesia era cómo Jesús realizaba realmente lo que Adán había dejado truncado, la verdadera humanidad querida por Dios al inicio de la creación. Lo que técnicamente se llama la "tipología adánica", es decir, "leer" a Jesús a la luz del personaje Adán, el primer hombre, comenzó a gestarse muy tempranamente. Ya San Pablo desarrolla una tipología adánica en la primera carta a los Corintios (cap. 15) y más amplia aun en carta a los Romanos (cap. 5). También encontramos rastros de tipología adánica en el evangelio de Juan (el símbolo del huerto donde Jesús es prendido y luego sepultado, Jesús el nuevo "jardinero" que encuentra la Magdalena el domingo de Pascua -Adán había sido puesto para cultivar el jardín de Dios-, la Iglesia que nace del costado abierto de Jesús -como Eva del costado de Adán-, etc.).
También el autor de Carta a los Hebreos recurre a la tipología adánica para explicar quién es verdaderamente Cristo. El autor de la Carta a los hebreos le habla a una comunidad de cristianos convertidos del judaísmo, pero que sentían nostalgia por el fastuoso culto a Dios que realizaban antes de su conversión, así como de la angelología muy desarrollada en la que creían antes, y que les daba cierta seguridad religiosa de estar en contacto directo con Dios. El autor de Hebreos quiere dejarles claro que el culto espiritual que da Jesús, como sumo sacerdote y al mismo tiempo víctima, es muy superior al culto material judío; y que en Jesús se realiza el verdadero Adán, por eso acude a una cita implícita del salmo 8, que dice "Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies"; el autor parte de esa expresión familiar a los judíos ("poco inferior a los ángeles") para referirse al ser humano, y desde allí muestra cómo Jesús es elevado realmente a la gloria, sin dejar de ser maestro de humanidad y auténticamente hermano nuestro (vv 11-12).
No se trata de una definición dogmática acerca del ser de Jesús, sino de una visión fuertemente polémica que trata de mostrar que el culto de los ángeles con la función que tenía en el contexto religioso del judaísmo de aquel momento, no tiene ya razón de ser, porque en Jesús tenemos real y directo acceso al Padre.