No hay nada que impida que las haya, pero tradicionalmente el armado del calendario santoral está muy influido por la idea de un corte entre la santidad propia de los personajes del Antiguo y el Nuevo Testamento («En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él.», Mt 11,11); más bien la santidad del AT se ha entendido siempre con las categorías de "anticipo", "sombra", etc. y eso incluso hoy (cfr Dei Verbum cap. 4).
Las celebraciones litúrgicas conjugan la ejemplaridad práctica de las vidas de los santos (en lo que no suelen destacar los santos del AT, a juzgar por los relatos bíblicos), con la extendida devoción entre el pueblo. De hecho solo una pequeña cantidad del enorme santoral católico tiene culto litúrgico, y no parece que los santos del AT entren dentro de los más invocados por el pueblo devoto.
Desde luego que la celebración de «Todos los santos» los incluye, así como la conmemoración (pero no litúrgica) de los «Santos antepasados de Jesús», inscripta en el Martirologio Romano para el 24 de diciembre.