En la Ordenación General del Misal Romano (que se encuentra reproducido aquí, y en el inicio de todos los misales) se encuentran las normas concretas de la incensación:
n 134: incensación del evangelio (n 175 para la misa con diácono, la incensación es idéntica)
n 144: incensación de las ofrendas antes de ser consagradas
n 276-77: normas generales de la incensación
Resumiendo:
-Para incensar el evangelio, primero el sacerdote (o diácono) dice los textos que hacen diálogo con la asamblea ("El Señor esté..."... "Lectura del santo..."...), después inciensa, y luego lee el evangelio. Esa incensación la hace el propio sacerdote o diácono que lee.
-La incensación de ofrendas, altar y cruz luego de presentar las ofrendas la hace el propio sacerdote, luego le pasa el turíbulo al acólito (o al turiferario, si hay un ministro que se ocupe solo del incensario) y este inciensa al sacerdote, y luego al pueblo (si hay más ministros, primero a los demás ministros, y luego al pueblo).
-En la consagración, cada especie ya consagrada se inciensa durante la elevación: al terminar de consagrar el pan, cuando lo eleva, el turiferario (arrodillado ante el altar) inciensa con tres movimientos, y lo mismo cuando eleva el cáliz al terminar de consagrar el vino.
Respecto de las inclinaciones
Durante la celebración eucarística, el centro es el altar, que representa a Cristo mismo (sacerdote, víctima y altar), así que si hay sagrario ante el altar, el sacerdote hace genuflexión hacia el sagrario al inicio y fin de la misa, pero durante la celebración misma se obra como si el tabernáculo no estuviera allí.
Cuando los lectores suben a leer, hacen reverencia hacia el altar, que es el centro de la celebración: ni hacia el sacerdote, ni hacia el ambón, ni hacia el tabernáculo, y lo mismo al retirarse terminada la lectura.
De todos modos, si no se está en una acción ritual (por ejemplo, si no se está en una procesión) y se pasa delante del Santísimo, sí se hace genuflexión, pero no el ministro durante sus desplazamientos rituales.
Gracias Abel por las aclaraciones. ¡corregiré mi proceder!
Gracias Abel por las aclaraciones. ¡corregiré mi proceder!
Abel ,
Perdóname mi insistencia pero desde el Concilio ¿no se ha dicho con fuerza que el ambón y el altar son dos mesas de igual importanciia? Consideraba que el ambón representa también a Cristo mismo (sacerdote, víctima y altar).
¿cómo comprender los dos elementos?
Muchas gracias por la observación, que me permite aclarar un aspecto: las afirmaciones del Concilio son de orden teológico, ayudan a pensar a fondo la cuestión litúrgica. Pero el Concilio por sí mismo no da indicaciones prácticas sobre cómo aplicar su doctrina.
Si el Concilio dice que la Palabra es muy importante, e incluso en algunos momentos parece equipararla a la importancia de la propia Eucaristía, de allí no se deduce de manera inmediata cómo han de hacerse las reverencias en una acción litúrgica concreta, hay que esperar para ello a los ordenamientos que desarrollan la teología conciliar en relación a la práctica litúrgica.
Teológicamente el Concilio nos enseña que la Palabra tiene tal importancia que no puede ser algo ininteligible por el pueblo fiel y que quede como una especie de lectura accesoria que acompaña al rito. Y da algunas indicaciones que las reformas posteriores desarrollarán (ej: SC 24.48.51 etc). E incluso en la Dei Verbum (6,21) equipara la veneración de la Iglesia por la Sagrada Biblia con la que tiene por la Sagrada Eucaristía, contexto en el que usa la metáfora de la "doble mesa", pero de nada de ello se deduce que "por lo tanto" el altar y el ambón sean dos objetos litúrgicos "de igual importancia". Ni lo dice el Concilio, ni se deduce de los cinco contextos en los que se usa la metáfora de la "mesa de la palabra" (DV 6,1; SC 2,48.51; PO 2,8 y 3,18).
De hecho, si bien lo miras, la metáfora de la "mesa de la palabra" nos muestra que es el altar el término de comparación, y el que guía la metáfora: la Palabra, en la Iglesia está ordenada a la comunión eucarística.