Los temas de la experiencia espiritual, expresados en símbolos sencillos, pueden muy fácilmente ser transpuestos al contexto cristiano, llenándose así con el nuevo significado de la experiencia religiosa cristiana: anchura, alegría, luz, paz, sueño tranquilo. El lenguaje ascético emplea muchas veces el término «consolación» para semejante experiencia.
En la primera parte se suplica el auxilio de Dios con las invocaciones típicas -ten piedad de mí, escucha, respóndeme- entre las que se intercalan unos motivos de persuasión y confianza para convencer a Dios de que intervenga y para reafirmar la seguridad del salmista: Tú eres Dios, mi salvador, y en anteriores ocasiones ya me has ayudado (Sal 4,2). Es decir, el autor se dirige a un Dios sobradamente conocido y experimentado como salvador. La profunda confianza en ese Dios hace nacer la súplica, como sucedía en el salmo 3.
Dirigiéndose después a unos hombres, adversarios suyos según la descripción que hace, les echa en cara su conducta malvada, producto de una radical desconfianza en el Señor. La actitud del hombre hacia Dios marca su proceder con el prójimo. El salmista los invita vehementemente a observar su propia experiencia, de la que ofrece testimonio solemne: Dios me escucha siempre porque me ama (Sal 4,4). Y los exhorta a recapacitar -incluso de noche, en el lecho, que la almohada es buena consejera-, a escarmentar y a convertirse; a cambiar de conducta con los demás y a practicar entonces un culto como es debido cimentando su existencia en la confianza absoluta en el Señor, incluso en los momentos de adversidad (Sal 4,7: verso difícil).
El salmista refuerza sus recomendaciones volviendo a exponer, de nuevo en diálogo con Dios, cómo el Señor es fuente de alegría, y cómo su compañía y su acción producen más satisfacciones que las de una cosecha abundante (Sal 4,8). Una última imagen, la del sueño que acude rápido y transcurre sereno, sirve para describir con una sola pincelada el sosiego y la tranquilidad de una vida de íntima relación con Dios (véase Sal 3,6).
¿Podría tratarse de una oración vespertina (véase Sal 4,5 y 9)? No hace falta interpretar a la letra esas frases, pero lo cierto es que ellas han motivado el uso del salmo en la liturgia de la Iglesia. [Casa de la Biblia: Comentarios al AT]