Cristo llamó al diablo «padre de la mentira», y en su vida y su pasión tuvo que sufrir de parte de estas lenguas mentirosas y desleales, que sin armas ni poder lograron llevarlo a la muerte, mientras que «en su boca no hubo engaño» (1 P 2,22).
Es legitimo aplicar el verso 7 a la Escritura, como palabra de Dios y palabra de Cristo: auténtica y limpia de ganga.
Trasposición cristiana: Comienzo por una trasposición sapiencial a la cultura moderna, con sus abusos variados de la palabra, la palabra como instrumento de poder. Paso a la palabra profética, acrisolada en sí, no por la crítica humana. Paso a Cristo palabra: acendrada como enviado del Padre, acrisolado en el sacrificio por los hombres. De Cristo a la Iglesia, administradora responsable de dicha palabra.[L.Alonso Schökel]
Este salmo es una lamentación colectiva, seguida de una súplica de intervención divina. Yahvé anuncia por un oráculo su intervención liberadora. El salmista termina expresando su confianza en la palabra y omnipotencia divinas. Los autores no están concordes al determinar si el salmista habla en nombre propio o de la comunidad de fieles que vivían asediados en medio de una sociedad corrompida por el engaño, la insolencia y la hipocresía. También el título introductorio lo atribuye a David, y en ese caso se supone que el poeta regio reflejaría la situación religiosa precaria en la corte de Saúl, en la que no faltaban hombres sin escrúpulo que poco a poco iban pervirtiendo la mente del rey, incitándole contra el joven David. En realidad estas quejas del salmista contra una sociedad corrompida encuentran su paralelo en las predicaciones de los grandes profetas, como Oseas, Amos, Isaías y Miqueas. Por razones lexicográficas, no pocos autores suponen que esta composición salmódica es posterior al exilio, de los tiempos de la literatura sapiencial. Literariamente, el salmo parece que se divide en cinco pequeñas estrofas: las dos primeras y la última, de dos esticos, mientras que la tercera y la cuarta son de un trístico cada una.[M. García Cordero, Biblia comentada de la BAC]
Tú, Señor, nos protegerás y nos librarás. Salmo de súplica comunitaria, estructurada en cuatro partes: grito de auxilio y exposición del caso (Sal 12,2-3); imprecación (Sal 12,4- 5); oráculo divino (Sal 12,6); reflexión seguida de expresión de confianza (Sal 12,7-9). Literariamente el autor juega con bastantes recursos, que llenan de viveza y de contrastes el salmo. Comienza dirigiéndose a Dios en la primera parte. En la segunda habla de Dios y expresa un deseo, que concluye citando directamente las palabras de los malvados. Introduce a continuación, también en estilo directo, las palabras de Dios, el oráculo divino. Y en la última parte, en orden inverso a lo que hizo anteriormente, habla de Dios y de su palabra y a continuación vuelve a dirigirse a Dios directamente. Resulta así una composición concéntrica en la que los elementos se corresponden unos a otros. El contraste mayor se establece entre las palabras humanas, falsas y engreídas, y las palabras de Dios, sinceras, fieles y dignas de confianza. Otro contraste abre y cierra el salmo: a la escasez de hombres de bien que se menciona al principió, corresponde la abundancia de maldad atestiguada en las dos últimas frases del salmo. Hay que notar que, a pesar de esta aparente claridad, la traducción del salmo ofrece dificultades en varios puntos (Sal 12,6.7.9)
En cuanto al contenido, el salmista se fija en el deterioro de las relaciones entre los hombres debido al mal uso de la lengua: arrogancia, mentiras, engaños (véase Sal 120). El salmo se abre con un diagnóstico pesimista, como el del Sal 14: no queda nadie que sea leal, todos están corrompidos. La sede de la corrupción, de los disimulos y los engaños, es el corazón pervertido e hipócrita. Pero los disimulos, la hipocresía y la mentira son armas eficaces para conseguir poder y dominio. Por eso los que las utilizan se sienten seguros, sin nada ni nadie a quien someterse (Sal 12,5; véase Sal 73,9). Son ellos los que dominan y oprimen, como aparece en las palabras de Dios (Sal 12,6). No todos los hombres, pues, son corruptos y embusteros: los oprimidos, los humildes, los pobres, los que "ansian la salvación" (la traducción de esta frase es difícil), entre los que sin duda se encuentra el salmista y los que con él están orando (Saínanos. Tú nos protegerás., nos librarás: Sal 12,2.8) son hombres de bien. Utilizan su lengua no para engañar y mentir, sino para lanzar "gritos" de dolor o de súplica a Dios (Sal 12,6). Dios los oye, como ha oído también las palabras de los malvados, y promete intervenir: va a "alzarse" o "levantarse", como para un juicio solemne (véase Sal 7,7; 68,2; 76,10; 82,1.9; 94,2; Is 33,10). Y el salmista reflexiona: en la palabra, en la promesa de Dios se puede confiar (Sal 12,7). Es pura y limpia y está "probada", tiene garantía, como la plata de ley, refinada siete veces -número de la perfección- (véase la imagen en Sal 66,10; Prov 17,3). La expresión triunfal de confianza que sigue (Sal 12,8) es fruto del oráculo de Dios y de la reflexión posterior del salmista. Y quizá con la última frase (Sal 12,9) se pretende urgir la intervención que Dios ha prometido recordándole la gravedad de la situación.
En este poema hablan el salmista y los fieles suplicando y proclamando su confianza, hablan los malvados jactándose, gritan los pobres quejándose, habla Dios prometiendo su salvación... El salmo reflexiona sobre el hablar, sobre las distintas "palabras", su poder y sus efectos benéficos o aterradores. Sigue siendo un tema actualísimo, quizá hoy más que nunca. Y por encima de todo, el salmo reflexiona sobre la Palabra de Dios eficaz y salvadora, que se revelará plenamente en Cristo, Palabra de Dios encarnada, Promesa de Dios cumplida. [Casa de la Biblia: Comentarios al AT]