Este salmo hace una larga profesión de fe en el Dios de la Alianza, aquel que escucha el clamor de su pueblo, que toma partido por el pobre que padece injusticias y lo libera. Dejemos que el salmo mismo nos muestre el rostro de Dios. Este responde y libra (5), «escucha» (7) y su ángel acampa en torno a los que lo temen y los libera (8). Es esta una enérgica imagen que muestra al Dios amigo y aliado como un guerrero que lucha en defensa de su compañero de alianza. Además, el Señor no permite que falte nada a los que lo temen y lo buscan (10.11), cuida de los justos (16) y escucha atentamente sus clamores (16), se enfrenta con los malhechores y borra de la tierra su memoria (17), escucha los gritos de los justos y los libra de todas sus angustias (18), está cerca de los de corazón herido y salva a los que están desanimados (19), libera al justo de todas sus desgracias (20), protegiendo sus huesos (21); se enfrenta a los malvados y los castiga (22), rescatando la vida de sus siervos, esto es, de los justos que lo temen (23).
Este largo rosario de acciones del Señor puede resumirse en una única idea: se trata del Dios del éxodo, que escucha el clamor de los que padecen injusticias y baja para liberarlos. A cuantos se han beneficiado de esta liberación sólo les resta una cosa: aclamar y celebrar al Señor liberador.
Este salmo recibe en Jesús un nuevo sentido, insuperable. Su mismo nombre resume todo lo que hizo en favor de los pobres que claman («Jesús» significa «El Señor salva»). La misión de Jesús consistía en llevar la buena nueva a los pobres (Lc 4,18). [Bortolini]
No obstante una cierta artificiosidad, posee el salmo una vida que se alimenta en las fuentes de la fe y de la experiencia. También su doctrina sobre premio y castigo no es simplemente "ingenua”, aunque se ajusta al plano terreno. El salmista sabe hablar de "sufrimiento” y "humillación", pero también de un Yavé que reanima y vivifica. Si bien no se plantea el problema dominante del libro de Job, sin embargo, hay que reconocer que no se limita a fijar sus miras en la "recompensa”, sino que hace consistir (¡y así lo enseña!), la felicidad humana propiamente dicha en Yavé mismo y la intimidad con El.
Considerando las líneas de la acción salvifica de Dios trazadas en el salmo y siguiendo su prolongación más allá de los límites de su horizonte “terreno”, se llega sin dificultad al plano del NT. El "temor de Yavé”, fin primordial perseguido por el salmista, es también el gran anhelo de Aquel, a quien Is 11,2 anunciaba con visión profética como imbuido del "espíritu del temor de Yavé”. Por esto es Jesús el maestro sapiencial por excelencia. Así como para él mismo la palabra del Padre era vida, así también enseña a los suyos : "Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,28). El que la voluntad de Dios pretende como condición indispensable la paz con el prójimo (cf. vv. 14 y 15), y que, por consiguiente, el temor de Dios es inconcebible sin el amor al prójimo, nadie lo enseñó con tanta claridad como Jesús mismo; y sus apóstoles en cuanto maestros, siguiéronle en esto al pie de la letra. En efecto, 1Pe 3,8ss., al exhortarnos a ser: "compasivos, fraternales, misericordiosos, humildes” (etc.), cita como prueba nada menos que los vv. 13-17 de nuestro salmo. ¡ Es cosa de no creer en qué medida esta declarada voluntad de Dios se echa al olvido también dentro del pueblo de la nueva alianza! ¡Y cabe preguntar si este hecho no configura una "herejía práctica” que, de acuerdo a la revelación bíblica, no reviste menor gravedad que las herejías dogmáticas! "¡Gustad y ved qué bueno es Yavé!” (v. 9), es un fruto de cuya dulzura en la plenitud de la nueva alianza disfrutan solamente los "espíritus fraternales” (cf. Mt 25,35ss.). [Deissler]
v.1-3. "Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren"
Comienza el salmista con un acto de alabanza. El verbo usado puede indicar la transformación del ser entero del orante en alabanza continua y perenne que se eleva hasta Dios desde el mismo respiro de su boca. Diríamos que la alabanza no cae de sus labios.
El salmista ha logrado convertir en alabanza las duras pruebas por las que ha pasado. Con el yo del salmista se alegran también los pobres y humildes que carecen de prestigio y de fuerza humana, pero que estiman la amistad de Dios sobre todas las cosas.
El P Regamey expresaba así esta actitud del pobre: "Una humildad hecha de sentimientos de fragilidad y culpa; de fe y oración; de abertura total a Dios... Es el resultado de una fe que ha colocado en el fondo a Dios, fuera de seguridades humanas, de una fe que aparece como dejación radical de sí mismo en favor de Yavé".
Es como sentirse colgados de Dios, necesitados de Dios. Martín Lutero lo expresaba así sobre el lecho de su muerte: "Nosotros somos mendigos. He ahí toda la verdad".
v.4. "Proclamad conmigo la grandeza del Señor; ensalcemos juntos su nombre"
La alegría que siente el salmista no quiere guardársela para él sólo. Quiere compartirla a los demás. Ensalzar, enaltecer es reconocer la altura o sublimidad del Señor. El salmista se siente pequeño, pero quiere poner a Dios bien alto.
v.6. "Contempladlo y quedaréis radiantes"
Estas palabras aluden a la experiencia de Moisés con Dios. Y nos marca un verdadero itinerario en nuestra oración. Primero "no se atrevía a mirar a Dios" (Ex 3,6). Es la primera fase de la oración: humildad, reverencia, adoración. Después se decidía a "entrar en la tienda y hablar con Dios cara a cara con la confianza de un amigo" (Ex 33,11). Es la segunda fase: amistad, intimidad, diálogo de amigos. Finalmente "Moisés sale radiante, después de haber hablado con Dios" (Ex 34,29). Toda auténtica oración lleva consigo un cambio, una transformación.
Este privilegio de Moisés se le ofrece a cualquiera del pueblo. Quien contempla a Dios en el Templo o en la oración saldrá radiante. La vida tendrá ya otro color. Contemplará las personas y los acontecimientos con los ojos encendidos del amor.
v.9. "Gustad y ved qué bueno es el Señor"
Aquí los sentidos son símbolos de la experiencia espiritual. Se saborean las bondades que Él dispensa como si fueran manjares exquisitos. Dios se convierte en verdadero festín. El gustar, disfrutar, saborear las cosas de Dios es un don del Espíritu Santo. Y esta delicia y este gusto se hacen realidad especialmente en la Eucaristía. "¡Cállate, cierra los ojos, gusta! Es bueno recibir todo el sol de un solo golpe. Lo ha colocado sobre la lengua para que yo lo trague" (P.Claudel).
v.11. "Los ricos empobrecen y pasan hambre"
A la saciedad de los fieles se opone el hambre de los ricos. La palabra que se usa en hebreo para hablar de los ricos es kebedim y significa pesado de bienes.
Las riquezas materiales llenan las manos, los bolsillos, incluso el estómago. Pero no llenan el corazón. Andan pesados, no pueden caminar. "Engarza en oro las alas de un pájaro y ya nunca más podrá volar al cielo" (R. Tagore).
v.12. "Venid hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor"
La enseñanza de la que está hablando el salmo no es de tipo científico o racional. Es una enseñanza vivencial de Dios. El auténtico saber sobre Dios es gustar a Dios, saborear las cosas de Dios. Y el Maestro que enseña en esta escuela es el Espíritu Santo. "Venid a la escuela del Espíritu Santo en la que no se puede encontrar nada más útil" (R. Belarmino).
v.13. "¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad?"
Es ésta una pregunta sobre la felicidad. ¿Quién no quiere ser feliz? ¿Quién puede amar una existencia sin felicidad?
En la Biblia, en un principio, se hablaba de la felicidad a ras de tierra. Las bendiciones del justo se centraban en prosperidad y larga vida. Pero aquí el salmista da pautas interesantes para una verdadera felicidad.
Hay que evitar el pecado de la lengua. Es un miembro pequeño, pero puede llevar mucho veneno (Stgo 3,1).
Hay que dejar de hacer el mal y dedicarse positivamente a hacer el bien (v.15). Pero, ante todo, hay que buscar la paz. La palabra bqs nos habla de una búsqueda activa y apasionada. "Solamente puede hacer que reine la paz el que la ha establecido en sí mismo, quemando todo ataque personal al mal" (M.Buber).
v.16. "Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos"
Los ojos y los oídos de Dios quieren decir en términos humanos el carácter personal de Dios en su trato con los hombres, su cariño con detalle.
El mayor castigo para nosotros sería que Dios no nos viera, que Dios no nos escuchara. "Hay ojos - como los buenos ojos de los niños - que sin cesar me miran, hay oídos que toman en serio todo lo que digo, pero es terrible encontrarse con el rostro de Dios que no me mira, que ya no me ama (P. Claudel).
v.19. "El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos"
El salmista llega a experimentar la cercanía de Dios aun en la angustia interior, en la tribulación. "Para los que temen al Señor todo tendrá buena salida" (Sir 1,13).
Dios está especialmente presente en los quebrantados de corazón, porque han sido capaces de quebrantar toda esperanza en los hombres y la han puesto en Dios.
v.22-23. "La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él"
La última letra del alfabeto (alefato) hebreo es la tau. Y ésta coincide con el v.22 donde se habla de castigo y de muerte. Pero el salmo no acaba así, fue añadido litúrgicamente un epilogo donde habla de salvación. Dios rescata, perdona, acoge. Así vuelven a resonar los grandes temas del salmo: ternura, protección divina por parte de Dios. Así la última palabra se abre a la esperanza.
"Dios responde, libera, escucha, salva, defiende, revela y sumerge en su paz y en su luz" (H. James).
A través del salmo hemos podido comprobar que Dios escucha siempre los gritos de sus fieles. No dice que los evita, sino que los escucha. Y dice muy bien San Agustín a este respecto: "Cual sería el médico que, por piedad, por los gritos del enfermo, no terminara de sajar lo que tiene podrido en la llaga. Los niños tienen un bello grito. No son separados de sus madres deseosas de su salud. Así Dios, lleno de caridad, parece no escuchar para poder curar... Los silencios de Dios obligan a los jueces a la práctica de la paciencia que vivificada por la fe, le procura una fortaleza interior que los hace héroes espirituales".